Los efectos de la crisis

De los 'ni-ni' a los 'sí-sí'

Tres jóvenes, tres carreras, tres situaciones familiares, tres proyectos de futuro y un hecho en común: son tres ejemplos de los miles de universitarios que han tenido que buscarse uno o más empleos para poder continuar con sus estudios, con su carrera, con sus sueños.

Entre Todos: Estudiantes que trabajan para pagarse los estudios / J. GARCÍA / J. RIBOT / A. GALLARDO

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CARLOTA CANO / MARC ESPÍN / Barcelona

MARC VILA

Ingeniería Electrónica

«Incluso con beca iría corto de dinero»

La crisis cambió la vida de Marc Vila hace año y medio. En febrero del 2013, mientras Marc, de 20 años, estudiaba el primer curso de Ingeniería Electrónica en la Universitat Politècnica de Barcelona, sus padres se vieron obligados a cerrar el negocio familiar. Consecuencia directa: la familia ya no podía costear los estudios universitarios de Marc. Los padres de su pareja acudieron en su rescate y le ofrecieron un trabajo en un supermercado de su propiedad en Solsona, y de esta forma pudo acabar el curso. Eso sí, compaginar el trabajo con los estudios tuvo un precio: una asignatura suspendida. Para el curso 2013-2014, la esperanza de Marc era una beca. Y se la denegaron. «Yo entiendo que en el momento de repartir las becas se tenga en cuenta el resultado académico, pero me parece que se estudia poco la situación de las familias de los estudiantes. Mis resultados no fueron malos, he visto cosas peores», se lamenta.

Buenos o malos, el caso es que el sueldo en el supermercado –530 euros por media jornada– unido a la ayuda familiar no daban para cursar segundo de la carrera. Por ese motivo, Marc decidió trabajar durante un año entero, ahorrar y volver a intentarlo este curso. De ahí que este verano sea de nuevo, para él, crucial para poder estudiar el curso que empezará en otoño. Sus planes pasan por matricularse en otra universidad, la UAB, e intentar de nuevo que le concedan una beca para poder centrarse en los estudios viviendo de lo ahorrado y de la beca. Los números dicen que necesita ayuda: solamente la matrícula ronda los 2.000 euros. Él, sin embargo, es escéptico: «Según mi renta familiar, yo tendría que pagar la mitad de la matrícula. Incluso si fuera así, me quedo corto de dinero». Es improbable, por tanto, que pueda cumplir su plan de máximos: dedicarse solo a estudiar. Una opción más realista es que tendrá que compaginar estudios y trabajo, tal vez los fines de semana, lo cual sería una salida ideal para él. Y ahorrar, ahorrar y ahorrar. A ello se dedicará cada día este verano en el supermercado de sus suegros.

EN MANOS DE LA BECA  «Esta situación en la que me encuentro me está enseñando que la vida no es fácil, que si quieres salir adelante tienes que sudar por ello», reflexiona Marc, quien añade que el curso pasado para él hubiera sido imposible compaginar estudios y trabajo. ¿Lo será este año? Dependerá de si le conceden la beca o no. Es una situación, reflexiona Marc, en la que se encuentran muchos compañeros y amigos de su generación: la confluencia de la crisis, con el aumento de tasas y el endurecimiento para acceder a las becas ha llevado a muchos jóvenes al mercado laboral antes de hora. En verano o todo el año.   

SARA LOMAS

Audiovisuales

«No tengo otra que trabajar en verano»

Sara Lomas (20 años) lo dice de forma clara: «No es algo que yo escogiera, no fue una decisión. Simplemente, necesito trabajar en verano para pagarme la carrera». Estudiante de Audiovisuales en la Universitat Ramon Llull, Sara trabaja en verano en el restaurante familiar en Palafrugell, en invierno si le sale algo, y pide beca (el curso pasado, se le concedió una ayuda de cien euros mensuales a la que accedió por renta baja). El motivo: la economía familiar, y menos después del fallecimiento de su padre hace dos años, no da para que pueda costearse los estudios y disfrutar de unas vacaciones estivales. Trabajar en verano es la forma de sacar adelante su carrera. «Muchas veces me gustaría dedicarle todo el tiempo del mundo a los estudios, pero no puede ser», admite.

