Raquel Lúa: "Subo a Torre Baró y compongo al solecito"

zentauroepp45981870 barcelona  21 11 2018 la barcelonesa raquel l a  1993  forma181127203955

zentauroepp45981870 barcelona 21 11 2018 la barcelonesa raquel l a 1993 forma181127203955 / Joan Cortadellas

3
Se lee en minutos
Núria Navarro
Núria Navarro

Periodista

ver +

Descubrir una voz en la ciudad debe ser como descubir una ostra con perla. Emocionante. El Taller de Músics, que hizo emerger a Andrea Motis, y a Rosalía también, bruñe el talento de Raquel Lúa (Barcelona, 1993), una joven de Roquetes que se pagó la carrera de Filosofía vendiendo palomitas en Diagonal Mar, y que a muchos les recuerda a Sílvia Pérez Cruz.

En la entrevista se le escapa un dato que pide omitir, por humildad. (Por una vez me cargo el off the record, porque bajo esa luz se entiende la hondura de sus letras y la sensibilidad de su folk).

 

 

–¿Qué dice la canción que más la define?

–"No te vayas nunca / te lo ruego, te lo pido / que en mi cuerpo no cabe este desasosiego/ ni un imprevisto tan vespertino".

–Suena a poesía del 27.

–Me gusta mucho. Lo gracioso es que mi abuela era prima segunda de Lorca. Y mi abuelo me lo hizo presente. A los 9 años me sabía un poema entero suyo. Le cogí un tremendo amor. Pensaba que era algo mío. Fue el primer paso para que me interesara leer. Pero eso no lo ponga, por favor.

–No lo prometo. ¿Siempre ha vivido en la Prosperitat?

–Soy de Roquetes, pero a los 8 años, cuando nació mi hermano, nos mudamos a Via Júlia, porque de noche el ambiente en Roquetes se complicaba. 

–Clase popular.

–Sí. Mi padre es conductor de autobuses –de línea y turísticos–, y mi madre trabaja en limpieza. Yo hacía vida en la marquesina junto al metro de Via Júlia. El barrio marca el ser muy consciente de que hay personas que viven realidades diferentes y todas están ahí.

–¿Soñó este presente?

–No. Yo decía que quería ser bióloga marina, hasta que, en bachillerato, una profesora de Filosofía me abrió un mundo. A los 18 años empecé a trabajar en el cine de Diagonal Mar, lo que me permitió independizarme y pagar la carrera. Mientras me impliqué en el Kasal de Joves Roquetesdonde empecé a hacer los primeros talleres de canto. A los 15 tenía un grupillo, Rock4Penguins. Al principio cantaba AC/DC, Extremoduro...  

–¡Metalera!

–Mi grupo favorito sigue siendo System of a Down, que es metal alternativo armenio. Gracias a mi padre, oí buena música en casa: Mike Oldfield, Enya, Diana Navarro, Paco de Lucía... Y me dio por el Canelita, Camarón, las Chuches... En el instituto se reían de mí por escuchar flamenco. "Garrula", me decían, y dejé de escucharlo. Con los años lo retomé con fuerza.

–¿Cómo la descubren?

–Con el bajista del grupo, hicimos un concierto en la bodega de un amigo de su padre. Y nos enteramos de que había algo llamado Cabal Musical [un proyecto de innovación social para la inclusión del Taller de Músics, basado en el acompañamiento artístico de jóvenes músicos]. Enviamos el vídeo ve la bodega, nos cogieron para un cásting y el día antes mi amigo se desmarcó.

–Pero usted, pa'lante.

–Lo único que tenía eran mis canciones. Unos días después me dijeron que estaba dentro. Las clases del Cabal me coincidían con el cine, pero mi compañero se lo curró mogollón y me cambiaba el turno. No me daba la vida, trabajar, la carrera, la música. El Taller ha puesto la música en el centro de mi vida.

–Hace un par de domingos presentó el primer disco.

'Ruegos y demás', financiado con ahorros y una campaña en Verkami en la que puso dinero gente de Japón y de Washington que no conozco. Lo presenté en Tradicionarius y el día siguiente lo pasé llorando por los mensajes que me llegaron. Una chica me dijo: "Gracias por romperme y por armarme". La música hace cosas.

–¿Cómo las hace usted, las canciones?

–Torre Baró queda a 20 minutos a pie de casa; me subo con mi guitarra y compongo al solecito. Letras que se mueven en un territorio simbólico, aunque también suelto trallita... Mucha gente vive situaciones que no se merece por pertenecer a una clase o a un género. 

Noticias relacionadas

–¿Y cuál diría que es su poder?

–Cantando me pongo en un plano intangible. En algún momento siento que me voy, que lo que ocurre en el escenario y quienes escuchan se juntan y crean una nebulosa, y nos quedamos ahí, suspendidos.