APUNTE

La genética del barcelonismo, por Jordi Puntí

Xavi Hernández, durant un entrenament del Barça. | VALENTÍ ENRICH

Xavi Hernández, durant un entrenament del Barça. | VALENTÍ ENRICH / marcos lópez

Jordi Puntí

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La decisión irrevocable de Xavi de dejar el banquillo del Barça a fin de temporada, pero a su vez luchando por los dos títulos que están vivos, nos sitúa en un escenario inédito para el barcelonismo: como si estuviera a la vez dentro y fuera del club. Desligando su futuro de los resultados, Xavi ha ganado distancia y sobre todo libertad para decir lo que piensa. Pero he escrito “decisión irrevocable” y todos sabemos que si, inesperadamente, se ganara la liga, y ya no digamos la Champions, saldrían voces pidiéndole que repensara su futuro. Reforzado, Xavi podría argumentar que en el fútbol todo cambia y continuaría, aunque también podría aprovecharlo para hacer una gran peineta —“aquí os quedáis”—, pensando sobre todo en los periodistas que le cuestionan.

Mientras esto no ocurra, desde el interregno de su estatus actual habla como un barcelonista más, sin presiones. Hace unos días, antes de la goleada ante el Getafe, Xavi expresó que el entrenador que le sustituya debería tener ADN Barça, alguien de la casa que conozca la idiosincrasia del club -como él, vamos-. En el fondo era una forma de validar su propio perfil, pero al mismo tiempo creaba una paradoja, porque precisamente en su caso el pensamiento mágico no ha funcionado del todo: un jugador que marcó una época, más de la casa imposible, pero precisamente por eso hipersensible a las críticas.

Quizá debería revisarse el concepto ADN Barça, cuando se trata del entrenador. Si nos remite a un estilo de juego cruyffista, es evidente que ha ido evolucionando y no todos los holandeses, como por ejemplo Van Gaal, tienen el ADN Barça por nación interpuesta. Si nos referimos a los que ya han crecido en el Barça, pienso en esa frase de la ensayista Karl Kraus, quien decía que la gente que te vio crecer desde pequeño no cree en el talento natural, sino que de forma inconsciente te juzga y valora como aquél que eras de pequeño. Quizás es mejor no ofuscarse y entender que el azar maravilloso que nos llevó de Cruyff al Pep Guardiola entrenador fue sobre todo eso: un azar irrepetible.