Barcelona - Villarreal (3-5)

El Barça pierde los papeles y también se hunde en la Liga

Tras despedirse de la Supercopa y la Copa del Rey, el equipo azulgrana se derrumba también en la Liga. Pese a levantar un 0-2 ante el Villarreal, el equipo queda desnudo en un final inaceptable y Xavi Hernández claudica.

Francisco Cabezas

Francisco Cabezas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Las despedidas largas tienen, sí, algo bueno. Hay un momento en que uno se cansa de llorar, de destruirse, y simplemente se dedica a preparar el funeral. Xavi Hernández tendrá ahora cinco meses por delante para hacerlo, una vez anunció que el 30 de junio se acaba su etapa como entrenador en el Barça.

Perdió el Barça energías en simular ser otro equipo durante 11 minutos, el tiempo que tardó en voltear un 0-2 y convertirlo en un 3-2 a lomos del sublime Lamine Yamal. Pero pronto volvió al desquicio. Empató Guedes, el árbitro Munuera Montero rectificó un penalti tras revisar la jugada en el monitor (Comesaña tenía el codo pegado al cuerpo), y Xavi Hernández, más pendiente de la locura que del juego, de su futuro que del triste presente, gritó: «Es una vergüenza».  Lo hizo mirando a la cámara, no a su banquillo. Ni al terreno de juego, donde Sorloth y Morales acabaron sepultando a un Barcelona que, tras perder la Supercopa y la Copa, también se despidió de la Liga

Bajó la niebla en Montjuïc, los hinchas se encogieron en sus chaquetas, y la tarde, que comenzó silenciosa y áspera ante el mustio estado de ánimo de los futbolistas del Barça, provocó pronto el escalofrío del dramatismo. 

Tristeza

El mismo Villarreal que había ganado uno de sus últimos siete partidos, que estaba jugando, sí, por la permanencia –primero con Setién, ahora con Marcelino– en una temporada en la que nada le estaba saliendo, se bastó con Gerard Moreno y Sorloth para desnudar también al Barça. En sólo un acto, al Villarreal ya le habían anulado dos goles –uno con justicia (Baena), otro con el rosario colgado de la mesa del VAR (Gerard Moreno)– y marcó otro, también de Gerard, aunque esta vez legal. Pero lo peor para el Barcelona no fue eso, sino la tristeza con la que sus futbolistas deambulan sin remedio hacia el averno. El Villarreal acabó el partido con cinco tantos en cuatro disparos a puerta. 

Decía Xavi que quería ganar algo de consistencia y equilibrio incrustando a Oriol Romeu en el once, aunque para ello tuviera que prescindir de Pedri al comienzo. Ocurre que Romeu ha acabado por creerse que no da el nivel para el Barça, por lo que juega con la pesadumbre de quien cree no merecer su lugar.

También despertó cierto interés el regreso a la titularidad de João Félix, futbolista que el agente Jorge Mendes intenta encajar definitivamente en el club con la connivencia del presidente Joan Laporta y pese a los evidentes recelos de un entrenador que no sabe qué hacer con él.

Estacas

El juego del Barça es tan lento, tan previsible, tan burocrático que resulta fácil olvidarse de que por allí corre un balón entre estacas clavadas en el césped. Lo único bueno brota del talento individual, y ahora nadie como Lamine Yamal, que a sus 16 años se encuentra que tiene que echarse el muerto a la espalda.

«Aleluya», que cantaba Cohen con su tono fúnebre. El Barça no encajó en el primer minuto. Pero no se libró de comenzar perdiendo su undécimo partido de 17. Ni siquiera aprovechó que el árbitro Munuera Montero y su auxiliar apreciaran que Sorloth, en fuera de juego, podía molestar levemente a Araujo en el gol anulado a Gerard Moreno. Qué más da.

Con el 0-1, al borde del descanso, el Barça volvió a las andadas a su manera. La acción nació en un fuera de banda, quizá las acciones más sencillas de controlar. No para este equipo. Oriol Romeu dejó girar a Sorloth como el niño que se queda embobado frente a una peonza. Y Christensen, a saber por qué, entendió que debía defender a dos metros a Gerard Moreno, que esta vez sí pudo celebrar el gol en paz.

Agitación

Xavi se agitó. Cambió a un adolescente (Héctor Fort) por otro (Cubarsí). Se deshizo de Romeu. Y echó mano de Pedri y Cancelo, este último con un vendaje inquietante. Nueve minutos después, el carrilero portugués cometía un error grosero ante otro hijo de La Masia, Ilias, que marcó el 0-2.

Gritó el Barça por su supervivencia en un baile de San Vito que le duró 11 minutos. Gündogan, Pedri y Bailly en propia puerta hicieron creer a su hinchada en un sueño irrealizable. No es momento para coartadas arbitrales, sino para preguntarse por qué Gündogan, en el 3-3, escogió la única opción que destripaba a su equipo. O por qué Sorloth y Morales, en noche ya cerrada, acabaron por dejar en cueros a un Barça cuya pérdida de papeles en el crepúsculo no tiene justificación alguna. El último de los goles del Villarreal, con Iñaki Peña incapaz de decirle a sus defensas qué hacer, no fue más que la metáfora del naufragio. Los jugadores quedaron tendidos en el suelo. Pero sin tablones a los que agarrarse.

A Xavi Hernández quizá no le quede otra que leer los versos etílicos de Vinícius de Moraes: "El amor es eterno mientras dura". Y ya no queda nada.