Valencia - Barcelona (1-1)

El Barça de Xavi no encuentra remedio en Mestalla

El equipo azulgrana, del todo ineficaz, emborrona la gran acción de De Jong en el gol inaugural con un despropósito defensivo que permite el empate del Valencia

Lewandowski, ante Amallah en Mestalla.

Lewandowski, ante Amallah en Mestalla. / José Jordán / Afp

Francisco Cabezas

Francisco Cabezas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El Barça de Xavi no encuentra remedio. Ni para el gol, ni para su dolor. Mal asunto para un equipo desconfiado en las áreas, y para un entrenador que implora por que le feliciten mientras construye su realidad, no la de los demás.

Simuló haber mejorado. Incluso atacó durante buena parte de la noche con paciencia y criterio pese a su inconcecible ineficacia. Pero ni con ésas. En un santiamén, se dejó llevar por su tormento, emborronó la genialidad de De Jong en el gol que marcó casi sin querer un desesperante João Félix, y permitió que Hugo Guillamón tuviera tiempo de zamparse un paquete de pipas antes de empatar para el Valencia. 

Ahora que se discute quién ideó la convocatoria de la discordia del derrumbe en Flandes, con el presidente ejerciendo de malhumorado consejero y el resto asumiendo y ejecutando, le quedó a Xavi en Valencia decidir sobre el equipo inicial. Faltaría más. Y el entrenador, que nunca fue un gran revolucionario, que siempre intentó quedar bien con todo el mundo, optó por la solución más sencilla de gestionar en su camerino. Ni Lewandowski ni Koundé pagaron sus deficientes actuaciones contra el Amberes, y Cancelo regresó al lateral derecho para hacer un hueco a Balde y poder abrir aún más el campo con dos laterales ofensivos.

Los remates de Lewandowski

Al menos, Lewandowski sí se mostró esta vez partícipe de la dinámica de juego, viendo cómo Pedri y especialmente Gündogan, una de sus aristas en el vestuario, le alimentaban continuamente de balones. Y el polaco, que venía de no tirar a puerta en Amberes, al menos logró rematar tres veces entre palos en los primeros 35 minutos. Aunque sin acierto alguno. En la primera, golpeó desde demasiado lejos porque no quiso mirar a su derecha. En la segunda, ejecutó una estética volea que también repelió Mamardashvili. Y en la tercera, su cuchara tuvo más azúcar que tabasco.

Fueron éstas, junto a un disparo alto de Pedri, las mejores opciones del Barcelona en un primer acto frenético y que el equipo de Xavi comenzó a su manera. Es decir, con la cabeza embotada y permitiendo que el rival le despertara de golpe. Araujo y Cancelo se quedaron mirando a que el árbitro les concediera un saque de banda. Los futbolistas del Valencia, muy pillos, propio del espíritu adolescente impuesto por Baraja, fueron a la suya y encontraron a Yaremchuk, que se topó con una extraordinaria mano baja de Iñaki Peña.

João Félix, jugador del Barcelona.

João Félix, durante el partido en Mestalla. / José Jordán / Afp

Qué más da. Lo que dio De Jong en el segundo tiempo con sus pases con periscopio, lo negaron los atacantes y los defensores. Fue duro ver cómo hasta cinco futbolistas azulgrana se quedaban mirando a Guillamón mientras éste tramaba el empate en la frontal. De poco sirvió reclamar fuera de juego de Fran Pérez antes de que éste pegara un pelotazo hacia la luna, que fue donde se recrearon los centrales del Barça. Después, Ferran Torres y sobre todo Raphinha, extendieron el magma de decrepitud ofensiva.

Xavi se ha acostumbrado a vestir de negro. Pero aún le queda algo más para ser Johnny Cash, que prefería las miserias de la realidad al artificio de la irrealidad. «Ah, me encantaría llevar un arcoíris cada día. Y decirle al mundo que todo va bien». ¿Verdad?