Gente corriente

Tina Ureña: «Falta sensibilidad por el dolor emocional del otro»

Mientras otros se ocupan del trastorno mental, esta trabajadora social ayuda a quien convive con él a completar su puzle vital

jcarbo43290002 tina urea180514130212

jcarbo43290002 tina urea180514130212 / MAITE CRUZ

3
Se lee en minutos
Carme Escales
Carme Escales

Periodista

ver +

Tina Ureña (Manlleu, 1963) tenía 21 años cuando, en la escuela donde estudiaba Treball Social, entró una llamada que buscaba a alguien para ocupar en el que sería el primer centro de día en Barcelona para personas diagnosticadas con trastorno mental. En una bella torre en la zona alta, el psiquiatra Pep Fàbregas instauraba en la ciudad un espacio y herramientas de atención integral para quien convive con una alteración que condiciona los pensamientos, y la vida. Suavizar ese efecto era la innovadora propuesta que nacía en el Centro de Psicoterapia Barcelona Serveis de Salut Mental (CPB-SSM www.cpbssm.org), hace 35 años. Tina estaba allí.

–Con 21 años, debía ser una esponja... Yo me sentía, con 21 años y de pueblo, rodeada de psicoanalistas, gente superculta y moderna. Empecé a leer desesperadamente materiales de seminarios, a las tantas de la noche, hasta que Pep [el doctor Fàbregas] me dijo: "deja de leer y déjate llevar por tu intuición".

–La intuición es una percepción íntima, ¿Qué siente que siente alguien con un trastorno mental grave? Lo imagino sintiéndose en un mundo inhóspito, en un laberinto, con vivencias amenazadoras. Eso en un trastorno grave en el que el cerebro está muy descompensado.

–La medicación ayuda a compensar la química, ¿Y qué hace el trabajo social? Nos colocamos al lado de la persona, la acompañamos en su mejora del bienestar, que va mucho más allá de que siga un buen tratamiento farmacológico –la medicación justa, ni menos, ni más–. Y, como siempre decía Pep Fàbregas, no hay buen tratamiento sin un buen trato.

-¿Qué es un buen trato? Es contar con lo que esa persona siente y con todo lo que anhela. Socialmente nos concentramos solamente en el diagnóstico, de ahí que etiquetemos: sufre esquizofrenia, trastorno bipolar... Pero esa persona tiene una familia y unos sueños que debemos saber acompañar en ese trato completo de la persona, próximo. Retomar los estudios, contemplar una maternidad, recuperar un lugar de trabajo, su temor al ingresar por una recaída... Es muy difícil hacer un ranking de las enfermedades más dolorosas, pues todo lo que toca tu percepción del mundo modifica el estado anímico, pero, en general, nos falta sensibilidad hacia el dolor emocional del otro, lo hacemos invisible. Tampoco hay que excusarse y quedarse en él, pero no ignorarlo.

–Ante ciertos diagnósticos graves, ¿cómo se hace para no sentir la derrota antes incluso de empezar el acompañamiento? ¿Por qué debería ser diferente a un diagnóstico de diabetes? Los pacientes se medican y controlan su insulina toda la vida. Ante una dificultad, podemos asumir el reto de adaptarnos o quedar atrapados.

Noticias relacionadas

–Cierto. Aunque hay pacientes en psiquiatría que ese control no lo pueden hacer de manera totalmente autónoma. De ahí nuestro acompañamiento, y más específico con el Pla de Serveis Individualitzat (PSI) [que ella ayudó a crear hace 15 años y coordinadora a uno de sus grupos, hay uno por distrito]. Acompañamos al paciente por los servicios que la sociedad pone a su alcance según sus demandas como persona. Otros ya investigan su trastorno y fármacos más eficaces y con menos efectos secundarios, nosotros tenemos en mente la mejora de cada parte de su vida.

–A encontrar todas las piezas del puzle que pueden hacer más completa una vida. Cuando contemplas un paisaje desde una cima, ves el río, la vía del tren, huertos, masías... El conjunto suma información. En un paciente de salut mental, igual, contemplamos su proyecto de vida, más allá, y a pesar de su diagnóstico. El trabajo social tiene la virtud de abrir la mirada, saber qué pasa en esa vida de manera integral y facilitar, articular respuestas concretas.