UN VECINO LLAMADO...

Pedro García Aguado : «Sant Andreu es un remanso de paz»

Con 17 años, Pedro García Aguado dejó Madrid, su ciudad natal, para dedicarse por completo a su carrera como waterpolista, con el Club Natació Catalunya. En Barcelona vivió de todo. Pero le faltó sentir el arraigo que, a los 38, hallaría en Sant Andreu.

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CARME ESCALES
BARCELONA

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«Un superviviente».Así se define a sí mismo alguien con una exitosa vida que acabó pendiendo de un finísimo hilo. Después de que las drogas y el alcohol tiñeran la gloria conseguida en el agua transparente de la piscina, a base de esfuerzo como waterpolista, Pedro García Aguado desapareció. Tuvo que estar tres años aislado por completo de su mundo anterior para recomponer un incierto futuro. Superado el durísimo reto de vencer a las adicciones, el campeón olímpico se encontró un día paseando por las calles de Sant Andreu. Buscaba una vivienda para crear en ella su hogar y empezar de nuevo.

«Tras las sesiones de rehabilitación, vivía en Terrassa, con mi madre, y cerca de mis hijas. Pero llegó el momento en el que quise independizarme. Y me puse a buscar piso», explica el presentador de Hermano mayor y El campamento (Cuatro), cuyas próximas temporadas se emitirán próximamente.«Yo nunca había dado valor a nada. Ganaba mucho dinero y todo parecía fácil de conseguir. En 13 años, me compré cuatro motos, dos de gran cilindrada. Alquilaba pisos, nunca invertí. Solo pensaba en entrenar, salir y gastar», reconoce el autor de Mañana lo dejo (Bresca).

La energía de un lugar

Existe una especie de feng shui natural, que no viene de Oriente, un sensor de energía dentro de las personas. Pedro García Aguado lo llevaba activado cuando fue en busca de un nuevo hogar. ¿Cómo se siente la energía?Yo caminaba por estas calles de Sant Andreu y me sentía tranquilo, cómodo, me apetecía formar parte de ese lugar. Eso es la energía: las ganas. Yo tuve ganas de pertenecer a ese barrio», detalla García.

El olor a café del tostadero del bar Caracas, el mercado, la pastelería, el quiosco, la librería, todo eso formaba parte de aquella energía. «Sentí que este era un buen lugar para echar raíces. Y me compré un piso»,explica el Hermano mayor.

«Lo que no había hecho a los 24, lo hice a los 38. Me metí hasta el cuello en una hipoteca. Me dije: voy a pelear por ello. Yo nunca había sentido el arraigo a un lugar»,declara Pedro García Aguado. Eso fue en el 2006, cuando el preparador ya trabajaba como terapeuta en el centro de La Garriga en el que había estado ingresado.

Desde su piso, García disfrutaba de los atardeceres,«es un tercer piso -sin ascensor- y desde él se ven los tejados de las casas y el cielo. Es fundamental poder ver el cielo. Con la vista, escapaba. Me gustaba ver cómo se ponía el sol»,describe.

En Sant Andreu, el exwaterpolista le fue cogiendo cariño a las pequeñas cosas.«Nunca había puesto los pies en una biblioteca, y aquí me saqué el carné para ir a estudiar y documentarme. Ahora me encanta leer, sobre todo libros de psicología y todo lo que tenga que ver con dejar de sufrir», comenta. Además de sus horas en la biblioteca Ignasi-Iglésias-Can Fabra, unos churros en la churrería Marisa, en la calle Gran de Sant Andreu, y comprar el periódico en el quiosco y leerlo en el bar Versalles son parte de la vida«ordenada y tranquila» que Pedro García Aguado llevaba en Sant Andreu. Pero la tele irrumpió en su vida y su superación personal fue la fórmula que empleó para ayudar a adolescentes inadaptados a ilusionarse y luchar por algo.«Eran muchos viajes a Madrid y, cuando llegaba a Barcelona, me iba a Terrassa a ver a mis hijas. Me pasaba el día en la carretera. Y decidí instalarme en Terrassa y alquilar mi piso de Sant Andreu», explica.

Pedir consejo

El éxito ha regresado a la vida de este deportista, que ahora cuenta con la madurez necesaria para canalizarla y echar una mano a otros en la imprescindible tarea de autogestionarse. Paseando por las calles del barrio de Sant Andreu,«que será un buen lugar para descansar, porque es un remanso de paz, y un barrio muy agradable para las personas mayores», elHermano mayorno pasa desapercibido.«La gente se me acerca, no para hacerse una fotografía conmigo solo para pedirme asesoramiento»,cuenta García.«El desconcierto en la adolescencia es algo normal. Pero hay que ayudar a buscar el talento de cada joven. Todos tienen alguno», asegura este entrenador, que próximamente abrirá, con dos socios, un centro en Barcelona«para atender transtornos de comportamiento entre los 6 y 21 años», avanza Pedro García Aguado, desde el Sant Andreu en el que él halló su arraigo. Un arraigo que, al fin y al cabo, no era más que el compromiso con él mismo, y con la vida que sí quería llevar.