Entender más del cambio climático

La transición energética, una oportunidad para España

España es el país con mayor potencial fotovoltaico de Europa

Paneles fotovoltaicos y turbinas eólicas

Paneles fotovoltaicos y turbinas eólicas

Heriberto Araújo

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En octubre de 1973, Europa enfrentaba una situación similar a la actual. La guerra árabe-israelí de Yom Kipur había dividido a la comunidad internacional y los países árabes imponían un embargo de petróleo a Holanda, Estados Unidos y Portugal, entre otros, para doblegar a los socios diplomáticos de Israel. Esas tensiones geopolíticas dispararon el precio del crudo y la inflación. Ante el espectro del desabastecimiento a las puertas de invierno, la inestabilidad amenazaba con prender en las sociedades del mundo occidental. 

Dinamarca, por entonces lejos de ser el país desarrollado y tecnológico que es hoy, se encontraba en una situación dramática. El 90% de la electricidad que producía era generada con petróleo, y el 90% del crudo que consumía procedía de Oriente Medio. “Para los daneses, el embargo fue un shock”, resume en una entrevista por videoconferencia el profesor Mogens Rüdiger, del Departamento de Historia de la Universidad de Aalborg.

En consecuencia, las autoridades ordenaron una drástica disminución del consumo. Se prohibió circular en coche los domingos y se redujo el límite de velocidad en carretera. También se decretó el corte de la iluminación urbana durante las largas y frías noches, mientras se imploraba a la población que hiciera su parte y bajara las temperaturas de los termostatos de la calefacción. “Los daneses colaboraron y contribuyeron colectivamente”, explica Rüdiger, que ha estudiado la cicatriz que dejó aquella y otras crisis energéticas en Dinamarca.

La revolución iraní de 1979 y su consecuente espiral de precios del crudo acabó por apuntalar la estrategia del país para poner los cimientos de su independencia energética. Noruega lo haría explorando sus reservas de hidrocarburos y Suecia siguiendo la vía nuclear. Dinamarca elegiría otra opción: apostar por tecnología eólica. En 1976, el país instalaba sus primeras turbinas ; en 2021, el 43 por ciento de la energía consumida Dinamarca provino de molinos eólicos localizados, en su mayoría, en los mares Báltico y del Norte .

Si no hubiera sido por aquella decisión estratégica, la actual guerra energética de Rusia —cuyo penúltimo episodio parece haber sido el sabotaje de dos gasoductos en aguas danesas y suecas — hubiera sido catastrófica para Dinamarca. “Aprendimos que la solución es pasar a las renovables tan rápido como sea posible”, dice Rüdiger.

Oportunidad histórica

El caso danés muestra que, en el actual contexto geopolítico, España tiene en la transición energética una oportunidad histórica. Si el objetivo central de abandonar los hidrocarburos es luchar contra el cambio climático y cumplir con los compromisos de reducción de emisiones, el virtual embargo de gas ruso al Viejo Continente hace que, por una vez, converjan los intereses ecológicos, económicos y geoestratégicos. Alcanzar la soberanía energética verde puede suponer un motor de profundas y beneficiosas transformaciones.

Los últimos datos de Red Eléctrica España —la compañía que gestiona el sistema eléctrico— ya dan cuenta de que algo está cambiando. En 2021, España fue el segundo país europeo que más energía eléctrica generó a partir de eólica y solar, solo por detrás de Alemania . Aunque el sector eólico tiene más peso en el conjunto de la matriz, el salto en la producción nacional fue especialmente notable en el fotovoltaico (+37 por ciento anual).

“El sector está en su mejor momento”, resume por teléfono José Donoso, director general de la Unión Española Fotovoltaica (UNEF), la patronal del sector. “El pasado fin de semana el 30 por ciento de la energía eléctrica española provino del fotovoltaico”, explica. Donoso prevé que a finales de esta década la energía solar —tanto la generada por grandes parques como por instalaciones de autoconsumo— puede ser “la primera o segunda fuerte por capacidad instalada”. Sería un hito para un país históricamente dependiente de importaciones energéticas.

Lejos de tocar techo

La potencia solar instalada a finales de 2021, según REE, era de 15.174 MW, un 30% más que el año anterior. Pero el país está lejos —muy lejos— de haber tocado techo. “Hay tres factores clave para determinar el potencial de un país: el territorio disponible, las horas de sol y la tecnología. La tecnología es igual para todos, pero, comparado con Italia o Portugal, por ejemplo, España no tiene competidor en territorio y horas”.

Un argumento recurrente de los negacionistas o escépticos climáticos es que las renovables no son fiables; que no se puede saber cuándo el sol brillará y el viento soplará. Es una falacia. Empresas tecnológicas ya son capaces de proporcionar pronósticos certeros sobre la producción de energía fotovoltaica de un territorio específico. Lo hacen por medio de analizar millones de datos producidos por satélite durante casi tres décadas. El margen de error es de apenas el 4%.

Solargis, con sede en Bratislava y un centenar de empleados, entre ellos varios científicos españoles, es una de ellas. Se dedica a la comercialización de datos sobre irradiación solar. “Nuestra misión como empresa es desmentir que no se puede prever con certeza el rendimiento de una instalación fotovoltaica”, explica Francisco Pliego, jefe de ventas de Europa de Solargis.

Pliego dice que, para confeccionar sus mapas y comparativas mundiales, se extraen datos de una serie histórica que se remonta a 1994 y se actualiza cada 15 minutos. Con clientes en todos los continentes, Solargis ha participado en el Atlas Solar Global del Banco Mundial, un mapa interactivo donde se puede conocer el potencial fotovoltaico de cualquier lugar del planeta[ER6] . Los datos confirman que España es el país continental europeo con el mayor potencial fotovoltaico.

Mapa fotovoltaico

Mapa fotovoltaico / Solargis

Donoso, de UNEF, recuerda que esa situación privilegiada de España se ve reforzada por la baja densidad de población , lo que permite que haya grandes áreas disponibles para la instalación de paneles. “Esa competitividad nos brinda una gran oportunidad de desarrollo. Empresas industriales van a querer deslocalizar sus fábricas a España porque es donde estará la energía barata y limpia”, dice. Como los polos generadores de fotovoltaica son comunidades autónomas que han sufrido despoblación (Extremadura, Aragón, Castilla-la Mancha y Castilla y León), este sector emergente puede poner en marcha un ciclo virtuoso de desarrollo que genere inversiones, empleo y repoblación.

Extremadura, puntera

De todas esas comunidades autónomas, la que más decididamente ha abrazado esa revolución energética es Extremadura. Lidera la producción fotovoltaica nacional con 25 por ciento del total y tiene un plan para que toda su energía eléctrica proceda de las renovables a finales de la década.

El presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, evocó esta semana una era de “cambios vertiginosos” para su región. “Por primera vez en la historia, la industria está buscando lo que la región tiene y vamos a poder tener una cierta ‘venganza histórica’, porque veremos venir a trabajar aquí a gente de otros lugares, igual que los de aquí se marcharon a otras zonas”.  

Extremadura prevé usar menos del 1% por ciento de su territorio para producir energías verdes. Sin embargo, en algunas áreas se percibe con recelo la llegada de grandes parques, por el impacto para el paisaje y el turismo. Otro temor es que las zonas rurales se conviertan en meros solares productores de energía destinados a abastecer urbes y centros industriales. Son temas que requieren atención política, opina Donoso, pero sin perder de vista que la doble crisis que se cierne sobre el continente supone una oportunidad extraordinaria para el país.


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