Andá p'allá, bobo
Señor Laporta, por favor, a otro perro con ese hueso
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
Era el 14 de mayo de 1994. Antonio Jesús López Nieto, exárbitro internacional y actualmente prestigioso presidente del Unicaja de Málaga, uno de los grandes de la Liga ACB, pitó un penalti a favor del Superdepor, frente al Valencia, en Riazor, que hubiese podido significar la conquista del título de Liga. Pero Miroslav Djukic lo falló (o lo paró el meta valencianista José Luis González) e hizo campeón al Barça.
Aquella noche, López Nieto cenó en un restaurante de A Coruña con unos amigos, entre ellos un veterano periodista deportivo de enorme prestigio. Y, a mitad de la cena, se acercó a la mesa del colegiado un hombre inmenso, muy grande, impecablemente vestido. López Nieto temió lo peor. Y sus comensales, también.
El caballero, nada más llegar a la mesa, extendió su inmenso brazo y mano derecha para saludar al árbitro. “Quiero felicitarle por el arbitraje que ha hecho. Quiero que sepa que soy socio e hincha del Depor desde que nací. Y quiero agradecerle lo bien que ha pitado. Pero, sobre todo, quiero agradecerle que usted me haya quitado la excusa del árbitro para toda mi vida. No hemos ganado la Liga porque hemos fallado el penalti, porque no hemos sabido ganarla. Gracias por su comportamiento”.
Y llega Xavi Hernández
El 13 de agosto pasado, en el primer partido de Liga, el Barça de Xavi Hernández, sí, de Xavi Hernández, empató a cero en el campo del Getafe. El árbitro Soto Grado, ¡mira qué casualidad!, el mismo que dirigió el Real Madrid-Barça del domingo, en el majestuoso Santiago Bernabéu, dejó de pitar un penalti a favor de los culés por mano previa de Gavi. O eso dijo el VAR.
Aquel día, sí, sí, el primer día de la temporada, en el primer partido de LaLiga, Xavi, que inició allí su cuenta de expulsiones, calificó el partido de “vergüenza absoluta” (¿les suena?), “ha sido una injusticia muy grande” y “no me extraña que la gente no quiera ver fútbol”. Justo 32 jornadas después, tras otro arbitraje de Soto Grado, Xavi no se ha movido ni un peldaño de su sitio. En el peor ‘estilo Mourinho’, Xavi ha seguido pataleando en la zona técnica, ha seguido protestando, le han seguido expulsado, dijo que no ganaría LaLiga y, en efecto, la ha perdido a falta de seis jornadas.
Es evidente que resulta muuuuuuucho más sencillo calentar a los culés con el victimismo de los tiempos de Joan Gaspart, decir que con estos árbitros jamás ganaremos LaLiga (y eso que la conquistaron hace unos meses), que contar la verdad, que explicar en qué han fallado, que ser lo suficientemente humildes, deportivos y profesionales para contar que la derrota en la Supercopa con el Real Madrid, en la Copa con el Athlétic, en la Champions con el PSG y en LaLiga con el Real Madrid es fruto de una temporada desastrosa, en la que, a falta aún de dos meses de competición, ya lo han perdido todo.
Xavi y Joan Laporta, que cuando les felicita el taxista piensan que les ha felicitado toda Catalunya, han fracasado de forma rotunda. Su primer fracaso, que, tres años después, tratarán de revendernos, fue construir un proyecto, un reto, un relato, una apuesta grandilocuente cuando no tenían mimbres para esa propuesta y, peor aún, cuando iban a malgastarse el dinero en fichajes de conveniencia, entre amigos, ni siquiera ‘low cost’, pues el Barça se ha gastado cientos de millones en esta plantilla.
32 jornadas después
Y, 32 jornadas después, se producen dos acontecimientos esperpénticos. Joan Laporta se coloca ante la cámara de Barça TV o Barça One, como se llame ese invento, y protagoniza el discurso más irrisorio, victimista, pobre, ridículo, cutre, impensable, innecesario, pequeño, inferior, bochornoso, de las últimas décadas. Cierto, un discurso populista, en la línea de ‘Alo, presidente’, dirigido a su gente, a sus votantes (30.184), a sus fieles, a sus seguidores, a su iglesia, pero vacio, burlón, injustificable para los socios del estilo Media Markt, de “yo no soy tonto”. Y es que no se puede perder todo, tanto y mal, por culpa de los árbitros. No. Pero él, que se cree con poder de hacer llover, se atreve a decirlo. Y amenazar a toda LaLiga.
Y la otra perplejidad que se produce es que aquel entrenador, Xavi Hernández, que dijo a inicios de temporada “sé donde estoy y sé que si no gano títulos, me tendré que ir”; aquel técnico que, en enero, dimitió en diferido (y le dejaron); aquel ‘mister’ que, días después, comentó que se iba porque esto era inaguantable, le faltaba energía, la presión de la prensa era insoportable, no se sentía valorado y es "desagradable" ser entrenador del Barça; aquel preparador que el 23 de abril ya ha perdido los cuatro títulos a los que aspiraba; aquel líder que ha perdido los tres clásicos, aquel, Xavi Hernández, llama a la puerta del presidente, toc, toc, y le dice que quiere seguir.
El técnico ideal
Y todo esto lo hacen, lo protagonizan, los escenifican, Laporta y Xavi, que ni siquiera son capaces de reconocer un solo error en la gestión de esta nefasta temporada. Me temo que el Barça, el ‘mès que un club’, interesa ya a tan poca gente, que presidente y entrenador se saldrán con la suya. Laporta le pedirá a Xavi que siga y Xavi repetirá el discurso intimista, sentimental, de yo he sido culé toda la vida y siempre estaré al servicio del Barça y, si me lo pide el presidente, seguiré.
Aquellos que jamás nos creímos esta farsa, aquellos que escribimos que estaba por producirse, por publicarse, la fotografía de ‘se queda’, aunque no protagonizada por Piqué ni mucho menos por Masip, sabemos que todo fue puro cuento. Una decisión para motivar a los jugadores, hasta que llegó el PSG y el Real Madrid. Eso también nos lo vendieron y, cuando Xavi diga que se queda, lo recordará.
Una cosa está clara: el presidente no tiene otro entrenador en cartera y Xavi es lo suficientemente dócil como para volver a aceptar todo lo que le fichen. O le quiten, como cuando le birlaron a Ousmane Dembélé.
Si antes pidió a Foyth, Zubimendi, Kimmich, Guido Rodríguez y Bernardo Silva y acabaron viniendo Oriol Romeu, Iñigo Martínez, Joao Feliz, Joao Cancelo, Gündogan y Vitor Roque, ahora se conformará con los que recomiende Mendes, Zahavi, Cury, Echevarria o Deco.
Todo por amor al club. Y la familia. Perdón, las familias, pues la de Laporta también cuenta.
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