DEFENSA

España se suma a la inversión en más armas ante los retos de una nueva Guerra Fría

Ante los retos de una nueva Guerra Fría, el presupuesto de inversiones militares se ha triplicado en seis años y ya suma 4.000 millones en 2024, pero se mantiene alejado de la media de los países de nuestro entorno

Un lanzacohetes de la empresa zaragozana Instalaza.

Un lanzacohetes de la empresa zaragozana Instalaza.

Enrique Navarro

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El mundo en relativa calma que conocimos entre 1990 y 2020 voló por los aires el 24 de febrero de 2022, cuando 250.000 soldados rusos invadieron Ucrania iniciando una cruenta guerra que se adentra en su tercer año en Europa. Lo que está por venir, incluyendo el conflicto en Oriente Próximo, no augura nada bueno y el mundo se adentrará en unas décadas oscuras de incertidumbre e inseguridad a nivel global. Nuestra propia ministra de Defensa, Margarita Robles, no se cansa de advertir de la amenaza "total y absoluta" de una guerra a mayor escala.

La reacción de España, junto con el resto de los países aliados, ha sido tomar decisiones de incremento del gasto militar sin precedentes en la historia de nuestro país de los últimos 80 años. El presupuesto de inversiones militares se ha triplicado en seis años y ya suma casi 4.000 millones de euros en 2024. Sin ir más lejos, el pasado martes, a dos días de la reunión extraordinaria del Consejo Europeo, el Consejo de Ministros autorizó una partida de 1.129 millones para la compra de armamento por la necesidad de reforzar lo que denominan "capacidad disuasoria" ante la amenaza de que Rusia expanda a otros países su ofensiva. ¿Qué supone sin embargo este incremento en términos de PIB? Que, aun así, se mantiene en el 1,3% del PIB, frente al 1,8% de los países de nuestro entorno.

Donde sí se deberían notar estas mayores cantidades es en el sector español de defensa que, pese a lo que se pueda pensar inicialmente, no está ni mucho menos en el vagón de cola de Europa. De hecho, este notable incremento generará una fuerte alza sobre la demanda en nuestra industria, que este año alcanzará un máximo histórico de facturación cercano a los 9.000 millones.

Así, el optimismo reina en el sector ante los reiterados anuncios del Gobierno, y en especial del presidente, de generar contratos para suministrar con carácter urgente a Ucrania material imprescindible para que sus defensas no colapsen este verano y, mucho más importante, ante el compromiso a largo plazo de converger con el gasto medio de nuestros aliados europeos. Se trata de preparar a Europa ante la amenaza rusa, una posible victoria de Donald Trump en Estados Unidos y un regreso al aislacionismo, que en el fondo es un antieuropeísmo militante.

La industria de defensa española ha recibido contratos por un valor aproximado de 70.000 millones en lo que va de siglo. Los programas prefinanciados por el Ministerio de Industria con la exigencia legal de una fuerte participación industrial y tecnológica nacional han sido determinantes para que nuestra industria se encuentre actualmente entre las 10 más importantes a nivel mundial y sea la séptima más exportadora, con un tercio de su producción destinado a terceros países.

Las razones de este éxito

El primer elemento de éxito ha sido la generación de producto propio. Este es un hecho diferencial al que la industria española comenzó a dedicar esfuerzos en los años 80 en diferentes terrenos como simulación, radares, optrónica, aviones de transporte, buques de superficie, vehículos y numerosos equipos para ser integrados en subsistemas y sistemas. Sin estos productos propios no hubiéramos estado en algunos programas cooperativos, como Eurofighter, ni seríamos una potencia exportadora. Hoy nuestra industria tiene un catálogo muy amplio de productos y soluciones para todos los sectores de la defensa, y esto está al alcance de muy pocos países.

En segundo lugar, el desarrollo de una gran capacidad de ingeniería. La adquisición y el crecimiento de la capacidad de ingeniería ha sido un elemento fundamental de este posicionamiento. Una excelente generación de ingenieros pusieron en marcha unas capacidades que diferencian a los profesionales españoles de numerosos competidores industriales emergentes y que las nuevas generaciones han continuado. Esta capacidad es la que permite aprender, beneficiarse de la colaboración industrial, participar en programas cooperativos y desarrollar nuevas soluciones. Sin duda, es el mayor activo como industria. Esta capacidad es la que permite incorporarse a las últimas tecnologías en campos como fotónica, cuántica, sistemas de energía dirigida, seudosatélites, etcétera.

Y finalmente, la enorme capacidad de integración. España dispone de tres plataformistas en sentido puro, lo que sin duda otorga una enorme ventaja competitiva. No más de siete países en el mundo disponen de esta capacidad. Esto significa que no son fabricantes de los sistemas que incorporan sus plataformas, pero sí tienen la capacidad de integrarlos, lo que da una enorme flexibilidad a sus clientes para elegir los sistemas que desean incorporar, en una especie de traje a medida. Esto recuerda una vez más la ineficiencia de las consolidaciones verticales. La capacidad de construir un sistema de sistemas como es una plataforma, es sin duda la punta de la pirámide de la industria de la defensa.

¿Qué viene ahora?

Si damos por cierto el incremento presupuestario que debería duplicar las inversiones actuales para finales de la década, la industria española se va a encontrar con dos retos añadidos. El primero: es por esta estrategia de priorizar a la industria nacional en los programas, los abordados en los últimos años, se han orientado a las capacidades existentes: Eurofighter, vehículos blindados, buques, munición, aviones de transporte..., con algunas adquisiciones en el exterior como los helicópteros Romeo para la Armada y los misiles Patriot.

Sin embargo, el grueso de las adquisiciones pendientes va a requerir de una capacitación e inversión industrial muy significativa que comprometerá a la industria para adquirir capacidades que hoy no están en su catálogo. Hace falta adquirir sistemas de defensa antiaérea y antimisil, defensa de costa, sistemas de mando y control, sistemas no tripulados, pseudo-satélites y vehículos de artillería autopropulsada y todo el catálogo de soluciones alrededor de la inteligencia artificial (IA) y la cuántica, y todo estos campos están en un enorme proceso de innovación.

El segundo reto va a ser que, para mantener e incrementar si cabe este 70% de nacionalización alcanzado en los contratos previos firmados en las últimas dos décadas, el ministerio y las industrias necesitan de un plan de capacitación financiado desde la Administración. También requerirán negociar acuerdos industriales con los potenciales tecnólogos para satisfacer las necesidades de soporte a los sistemas que se adquieran y conseguir el óptimo posicionamiento industrial de las partes involucradas en cada programa; a lo que se le suma que hay que hacerlo mucho antes de proceder con las adquisiciones para maximizar los beneficios.

Y finalmente, y no menos importante, esto pasa necesariamente por multiplicar por 10 el presupuesto de I+D del Ministerio de Defensa. Estos nuevos programas deberían ser la prioridad, manteniendo a nuestro país a un nivel tecnológico similar a nuestros vecinos y disponiendo de una industria que duplique su facturación al final de la década al ritmo de crecimiento de la demanda, lo que solo será posible si nos mantenemos en el estado del arte.

Empresas como PLD Space con sus lanzadores, Skydweller con sus sistemas de vuelo perpetuo, Oesía con la adquisición de capacidad en fotónica, Zeleros con sus desarrollos de baterías y levitación magnética y SMS, en el dominio de los misiles, son ejemplos de por dónde debe ir la industria para mantenerse en el frente tecnológico en las próximas décadas, proporcionando a las Fuerzas Armadas capacidades que serán claves en el futuro a corto plazo.