Andà p'alla, bobo

El Barça de Laporta y Xavi, segundo de Catalunya y tercero de España

Andá pallá Bobo by Emilio Pérez de Rozas

Andá pallá Bobo by Emilio Pérez de Rozas

Emilio Pérez de Rozas

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Antes que nada o por encima de todo: enorme Girona, prodigiosa temporada, tremendo club, apoteósica organización, maravilloso proyecto, sensacional método, ejecución impecable, vertiginoso fútbol, entrenador único, jugadores portentosos, conquista inimaginable y pueblo devoto.

Y, a partir de ahí, sigamos con lo nuestro, que es el Barça, algo que siempre se ha considerado ‘'més que un club' y que, ahora, sí, empieza a ser menos que nada. Cero. Un auténtico desastre, lo cojan ustedes por donde lo cojan. No tiene ni pies ni cabeza lo que está ocurriendo. No hay club. Ni estructura. Ni proyecto. Ni talento. La afición hace tiempo que pasa de ellos y la imagen, la reputación, el prestigio, están en el fango.

Los puristas del deporte, de los que me suelo reír bastante, por no decir mucho, afirman (y hasta les duele oírlo o leerlo) que en el deporte no se puede emplear la palabra ridículo y fracaso. Estupendo. Entonces, digo yo, cuando alguien, por ejemplo, la directiva que lidera Joan Laporta (es un decir, pues todos sabemos quién manda ahí) hace el ridículo que lleva haciendo desde hace años, qué hay que decir, que es absurdo, anómalo, irrisorio, grotesco, estrafalario, que son algunos de los sinónimos de la RAE para ridículo. No, perdón, hay que decir que está haciendo el ridículo. Con todas las letras y todas sus decisiones.

De cuatro en cuatro

Cuando alguien, por ejemplo, como Xavi Hernández, su ‘staff’, que el técnico volvió a elogiar anoche (por si acaso) asegurando que “preparan magníficamente los partidos”, y la plantilla azulgrana fracasa, como ha fracasado este año, donde, tal vez, ni acabe segundo de LaLiga, tras cosechar un 0 de 4, qué hay que decir, que es un revés, decepción, caída, fallo o frustración. No, hay que escribir que es un fracaso.

Las circunstancias, la mala suerte, su mala cabeza, los fallos individuales, el escaso acierto…Xavi tiene explicación para todo, menos para él y los suyos. Ha perdido los cuatro partidos, los 12 puntos, contra el Real Madrid y el Girona. Veamos, te puede ganar y hasta golear el Real Madrid, pero ¿el Girona?, pues el Girona te mete cuatro en casa y cuatro en Montilivi. Con futbolistas que tú no ficharías nunca, tal vez porque no proporcionan suculentas comisiones.

El técnico del Girona celebra con sus jugadores la clasificación de su equipo para la Liga de Campeones a la finalización del encuentro

El técnico del Girona celebra con sus jugadores la clasificación de su equipo para la Liga de Campeones a la finalización del encuentro / EFE/David Borrat

Ayer, había en juego muchas cosas y el Barça de Xavi y Laporta las perdieron todas. Todas. Había, dicen, una revancha deportiva, que se saldó con otro 4-2. Había que saber quién era mejor equipo, plantilla, proyecto, gestión y entrenador y el Barça salió goleado en todo. Y, peor aún, el día que te empujan al precipicio, tu adversario se mete en la Champions y el rival de toda la vida, el Real Madrid, celebra el título de Liga.

Peor aún, los niños, los jóvenes, los adultos que estaban en Montilivi, que antes eran del Barça (Nike ha perdido ahí un gran mercado), te despiden con cuatro dedos de su mano derecha abiertos y dos de su mano izquierda al aire. Cuando el Barça abandonó Montilivi, ya era el segundo equipo de Catalunya y el tercero de España. ¿En serio no podemos hablar de ridículo y fracaso?

Yo estaba convencido de que Xavi, tras este escandaloso 4-2, demasiado parecido a aquel 3-5 del Villarreal, iba a presentar, ahora sí, en serio, de verdad, la dimisión en diferido. Pero no, dijo que “no”. Le faltó añadir “a día de hoy”. Tal vez tenga la sensación de que aquel efecto ficticio que se inventó para que su equipo reaccionase hasta perderlo todo, tiene ahora una traducción a la inversa: los jugadores, que, según Xavi, recibieron su continuidad haciendo el mejor entrenamiento del año ¡manda co…..!, han querido darle la bienvenida con este fracaso estrepitoso. Como diría aquel ¿qué hacemos ahora con el bufón de LaLiga?

¿Y ahora qué?

Sé que esto que voy a escribir le importa un pimiento a los 140.000 socios que, dicen, tiene el Barça y, por descontado, a los 17.000 abonados que suben a Montjuïc y, ya no digamos, a la sociedad civil catalana, pero me sigue provocando pavor, duda y cierto estremecimiento que el Barça esté en manos de aquellos que se reunieron en el ático de la Diagonal y, en contra de los directivos, decidieron lo que decidieron.

El delantero polaco del FC Barcelona, Robert Lewandowski, durante el encuentro.

El delantero polaco del FC Barcelona, Robert Lewandowski, durante el encuentro. / EFE/David Borrat

Pensar lo que pueden pensar hoy Joan Laporta, Rafa Yuste, Alejandro Echevarría, Joan Soler, Anderson Luis de Souza ‘Deco’, Enric Masip, sí, sí, Enric Masip y Bojan Krkic, sí, sí, Bojan Krkic, frente a unas bandejas de sushi, esperemos que sin botellas de sake delante, da mucho miedo. Sobre todo porque siguen confiando ciegamente en Xavi y su ‘staff’. Y son ellos, los del ‘camarote’, los que deben meter mano y arreglar esto.

El mismo miedo que me da el silencio, cómplice, tremendamente cómplice, de los 24 ejecutivos de altísimos nivel que han abandonado el barco sin explicar por qué se han ido y el escaso coraje y honestidad que tienen los directivos, todos, que le dijeron a Laporta que aceptase el adiós de Xavi y buscase otro entrenador.

Toda esa gente se debe al club, a los socios, que, de momento, siguen siendo los dueños. No es suficiente haber vuelto a encontrar trabajo y cerrar los ojos. No es suficiente pensar que tenías razón y que Xavi jamás debió continuar. Debes dar la cara y contarlo. El ridículo y el fracaso también son de ellos. De todos ellos.

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