¿La amenaza de deflación se está haciendo realidad?

La moderación de la tasa de paro y la caída de la prima de riesgo no esconde la amenaza de la caída de precios

EDUARDO LÓPEZ ALONSO / Barcelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El fantasma de la deflación hace cada vez más ruido. Los últimos datos confirman una situación de caída de salarios, adormecimiento del consumo y bajada de precios. Cierto que el empleo muestra signos continuados de mejora en España, pero puede tratarse simplemente de un espejismo, de éxodo al exterior de necesitados de empleo o de falta de fiabilidad de la estadística. Los analistas reconocen que los datos de evolución de los precios no son para tomarlos a broma.

Mientras el Gobierno insiste en resaltar la buena evolución de la tasa de paro y de la prima de riesgo, el FMI y el BCE empiezan a preocuparse seriamente. 

Los economistas siguen sin consensuar una posición clara contra la deflación. Mientras Obama impulsa la subida del salario mínimo en EEUU un 40%, la carrera por la devaluación de salarios en Europa parece no haberse acabado y las políticas de control de gasto se mantienen en Europa con mano de hierro al margen del Gobierno que la ejecuta.

Draghi y el margen de maniobra

El presidente del BCE, Mario Draghi, sigue la evolución de la situación con la misma tranquilidad que se vive antes de la tormenta. La que definió como recuperación "débil, frágil y dispar" se mantiene imperturbable en esos parámetros. Tras abaratar el precio del dinero al 0,25%, al BCE no le queda un gran margen de maniobra salvo regalar todavía más euros a la banca.

Y las medidas para reactivar el consumo han sido hasta ahora un gran fiasco. La banca ha disparado las comisiones y sigue reteniendo los créditos para oxigenar sus balances maltrechos por el desplome inmobiliario. En ese contexto nada invita al consumo de tiempos pasados. Pero las entidades financieras todavía esperan la llegada de un botín inesperado, que el BCE ofrezca incentivos a los bancos que presten su dinero.

Deflación y lo que pasa ahora

Para entender las razones que hacen temer tanto un contexto de deflación, algunos economistas recurren a dibujar un ejemplo a escala de las cuentas personales. Explican que si una familia soporta una deuda igual al 100% de sus ingresos y paga intereses del 4%, por ejemplo, el peso de esa deuda tiende a disminuir con el paso del tiempo de manera casi vegetativa en una situación normal. La inflación compensa los costes financieros de la deuda y más si los ingresos aumentan. Sin embargo, en una situación real de deflación familiar (esa que a Draghi le parece dispar pero que en España se extiende), los ingresos disminuyen, los precios bajan y el peso de la deuda se hace cada vez más insostenible, ya que los tipos de interés ya no pueden bajar más.

Aplazar los gastos

En una situación como ésta de deflación o expectativas negativas futuras continuadas, los gastos importantes se aplazan, se renegocian los contratos de servicios o se eliminan, las tasas de ahorro aumentan en el caso de los que mantienen sus ingresos y disminuyen para los que ven sus expectativas laborales recortadas. A aquellos con rentas altas les es más barato vivir, para los hipotecados la angustia aumenta porque el margen de maniobra se estrecha. La caída de los precios contribuye a hacer que la opinión pública y los empresarios en particular tiendan a considerar que los empleados tienen sueldos altos por lo que aumentan los despidos y se elevan las diferencias sociales entre los que tienen empleo y los que no.

Pesadilla

A esta pesadilla deflacionaria los economistas la denominan habitualmente también japonización de la economía al recordar la situación que ha sufrido Japón durante varias décadas. Crecimiento apático, alto nivel de deuda pública, contracción del crédito, divisa fuerte, envejecimiento demográfico... todos ellos elementos comunes con la situación actual. La cura de austeridad se ha convertido para muchos en la mayor amenaza para la economía europea por lo que consideran que el camino a seguir debe parecese al elegido por el de los japoneses: inyectar dinero público y volver a endeudarse. Sin embargo parece difícil incluso con la activación de la máquina del dinero del BCE que vuelva el optimismo y se recupere el consumo si no es posible restablecer las rentas de la mayoría, que suban los salarios de nuevo con precios controlados y que el crédito se canalice de la banca a los particulares con fluidez.