Entrevista a Javier Sánchez, director del MIDE

"Se puede ser buen empresario y mal startupero. No todo es vender por 100 millones"

Detrás de cada nuevo negocio hay una persona con sus circunstancias particulares. Javier Sánchez García, joven emprendedor y director de la entidad sin ánimo de lucro que vigila el ecosistema innovador de Madrid (MIDE), nos habla de emprendimiento y también del potencial de una región con gran capacidad para atraer talento.

Javier Sánchez García, joven emprendedor y director de la entidad sin ánimo de lucro que vigila el ecosistema innovador de Madrid (MIDE), nos habla de emprendimiento y el potencial de la región

Javier Sánchez MIDE

Javier Sánchez MIDE / economia

Agustina Barbaresi

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Si intentamos categorizar a Javier Sánchez García, lo meteríamos en el saco de lo que llaman millennials. Pero, a pesar de su juventud, ha vivido más vidas que muchos de más edad. Fue jugador de rugby en las categorías inferiores de la selección española y de la de Madrid, con la que fue campeón de España una vez. Emprendió por primera vez a los 19 años y ha fundado empresas como CrowdCentaurs y Recruitery Jobs. Y, recientemente, fue nombrado director del Madrid Innovation Driven Ecosystem (MIDE), un programa que busca el desarrollo de la Comunidad de Madrid siguiendo el marco teórico del MIT estadoundense. La experiencia es un grado y Javier tiene claras muchas cosas sobre los emprendedores: que cada uno es un mundo, pero que todos nacen en una jungla en la que es difícil hacer prosperar su negocio. Y que son, en esencia, unos soñadores que buscan soluciones a los problemas del día a día.

¿Qué es el MIDE?

MIDE nace de un programa del instituto tecnológico estadounidense MIT que se llama REAP (Regional Entrepreneurship Acceleration Programm). El REAP busca dar las herramientas teóricas necesarias para analizar un ecosistema de innovación a nivel regional. El objetivo es poder dotar a esas regiones con el conocimiento y las herramientas necesarias para poder poner en marcha un plan de acción que ayude a desarrollar y hacer crecer su ecosistema.

Esto comenzó en Boston, que siempre ha estado muy bien posicionado en cuestiones relacionadas con la innovación. Cuando comenzó el boom de Silicon Valley, en Boston empezaron a buscar un modelo para no quedarse atrás. Y se dieron cuenta de que no podían copiar lo que ellos estaban haciendo, porque son ecosistemas muy diferentes. Así que así fue como se creó la metodología que posteriormente se empaquetó y se ofreció en forma de programa (fuera de esta ciudad). 

¿Qué condiciones tiene que cumplir una región para poder beneficiarse del programa?

Una de las condiciones principales que pide el MIT es que el equipo que participa esté formado por representantes de los 5 stakeholders principales de cualquier ecosistema innovador: corporaciones, emprendedores, inversores, universidades y sector público. La semilla original del MIDE la puso la familia Pascual, ya que uno de sus miembros estudia en el MIT. Pensaron que tenía mucho sentido para la región de Madrid y consiguieron involucrar en un primer momento a IBM y Ferrovial en el ámbito de las corporaciones; a la Politécnica de Madrid en el ámbito universitario; a Tetuan Valley por el lado de los emprendedores; desde el capital riesgo e inversores a Unlimiteck y eCity Alcorcón; y también el área de innovación de la Comunidad de Madrid. Últimamente se han sumado nuevos socios, como Impact Hub. Después de este programa, que dura alrededor de dos años, se constituyó oficialmente MIDE, que es una entidad sin ánimo de lucro. Una iniciativa que quiere poner en práctica todo ese análisis que se hizo con la metodología del MIT. Nos financiamos al 50% con los socios de MIDE y el otro 50% lo aporta la Comunidad de Madrid, a través del programa RIS3, que es básicamente financiación europea a la que accedemos como “asociación de enlace”.

¿Ha supuesto algún cambio para vosotros el cambio de Gobierno en la Comunidad de Madrid?

No, aunque quizá de momento es pronto. Por nuestra parte el mensaje es de continuidad: esta iniciativa lleva ya tiempo en marcha. Entramos en la convocatoria de 2018 y la de 2019 ya está lanzada y parece que progresa. Sí que es verdad que la iniciativa RIS3 es bastante nueva, así que por ahí sí puede haber incertidumbre. En cualquier caso, tenemos una relación muy estrecha con la Comunidad de Madrid y no sólo por la financiación, sino también por nuestra vocación de colaboración. El programa lo que busca es el desarrollo de la región de Madrid.

¿Cuáles son los objetivos de MIDE una vez superado el programa del MIT?

Trabajamos en tres áreas principales. Una que es mantener ese observatorio de innovación y emprendimiento, seguir haciendo estudios e informes de lo que sucede en el ecosistema emprendedor con una perspectiva de análisis interno, pero también para divulgar y aportar información a otros, como medios de comunicación.

