EL ANÁLISIS
La contracrónica del Barça-Madrid: '(I can’t get no) Satisfaction'
Corría el rumor de que Mick Jagger era gafe para los equipos que apoya cada vez que va a un estadio a mirar, no a cantar. El rebote que le cayó a Bellingham en el tiempo cultivará la leyenda: al final, cantaron los madridistas el ‘Hey Jude’ de los Beatles
Joan Domènech
Periodista
Periodista. Título de Entrenador de fútbol nivel A. Deportista vocacional. Tras retirarme como futbolista, empecé a trabajar en Mundo Deportivo (12 años, 1988-2000). He asistido a cuatro Mundiales y cuatro Eurocopas. Coautor de varios libros. Miembro del colectivo ‘Periodistes Solidaris’ y 'Amics de Johan'.
Faltaban tres goles para que los Barça-Madrid llegaran a los 600 en los 255 clásicos que han disputado. Todos los números emblanquecen: 103 victorias del Madrid, 100 del Barça y 52 empates, 299 goles del Barça y 301 del Madrid.
El honor de sellar la cifra redonda lo alcanzó el futbolista de moda de la Liga, el alma del Real Madrid, con un doblete después de que abriera el marcador Ilkay Gündogan: Jude Bellingham se zafó dos veces de la pesadilla que vivía con Gavi, que lo vencía incluso en el choque físico, y alargó la extraordinaria inspiración que le guía, con un tirazo lejano que sorprendió a Ter Stegen y un balón rebotado que le dejó solo ante el meta.
'(I can’t get no) Satisfaction' canturreó entre dientes el culé al marcharse de Montjuic. El azar de un rebote oscureció una tarde redonda. Miles de veces la ha cantado Mick Jagger, que cultivó otro episodio de ser un gafe de tomo y lomo con los equipos a los que apoya. Se cuentan por derrotas cada asistencia suya a un estadio de fútbol. La presencia de los Stones tenía un peaje... El madridismo cantó el Hey Jude de los Beatles.
Se llevó los laureles Bellingham con los dos goles y se llevó la admiración Gavi, un coloso en el campo pese a ser el más pequeño en tallaje. La hinchada coreó su nombre, convertido ya en un señor futbolista que se consagró en la batalla donde se gradúan los cracks. Lo es, y ya es el joven con más clásicos a sus espaldas, un indiscutible para Xavi.
Gavi y Bellingham compusieron una de las parejas que danzaron por el campo, cerca de la que unía a Fermín con Kroos -otro duelo claramente azulgrana- y Araujo-Vinicius.
Gavi era el acompañante de Gündogan en el mediocentro, una variante que permite, entre otras cosas, que uno de ellos adquiera la licencia para abandonar la posición. De ahí que Gündo fuera el decimocuarto jugador en marcar de la plantilla. (Se sabe que en el Madrid solo se los apunta Bellingham).
La proximidad de Fermín y Gavi liberó a Gündogan de desempeñar el juego sucio. Salió limpio del clásico: las faltas las hacían los niños. Pero también crearon. Fermín volvió a disponer de dos ocasiones y de lamentar el tercer tiro al poste seguido.
Tres cambios practicó Xavi respecto al once del Shakhtar. Cambios de importancia: movió a Araujo hacia la banda derecha para vigilar de cerca a Vinicius, lo que motivó el adelantamiento de Cancelo, y la entrada de Christensen en el centro de la defensa.
Antes del primer tiro (de Kroos), el Barça había marcado un gol, rematado dos veces a los postes y Kepa había evitado otro tanto.
No menos relevante fue la desaparición de Oriol Romeu, el mediocentro, cuya función desempeñó Gündogan, aunque ayudado por Gavi; en cuanto se formaba la pareja para construir, Fermín y João Félix se situaban delante para componer el cuadrado, con Cancelo de extremo abierto, Ferran en el centro y Balde que debía completar la delantera con sus incursiones.
Las sustituciones alteraron el dibujo del Barça. Ninguno de los seis lesionados fue titular pese a que cinco de ellos habían salido a entrenar con el grupo en la víspera. Lewandowski y Raphinha entraron en el acta y en el partido, no así Koundé, la recuperación más sorprendente. De Jong y Pedri ocuparon las mismas butacas en la grada.
El Madrid se conformaba con el punto, y se puso a defender con cinco tras la entrada de Raphinha y Lamine Yamal. Su primer tiro llegó a la hora de juego, obra de Kroos, y para entonces el Barça había marcado un gol, rematado dos veces a los postes y Kepa había evitado otro tanto.
Un homenaje en toda regla tributó el barcelonismo a los Rolling Stones, aclamados y vitoreados, como las canciones que sonaron durante el clásico. Los compases de ‘Start me up’ preludiaron el himno azulgrana y activaron el mosaico.
Mick Jagger y Ronnie Woods disfrutaron de la jornada a tenor de su gestualidad. No se movió Jagger como en los escenarios, pero no paró quieto, revolviéndose en el palco. Más quedo permaneció Woods, y mucho más Matt Clifford, responsable de los teclados en la banda.
Repleto estuvo el palco. Igual que la grada. Se informó de una entrada de 50.112 espectadores cuando el aforo oficial establecido por el Barça a principios de temporada, era de 49.472 personas, con lo que debieron habilitarse asientos de visibilidad nula. Las primeras filas de todo el anillo, entre cuatro y diez, según la zona, estaban cubiertas por lonas azulgranas. El reducto de merengues junto al marcador se marchó cantando su nuevo himno, el dedicado a Jude.
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