Opinión | Apunte

Francisco Cabezas

Francisco Cabezas

Jefe de Deportes de EL PERIÓDICO

La verdadera miseria del Barça es otra

Joan Laporta, presidente del Barcelona.

Joan Laporta, presidente del Barcelona. / JORDI COTRINA

Existen algunas verdades absolutas de aquellas que marcan cualquier discurso de quien dice entender de qué va esto del Barça. Quizá la más extendida sea que el club azulgrana, de haber sido una empresa al uso y no una de las entidades deportivas más preciadas y valoradas del mundo, hubiera entrado en liquidación a la conclusión del mandato de Josep Maria Bartomeu. Cuando, en realidad, y más allá de que tuvieran que pedirse aún más créditos a Goldman Sachs para pagar las nóminas, debíamos estar hablando entonces más de la miseria moral –en parte ahora judicializada– que del sonrojante agujero económico dejado en herencia a Joan Laporta. Con patrimonio por vender, futbolistas a los que retirar y activos de todo tipo con los que mercadear, no podía haber quiebra alguna, por atractiva que fuera la propaganda.

Pero, ¿hasta cuándo?

En un Barcelona en el que Joan Laporta ejerce de pantocrátor, y donde los consejeros más preciados son los que le aplauden, no los que le corrigen, son los informes de auditoría los que permiten acercar a uno a algo así como la realidad del club, por mucho que ésta quede condicionada por todo tipo de estratagemas contables. En la auditoría de Grant Thornton que firmó Carlos Capellá Bruguera el pasado 25 de septiembre –y después rubricada por Joan Laporta, Eduard Romeu –vicepresidente económico–, Ferran Olivé –tesorero– y Josep Cubells –secretario de la junta–, se pone en énfasis en que si el Barça ha generado un resultado de 303 millones de euros ha tenido algo que ver que los beneficios de «operaciones no recurrentes» hayan alcanzado los 800 millones. Y al menos en este rincón no hablaremos de «palancas», término edulcorado e incrustado en nuestras meninges que permite que todo baje mejor por la tráquea. Aquí nos referiremos a venta de patrimonio y de derechos que dejarán de cobrarse cuando el club tenga que estar metido de lleno en el pago del crédito del Spotify Camp Nou. Un lugar al que los actuales gerifaltes del club ven como una enorme vasija desde la que comenzará a brotar oro a partir de 2026. 

De acuerdo. Eduard Romeu ha tratado de explicar en los últimos días en los foros donde se le ha requerido que han conseguido poner un tapón en esa bañera azulgrana cargada de pirañas. Pero ahora está por ver cuánto del club se ha ido ya por el desagüe ante el disfrute de todos esos bancos y fondos que, además de estar repartiéndose el pastel a pedazos, buscarán sacar el máximo partido a su inversión.

El socio, mientras le pasan un link para seguir una asamblea de compromisarios en la que ya no es bienvenido –«hay que ahorrar», dicen en los despachos–, mientras le piden también que elogie la miseria, seguirá a la suya. Convenciéndose de que el club está algo mejor económicamente –que lo está–, pero sin reparar en que cada vez es menos suyo.

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