El Girona empata con el Athletic y comparte el liderato de la Liga con el Madrid

Hacía frío en Montilivi, pero el encuentro fue una lección de compromiso con el balón del Girona, que resistió con entereza ante el Athletic, el mejor equipo, junto al Madrid, que ha pisado la casa de Míchel. Jugó sin Dovbyk, lesionado, pero se mantuvo de pie ante la cascada de oportunidades que tuvo el conjunto vasco.

Sigue el Girona en la cima de la Liga, compartiendo el liderato con el Madrid dejando claro que no es fácil quebrarlo. Cuando no le llega su fútbol moderno emerge Gazzaniga, el portero, para darle un punto, al tiempo que Sávio se consagra como una de las sensaciones del campeonato. Da igual donde juegue. Es el mejor casi siempre.

El partido fue bonito. Entretenido. Sin tiempo para despistarse mirando el móvil o atendiendo a las redes sociales. En Montilivi no hay pausa para relajarse. Llegó el Athletic de Valverde, un equipo serio y fiable, al que le falta el gol necesario para pensar en desafíos mayores.

Sin tiempo para aburrirse

Bonito, entretenido y, por supuesto, divertido fue lo que se vio en la casa del líder, con todas las entradas vendidas. Acabó 0-0 la primera mitad, pero nadie se aburrió. Y los entrenadores, eso sí, estaban de los nervios. Míchel andaba inquieto porque su Girona fue agujereado por el Athletic, pero no batido, sosteniéndose de pie gracias a las manos de Gazzaniga, ese peculiar portero que salvó disparos de Guruzeta –increíble su error en el minuto 4-, Sancet, Guruzeta, de nuevo, y Vesga.

Estaba siendo zarandeado el Girona por un atrevido y vertical equipo vasco. Pero no lo tumbaban. Ahí también, cuando los partidos se rompen para desgracia de los técnicos, se mide la madureza de los líderes. Mientras, Sávio andaba empeñado en romper, una y otra vez, a De Marcos, sometiéndole a una tortura en el flanco derecho de la zaga vasca.

El Girona llegaba con inteligencia al área de Unai Simón –hubo incluso un gol anulado a Yangel Herrera por fuera de juego previo del habilidoso extremo brasileño, un demonio con botas-, pero el meta de la selección española apenas hizo un parada. Y no fue difícil. Gazzaniga, en tan solo 45 minutos, firmó cuatro. Todas decisivas.

El venenoso regate de Sávio

Lesionado Dovbyk, al Girona ya le pasa como a los grandes siendo víctima del parón de selecciones, le tocó confiar en el regate de Sávio, la cabeza de Stuani y la astucia táctica de Miguel e Iván Martín, indetectables ambos, además de la clase que desprende Tsygankov. En un combate por puntos, el árbitro habría levantado los brazos del Athletic. Y el Girona, tímido y apocado (su primera falta fue en el minuto 39), aguantó con entereza. 

No era el equipo de Míchel hegemónico ni dominó el partido como acostumbra. Hubo momentos en que debía ir achicando agua de su área porque el elegante y omnipresente Sancet -¡qué pedazo de futbolista!- guiaba con tino el ataque vasco, oteando el paisaje de Montilivi volando con las alas de Williams (Iñaki por la derecha; Nico, por la izquierda), mientras Guruzeta desesperaba a Valverde. El partido estaba incluso por encima de la ausencia de goles.

El gol de Tsygankov

Era hermoso porque se asistía a un intercambio de golpes de dos equipos con una proyección ofensiva espectacular. Nueve remates del Athletic, cuatro a puerta; cinco del Girona, uno solo entre los palos de Unai Simón, echando de menos, como es lógico, el empuje y el cuerpo de Dovbyk. 

El partido se calmó tras el descanso. Mandaron los técnicos. Pero Sávio es un insolente. Un rebelde. Joven descarado y divertido, además de venenoso. Suya fue la jugada del 1-0, rasgando al Athletic por la banda izquierda dejando a Tsygankov solo ante Unai Simón. Zurdazo del ucraniano para esquivar el corpachón de Unai Simón. Y Montilivi, que registró, con 13.123 espectadores, la segunda mejor entrada de la temporada, solo superada por la visita del Madrid, explotó de alegría.

Iñaki Williams selló la igualada

Pero esa ambición del Girona –un ataque inacabado de Miguel- le costó caro porque el Athletic, en un contragolpe certero, pilló al líder con la defensa lenta integrada por Aleix García y Blind. Iñaki Williams certificó el empate, también con otro zurdazo. Se marchó en busca del 2-0 y descubrió el 1-1.

Entraron entonces los elementos de la rotación, con Portu teniendo que ejercer de ‘falso nueve’. Y emergió entonces el cansancio del Girona, con las piernas que le pesaban como plomo. Al Athletic le llegó la energía que había perdido. Aunque en los minutos finales el equipo de Míchel se adueñó, ahora sí, de la pelota. 

Estaban exhaustos todos. Pero no se dejaron ir en un partido que resultó ser un canto al fútbol ofensivo, divertido y bello.