Betis - Real Madrid (1-1)

Aitor Ruibal desactiva al Real Madrid y pone en peligro su liderato

Un zapatazo del lateral del Betis provocó el reparto de puntos en un partido de alto voltaje

Bellingham adelantó al conjunto blanco y el Betis acarició el triunfo con un cabezazo de Isco al palo. 

Denís Iglesias

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Nadie había ganado en el Villamarín y ni siquiera el Real Madrid, colíder de la Liga, pudo hacerlo. A pesar de tramos de superioridad y de adelantarse en el marcador por medio de Bellingham, el bloque de Ancelotti fue incapaz de desactivar a un Betis amparado por su público

El cuadro de Pellegrini se mantuvo inexpugnable en su fortín. Esta vez, gracias a un zapatazo descomunal de Aitor Ruibal, sufridor en defensa contra Rodrygo, pero victorioso en el ataque. El Betis supo aguantar en un encuentro que pudo terminar con Isco como gran héroe. Su cabezazo quedó a un centímetro. Lunin evitó la derrota con una estirada final frente a un cabezazo de Chadi Riad. El Girona y el Barça, que se enfrentan este domingo, se relamen con este tropiezo.

Con Ancelotti al mando, la meritocracia ha cobrado un nuevo sentido, más allá del nombre o currículum. Con lo bueno y lo malo que ello implica, aunque bajo su gestión suele tener un desarrollo positivo. De ahí la apuesta inicial de Lunin, a pesar del regreso de Kepa, porque el ucraniano había rendido durante la lesión del otrora "titularísimo". Y lo mismo con Brahim, que asistió a Bellingham.

Rodrygo, entonado

Salió el Real Madrid en un encendido Villamarín donde ningún visitante había ganado. Lo hizo siendo muy de izquierdas. Sobre todo por culpa de un Rodrygo en estado de gracia, que en la primera media hora hizo añicos a Aitor Ruibal. Pensó que le había sacado un penalti en el minuto 12. Soto Grado no vio nada y el VAR se quedó comunicando. Una aplicación del renovado criterio arbitral, revisado tras la última comparecencia del CTA.

El ataque blanco era un látigo de varias colas. Algunas nacidas de la necesidad, que en el caso del Real Madrid suele ser una virtud. Hasta 30 minutos de agobio de pases con el suficiente sentido como para terminar en gol. Es cierto que entró el balón una vez en la portería de Rui Silva, pero Brahim estaba en fuera de juego. También parecía deslocalizado el Betis cuando enfocaba el área rival.

La ocasión más clara de los locales, que encontraron su hueco en algunas malas salidas del rival, fue obra de Ayoze a la media hora. Mendy reclamó falta en una acción que terminó en una gran intervención de Lunin. Willian José se sumó a la inquietud con un disparo ajustado desde la frontal que servía de advertencia.

El de siempre

A partir de ahí, el Betis reclamó su presencia en el área contraria. El Real Madrid dejó de encontrar a Rodrygo y se orientó hacia el otro lado, donde Bellingham o Modric afilaron sus garras sin éxito en un partido que gozaba de un ritmo alto. Para los de Pellegrini, que el jueves se juegan el liderato de grupo en Europa League ante el Rangers, haber mantenido la puerta a cero había merecido la pena.

Sobre todo, después del último arreón madridista antes de la lluvia de peluches del descanso. Un tipo de campaña solidaria que cada vez se ve en más campos y que suscita la ovación. Un aplauso ruidoso que tanto el Betis como el Real Madrid no se habían merecido todavía.

Espoleó el encuentro Isco nada más reanudarse el partido. Su remate, con la punta de la bota, después de un magnífico pase de Ayoze, obligó a una rápida intervención de Lunin. Se había abierto la caja de los truenos, donde el Real Madrid encontró el primer tanto. Marcó el de siempre, Bellingham, quien definió como el delantero que en su día fue en el fútbol de formación. Hizo buena la visión periférica de Brahim. Dos cuchilladas certeras para abrir el camino.

A un centímetro de la heroicidad

No encontró la calma el equipo blanco. Respondió el Betis con un Aitor Ruibal al que daban por enterrado. Cicatrizó las heridas de la primera parte con un zapatazo descomunal frente al que nada pudo hacer Lunin. Quien le haya seguido la pista a este hombre de banda en los últimos años sabe que es capaz de eso y mucho más. De ahí que resultó extraño verle disparar tan solo.

El partido se empapó en gasolina y con la mecha prendida entró en el campo el exbético Dani Ceballos. Con una banda sonora generosa en su contra. La guerra se hacía por parcelas, con Isco como pegamento o Rodrygo haciendo 'drift' ante tres defensas béticos.

Fruto de esta igualdad de poderes, el encuentro se convirtió en un intercambio de golpes del que pudo salir victorioso cualquiera de los contendientes. Un cabezazo al palo de Isco tras un centro de Luiz Henrique estuvo a punto de tumbar al Villamarín, que evitó el clásico desenlace blanco de gol al límite, a pesar de que Joselu estuvo cerca de lograrlo.