Por otro lado, tenemos una pata de aceleración de iniciativas, para poder llevar a la práctica todo aquello que consideramos que puede aportar valor. Concretamente hemos hecho varias iniciativas, como el bootcamp que celebramos en junio en colaboración con el Tecnológico de Monterrey. Para España y obviamente para Madrid tiene mucho sentido tender puentes con Latam y posicionar la región como un lugar atractivo para inversores y emprendedores que quisieran venir aquí. Para nosotros ha sido la primera piedra de un camino que queremos iniciar por Latinoamérica.

La tercera área es participar de todo lo que sucede en el ecosistema global: foros de trabajo, eventos, ponencias… cualquier iniciativa que implique aportar valor a la región de Madrid. Formamos parte de la Global Innovation Network, lo que nos da acceso a más de 45 ciudades de todo el mundo que han participado en el proceso. Digamos que hay otro ‘MIDEs’ en el mundo, cada uno con sus particularidades. En algunos tiene más peso el ámbito privado, en otros las universidades… Cada uno articula la columna vertebral de la iniciativa a su manera. Madrid es un nodo que forma parte de una gran red: queremos conectar con todo lo que está sucediendo en España, pero también con lo que pasa a nivel europeo. No estamos aquí para crear cosas en el ecosistema, sino para conectar las que ya hay: en Madrid hay mucho de todo, universidades, empresas o emprendedores. Pero falta exprimir mucho más la capacidad de interrelación. Queremos conectar a los agentes para que ocurran cosas.

Y en esa labor de conectar las partes… ¿os vienen a buscar para pediros ayuda o actuáis “de oficio”?

MIDE se fundó hace relativamente poco, a principios de 2018 y ha tenido un recorrido todavía muy limitado. Aún así con el tiempo que llevamos aquí ya hay gente que se nos acerca, pero nuestra vocación es totalmente proactiva. Una de mis responsabilidades como director es intentar involucrar a todos los agentes posibles e incluso encontrar nuevos socios.

Dentro del observatorio hay dos áreas. Una de análisis de datos de fuentes ya generadas (como el INE o el GEM), que nos muestran que sucede en la región. Pero a la vez queremos generar nuestra propia información también, así que tenemos una iniciativa de escucha activa: sentamos a la mesa a los representantes de los agentes involucrados (en cada ámbito) y les preguntamos su opinión, para que los estudios de MIDE lo tengan en cuenta. Ahora vamos a hacer entre 35 y 50 entrevistas a grandes corporaciones ubicadas en Madrid, para que nos den su visión sobre el ecosistema, qué fortalezas y debilidades encuentran, cuáles son sus apuestas principales, etc. Sabemos que el ecosistema tiene un montón de oportunidades y también de carencias.

Del 1 al 10, ¿qué nota media le pondrías a la innovación en las empresas españolas?

Según el Global Talent Competitiveness Index, estamos en sexta posición a nivel mundial, sobre 10. Así que la nota rondaría el 6, pero yo sería más optimista y le pondría un 7, aunque con matices. Madrid está posicionado entre las ciudades más importantes del mundo en cuanto a atractivo y potencial de innovación. Aunque el margen de mejora es amplio y tenemos un proceso de evolución al que aspirar si queremos llegar a lo más alto.

De todos los agentes involucrados, ¿quién hace más por los emprendedores en Madrid?

Si nos centramos en MIDE, todos los miembros tienen la misma voz y voto. Pero es verdad que una de las características que ha tenido desde el principio es la capacidad para movilizar al ámbito de las corporaciones, cuando siempre ha costado siempre mucho involucrarles en el ecosistema.

Si hablamos de Madrid en conjunto, la respuesta más realista es que son los propios emprendedores lo que más hacen por los emprendedores. Hay un ámbito, que no está contemplado en los 5 (que incluye su metodología) que son los facilitadores, que no son ni emprendedores puramente ni inversores: ayudas, programas, iniciativas... A veces no son sólo iniciativas altruistas: hay empresas que ven en esto oportunidades de negocio.

¿Madrid es una ciudad ‘amigable’ para empezar un negocio, incluso a pesar de cuestiones como la subida de los precios inmobiliarios?

La calidad de vida que tiene la región es relevante a la hora de atraer y retener talento. Es verdad que este dato se obtiene en comparación con otros hubs de innovación. Porque la calidad de vida es un concepto muy relativo: hay gente que valora más tener una casa en el campo a estar conectado o cerca de inversores potenciales. Pero hay datos objetivos, como seguridad o sanidad, que muestran que Madrid a nivel global tiene un atractivo diferencial. 

Es verdad que hay datos que no están actualizados en el último año y medio, que es cuando más estamos viendo el movimiento en el mercado inmobiliario. Sí que es una sensación común que el coste de la vida en Madrid está siendo elevado y eso es algo no juega a nuestro favor.

Obviamente hay retos que debemos afrontar, pero aún así es una ciudad amigable. No sólo por las oportunidades que se encuentran como emprendedor o inversor, sino por todo lo que ofrece culturalmente, gastronómicamente, la diversidad que presenta…

Hemos hablado de colaboración, pero hablemos también de competencia: ¿cómo de conectados están los ecosistemas de Madrid y Barcelona?

