Las incomodidades del sobreturismo

Múrria disuade con cinco euros a los turistas que invaden el colmado

Un necio pinta la fachada del centenario colmado Múrria

Dos transatlánticos rescatan la bodega Marín de Gràcia

Cartel del colmado Múrria para disuadir a turistas que solo entran a hacer fotos

Cartel del colmado Múrria para disuadir a turistas que solo entran a hacer fotos / Jordi Cotrina

Carles Cols

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Ha colgado Queviures Múrria, colmado más que centenario del Eixample, un cartel en inglés en su puerta. Cinco euros se piden por cruzar la puerta si lo que se pretende es solo entrar para curiosear, hacer cuatro fotos y e irse sin ni siquiera saludar. Es un cartel con propósitos más disuasorios que recaudatorios, explica Joan Múrria, el dueño. Parece que funciona. Desde que hace medio año reabrió la tienda tras unas obras de mejora y encajó cuatro mesas para almuerzos, comenzó a suceder con más frecuencia lo que ya han sufrido algunos otros establecimientos encantadores de la ciudad: entran los turistas como si aquello fuera un monumento más de Barcelona.

“Si viene alguien, saluda en el idioma que sea y pide permiso para hacer una foto, por supuesto que lo tendrá, faltaría menos, pero eso no estaba siendo la norma”, dice Múrria. Ha llegado a ser incómodo para los clientes, tanto los que compran como los que almuerzan, de repente ser retratados como un exotismo más de la ciudad. Lo hacen en ese colmado de la calle de Roger de Llúria y también en algunas de las bodegas de toda la vida (hay testigos, en la Marín de Milà i Fontanals, por ejemplo), renacidas ahora para tomar un vermut y alguna tapa sobre un tonel, con el agravante en esos casos de que los turistas que entran lo hacen incluso tras los pasos de un guía.

El histórico colmado Múrria se ha convertido en un atractivo turístico más de Barcelona

El histórico colmado Múrria se ha convertido en un atractivo turístico más de Barcelona / Jordi Cotrina

“La gente que viene a comer al Múrria quiere algo relajante”, explica el dueño para poner en contexto el cartel, que, a bote pronto, puede sorprender. Sabe que eso no será una fuente de ingresos. Es solo una suerte de juego de psicología inversa o algo similar.

El colmado Murrià, establecimiento emblemático de Barcelona, reabierto como charcutería-restaurante.

El colmado Murrià, establecimiento emblemático de Barcelona, reabierto como charcutería-restaurante. / RICARD CUGAT

El establecimiento cumple este año 119 años y hace 54 que Joan Múrria es su cabeza visible, un tiempo suficiente para haber sido motivo de todo tipo de parabienes (no hay álbum de locales emblemáticos en el que no esté presente), pero también sinsabores. Hace un año, sin ir muy lejos, pues, se llevó un monumental disgusto cuando algún necio se le ocurrió se le ocurrió pintar con un aerosol la fachada de la tienda, no solo la persiana, algo fácil de corregir, sino además el centenario cartel modernista que hace de esa una esquina icónica.