Opinión | El pataleo

Josep Pedrerol

Josep Pedrerol

Periodista

Los nuevos Guti, por Josep Pedrerol

Isco, en el partido de este domingo ante el Alavés.

Isco, en el partido de este domingo ante el Alavés. / Ricardo Larreina / AFP

Ídolos. Son esos personajes que van más allá de la profesión que practican. Muchos juegan al fútbol, cantan o comunican, pero sólo unos cuantos consiguen llegar a la gente de una forma especial, tanto que cuesta explicarlo. Los ídolos tienen trazas de genios, de grandes incomprendidos en muchas ocasiones, pero son capaces de generar emociones, de llegar al corazón de la gente con un detalle, un gesto, una mirada. 

Bellingham ha despertado al madridismo con una personalidad arrolladora y una calidad descomunal. Su manera de celebrar los goles, su discurso bien construido hablando siempre de equipo, de madridismo y usando el plural y no el singular (el nosotros más que el yo), le han convertido en el jugador más querido en sólo dos meses. No es fácil en un estadio como el Bernabéu, desde luego. 

Otro ejemplo es Joao Felix en el Barça. La sonrisa y la ilusión del ninguneado por Simeone que ha sentido la felicidad al llegar al Barça, donde se valora al artista (caso del portugués) igual que al jugador que pone garra y compromiso (Gavi). En el Betis tenemos a Isco, del que ya muchos no esperábamos grandes cosas y que se ha convertido en el líder del equipo de Pellegrini. Es el Curro Romero del fútbol: puede tener una mala tarde, pero nunca te vas del estadio sin ver un detalle genial suyo. Con la marcha de Joaquin, Isco ha vuelto a ponerle magia al Villamarín. 

Viva el arte, viva la sonrisa

Ejemplos hay en casi todos los equipos. Griezmann y Sergio Ramos son dos ídolos a los que les ha costado ganarse de nuevo el cariño de la afición. La receta es simple, humildad, trabajo y calidad. En el Valencia aparece Javi Guerra, el chaval que más ilusiona a la afición con su despliegue físico y llegada a gol. O dos veteranos como Iago Aspas y Jonathan Viera, que exprimen su fútbol en el equipo de sus amores con detalles de clase inalcanzables para otros. 

Este tipo de futbolistas son los que hacen grande al fútbol. Seguramente no son los más regulares, claro, pero aportan lo que otros jamás conseguirán. Que se lo digan a Guti. Siempre se fichaba a alguien en su puesto y le tocaba partir casi de cero, pero cuando saltaba al campo el Bernabéu se ponía en pie. Lo suyo era magia y el público la reconocía. Algunos están tocados con la varita, sólo necesitan entrenadores que les entiendan. Viva el arte, viva la sonrisa.