Por suerte hay muchas conexiones, pero a la vez no hay tantas como debiera. Ahora hay mucho movimiento regional, también en zonas como Valencia o el País Vasco. Es fundamental que haya conexión, somos compañeros en este viaje. Esto no consiste en ganar para estar por encima del ranking: consiste en crecer, aportar valor y crear. Esa relación es absolutamente necesaria, aunque la idiosincrasia y los recursos de los que disponemos unos y otros son diferentes. El emprendedor es un superviviente: nace en una jungla y lo sabe. No va a tener ningún pudor y quiere y hace lo mejor para su empresa, para crecer. Independientemente de dónde nazca. No va a dejar de hacer cosas porque sucedan en una región u otra. El mundo es cada vez más líquido.

¿Qué es lo más bonito y lo más feo de empezar un nuevo negocio?

Lo mejor es que la experiencia vital que te aporta puede ser increíble. El emprendedor en general es, en esencia, un soñador: es alguien que quiere cambiar el mundo y ayudar a la gente. Puedes ser más o menos altruista y tener más o menos impacto social, pero todo emprendedor lo que trata es de resolver problemas de la gente, del mundo real. Más allá de la riqueza o del salario que puedas llegar a ganar, está la satisfacción personal que te puede dar sacar un producto o una innovación que hace la vida de la gente algo mejor.

En cuanto a la parte negativa, no desvelo ningún misterio: hablamos mucho del fracaso como elemento positivo y yo creo que lo tiene. Pero también hay que hablar de lo enormemente complicado que es hacer que una empresa funcione, que sea estable y genere empleo. Los ratios de fracaso son escandalosos y, viendo las estadísticas, es altamente posible que te ocurra. Empiezas un negocio con toda la ilusión y el cariño, pero lo más probable es que no salga adelante. Cualquiera puede intentarlo, pero no necesariamente conseguirlo: hace falta mucho conocimiento, talento y recursos. Está claro que hay muchas formas de emprender y que alguien que tenga la vocación y la determinación necesarias puede llegar a hacerlo. Pero no me parece un mensaje prudente transmitir el mensaje de “si te gusta ir a la oficina en zapatillas y el skate, lanza una startup”. 

Por desgracia este ecosistema es muy volátil: hay muchas iniciativas que nacen y desaparecen. Por ello una de las cosas que estamos viendo cómo analizar es la durabilidad de las iniciativas, para ver cuáles son puntuales y cuáles son de continuidad. Hay iniciativas que nacen y duran un año o dos hasta que desaparecen. Aunque esto no tiene por qué ser necesariamente malo, si en su período de existencia han aportado valor. 

¿Aún se habla de burbuja en el emprendimiento o ya hay menos ‘fiebre startupera’?

Muchas veces parece que el emprendimiento es la solución a todos los problemas. Ya no estamos en esa etapa, pero hubo un tiempo en que se decía “no hay empleo, móntate una empresa”. Ahora hay más mensajes de protección para que la gente no se juegue su patrimonio personal.

Podríamos decir que hubo una burbuja, pero no con las connotaciones económicas y financieras, sino en el sentido de que había un hype, como cuando algo se pone de moda. Tiene mucho sentido porque el mundo de emprendimiento digital tiene muchas fortalezas y por eso creo que es tan atractivo.

Pero creo que, suponiendo que hayamos emprendido por encima de nuestras posibilidades, el balance sería positivo, por la gente que haya podido sacar un aprendizaje y reciclarse. Yo fundé mi primera empresa con 19 años, cuando no tenía dinero y no tenía nada. Y aprendí que podía salir adelante, aunque no fué ni mucho menos un caso de éxito.

¿La meta de toda startup es llegar al matrimonio con una gran empresa?

No todo el mundo emprende por los mismos motivos ni espera conseguir lo mismo. No todo el mundo quiere vender su empresa por 100 millones. Se puede ser un buen empresario y ser un mal startupero: se puede tener una buena empresa y generar rentabilidad y ganarse la vida, pero si se obsesiona con crecer y crecer para poder vender, a lo mejor frustra sus sueños y piensa que no vale. Y no sólo deja el camino del emprendimiento, sino que deja el cadáver de una empresa que, con otro enfoque, podría haber sido una compañía rentable y con un impacto enorme en la sociedad.

Si miras el número de empresas que se compran en un año y ver el número de empresas o CIFs que se crean en un año, te das cuenta de que el porcentaje es irrisorio. Hay diferentes ligas y objetivos: tiene que haber de todo y ni todos crean una empresa para llegar a venderla ni todos son el emprendedor de barrio, que por cierto es quien genera la mayoría del empleo. El emprendedor debe saber qué tipo de emprendedor quiere ser. Y esa pregunta no es muy común hacérsela ni que te la hagan. A veces ver gente con ideas estupendas, pero que no encajan en el modelo que persiguen.