Sara se define como una estudiante consciente tanto de la importancia de la formación como del esfuerzo familiar que supone pagarla. «Siempre he querido sentirme partícipe del pago de mis estudios porque sé que son muy caros y porque sé que es algo que necesito para mi futuro», explica. De ahí que el dinero que gana trabajando y el de las becas lo destine íntegramente a su fondo de estudios. El problema es que lograr ayudas públicas se está convirtiendo en algo muy caro. «Me parece justo que la concesión de becas vaya ligada en cierta forma al rendimiento académico, porque es una forma de premiar a los alumnos que trabajan duro para sacar adelante sus estudios –reflexiona–. Sin embargo, que se le dé una beca a estudiantes que logran buenas notas pero que no necesitan el dinero por su renta familiar me parece injusto. Quienes conceden las becas deberían evaluar la situación global de los solicitantes, no solamente la académica».

Para Sara, compaginar estudios y trabajo es una buena experiencia: ganas disciplina, explica, experiencias, tanto a nivel profesional como personal. «Contribuye a que te sientas realizada», valora. Y añade: «Me siento útil trabajando, ya no veo ningún verano sin trabajar». Este, sin ir más lejos, también será un verano de trabajo en el restaurante de Palafrugell.

MÁS ALLÁ DEL VERANO  Cuando acabe el verano, a Sara le espera un curso con incertidumbres económicas. Para el curso que viene, ha vuelto a pedir beca, pero su solicitud se tramitó fuera de plazo. Si al final no logra ayudas, es muy probable que, como tantos otros estudiantes, tenga que trabajar el resto del año, y no solamente en verano como hasta ahora. «No tengo ningún problema en trabajar si lo necesito», afirma con contundencia. Su futuro, que ella pone en manos de su carrera universitaria, merece todo tipo de esfuerzos.

ALBERT GUTIÉRREZ

Física

«Hace años que no tengo vacaciones»

Este verano también lo pasará trabajando para pagarse, entre otras cosas, la matrícula de los créditos que le quedan para terminar el grado de Física. Albert Gutiérrez (30 años), vive con su novia en Santa Perpètua de Mogoda. Tiene dos empleos que compagina con su carrera durante todo el curso: sirve mesas en un restaurante los fines de semana y pinta cuadros cuando puede. En verano trabaja a diario en el restaurante. «Hace años que no sé lo que es irme de vacaciones más de dos o tres días seguidos», dice entre risas. Se lo toma bien, pero reconoce que está agotado.

Albert se convirtió en un sí-sí –trabaja y estudia– cuando cursaba su primera carrera (Ingeniería Eléctrica en la UPC de Terrassa). La empresa de inyección de plásticos de su padre empezó a tener pérdidas en el 2006, un poco antes del estallido de la crisis por la competencia de productos importados de China, así que tuvo que arremangarse. «Cuando salía de clase me iba a la empresa para ayudar», recuerda. Mantuvo ese ritmo hasta que, a seis meses de acabar la carrera, la tuvo que dejar definitivamente, en el 2007. «Empecé a trabajar a jornada completa porque había riesgo de perder la casa». Pero aun así la perdieron. Sus padres se quedaron en paro y él empezó un peregrinaje laboral en el que hizo de todo: profesor de informática, camarero, vigilante de seguridad... «Tuve muchos trabajos precarios y en negro», dice Albert sin compadecerse, aunque ahora reconoce que le preocupa tener

tan poco tiempo cotizado.

Esa multitud de empleos le permitió volver a estudiar al curso siguiente. Eso sí, lo había pasado tan mal que se veía «incapaz» de volver a la misma carrera. Así que se matriculó en el grado de Física de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y este curso pidió un traspaso de su expediente a la UNED con el que se ha ahorrado unos 2.500 euros en penalizaciones por asignaturas repetidas.

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ALARGAR LA CARRERA / El aumento de tasas del 66,7% que aplicó el Gobierno de Artur Mas en el 2011 agravó los problemas económicos de Albert. «A pesar de que pedía beca cada año, nunca me la concedieron», sostiene. A veces, por suspender alguna asignatura; otras, porque al vivir con su pareja no cumplía los requisitos económicos. Como ha tenido que dedicarle más tiempo al trabajo, no ha podido llevar los estudios al día. Y eso le genera incertidumbre: «Me comparo con otros estudiantes y veo que ellos, con mi edad, ya tienen varios años de experiencia. Por eso, aunque al empezar a estudiar quería dedicarme a lo mío, ahora me parece difícil». Ve que el futuro le espera con los puños cerrados, así que ha montado un «tallercito de pintura» con la esperanza de que le dé para acabar la carrera y para dejar el restaurante.

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