Opinión | APUNTE

Jordi Puntí

Jordi Puntí

Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.

La temporada más triste

Xavi Hernández en la banda de Montjuic

Xavi Hernández en la banda de Montjuic / JORDI COTRINA

A falta de un partido para liquidar la Liga, podemos decir que ésta no ha sido la peor temporada del Barça. De hecho, incluso se ganaron tres ligas -dos con Van Gaal y una con Rijkaard- con menos puntos que este año. No ha sido la peor temporada, pero quizás sí la más triste. Las razones del desencanto son múltiples. Empecemos por lo bueno, sin embargo, que por contraste aún agrava la frustración del conjunto: los jóvenes. Es decir, la consolidación de Lamine Yamal, la sorpresa de Fermín y la irrupción de Cubarsí. Tres nombres que dan esperanzas para el futuro, si además añadimos los de Balde y Gavi, lesionados de larga duración. 

La temporada ha tenido media docena de partidos buenos, para soñar un poco, pero no bastaban para crear expectativas de futuro. A medida que avanzaba en el calendario, el equipo se deshacía y perdía ilusión. Los dos Joaos han aportado una tristeza que es como un lamento de fado: Xavi se ha hartado de los altibajos de Joao Félix, pero no se ha cansado de insistir en Joao Cancelo por la banda, aunque demostrara anarquía en el juego. Éste es otro factor de desánimo: la progresiva desconexión emocional de Xavi con los jugadores. No ha sabido implicarlos a todos, ni siquiera cuando había que sustituir a lesionados, y así, por ejemplo, Oriol Romeu se convertía en irrelevante y, de los nuevos, sólo Gundogan mantenía una buena regularidad.

Luego, claro, está toda la faramalla extradeportiva, que ha hecho aún más triste esta temporada sin títulos. Montjuïc lastraba emoción a un fútbol que, pese a ganar, nunca fue muy alegre. La tensión (más que pasión) con la que Xavi vive cada segundo de su trabajo —cuestión psicológica no resuelta—, junto a su intento de dimisión diferida, y después revocada a petición del club, y de nuevo puesta en duda con mil filtraciones, ha mareado y desconcertado aún más a los aficionados. Así las cosas, el juego del equipo, el fútbol, se ha convertido en una bagatela, una excusa, una pantalla que esconde una tristeza más honda, estructural, en un club cuyos dirigentes parecen actuar por impulsos de autodefensa. Mal asunto.

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