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Joana Amat: "Si el feminismo está de moda, bienvenida sea"

Embajadora del cambio cultural hacia una real corresponsabilidad social de la mano del proyecto Copersona

Joana Amat

Joana Amat / ALBERT BERTRAN

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Carme Escales
Carme Escales

Periodista

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Cuando las mujeres aún necesitaban la firma de un hombre para abrir una cuenta en el banco o sacarse el pasaporte, la madre de Joana Amat, Concepció Amigó, decidió tomar las riendas de la empresa que su marido creó con 24 años, tres años antes de fallecer. Era 1952. El día después del entierro, nacía ella. Joana era la segunda hija de aquella mujer que a los 26 años, pasó a ser la primera empresaria del sector inmobiliario en España. En un mundo de hombres, emprendía una dura travesía. Pero de su empeño, constancia y valores nada se perdió en el camino. No solo hizo emerger una firma que 70 años después apunta alto en el mercado. Marcó la senda que Joana y su hermana Immaculada también quisieron seguir. Hasta el 2008 contrataron en su negocio solo a mujeres.

¿Qué las motivaba sobre todo en esa contratación exclusiva de mujeres?

Eran años de lucha por los derechos de las mujeres, se hablaba ya de divorcio y de aborto. Nosotras éramos mujeres de marcha, veníamos de la militancia clandestina del PSUC. Somos rebeldes. El sufrimiento de nuestra madre, que menos guapa le dijeron de todo en aquel contexto tan machista, nos dio el coraje para demostrar que las mujeres solas nos apañamos. Y decidimos no solo contratar únicamente a mujeres, sino con ellas hacer la mejor empresa.

¿Qué pasos dieron para acomodar la conciliación en su poderoso universo femenino?

Lo primero que hicimos, hace 35 años, fue un calendario de seis semanas de vacaciones. Y, a finales de los 70, ya apostamos por la tecnología pensada como un brazo para resolver problemas y teletrabajar. Instalamos neveras grandes para que a primera hora por la mañana quien llegaba con la compra del mercado la pudiera guardar. Y creamos un programa de maternidad a la carta, para que cada trabajadora se organice las bajas en función de sus necesidades.

Y empezaron a contratar a hombres.

Sí, en el 2008, con la ley de la paridad, tuvimos que contratar los servicios de una empresa que ayudaba a insertar a mujeres en un mundo de hombres para que vinieran a dar charlas en el sentido contrario. Tuvimos que adaptar los manuales de bienvenida, todos los teníamos redactados en femenino. Yo todavía hoy me confundo y me dirijo en femenino a los trabajadores.

Lleva la coherencia sobre igualdad en su ADN. Preside la Fundació Internacional de la Dona Emprenedora (FIDEM), es miembro de la Taula de Gènere, Feminismes i LGBTI y una impulsora del proyecto Copersona, que promueve la corresponsabilidad social. ¿Dónde nace esa misión?

El primer núcleo impulsor fueron FIDEM y Maters –mujeres madres y activas profesionalmente que trabajan para la conciliación–. Copersona (www.copersona.org) es un paso más, trabajamos por el cambio cultural por una corresponsabilidad social que pasa por integrar al hombre en las tareas domésticas y en el cuidado de menores y mayores, que siempre asumió la mujer, para que estas no tengan que perder su libertad económica, porque la única carta de libertad es la autonomía económica.

¿Cómo reparten las nuevas reglas del juego hacia ese cambio cultural?

Hemos montado tres mesas de trabajo, con profesionales, entidades y organizaciones del mundo de la economía, la sanidad y la educación, todos adheridos voluntariamente –son más de 60 ya–. Nadie nos ha dicho que no, y eso quiere decir que nuestra sociedad lo necesita, necesita generar conciencia sobre igualdad entre personas al margen del sexo, necesita comunicar y necesita sobre todo soluciones reales para compartir el tiempo y la responsabilidad.

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¿Y si el masivo 8 de marzo y el #MeToo hubieran puesto el feminismo de moda?

Sí, puede que haya un factor de moda, pero bienvenido sea. No lo rechazo. Es un momento constelar en que la sociedad abre los ojos.