Opinión | Apunte

Francisco Cabezas

Francisco Cabezas

Jefe de Deportes de EL PERIÓDICO

Llorar por Jorge Vilda

Luis Rubiales besa a Jorge Vilda en la final del Mundial.

Luis Rubiales besa a Jorge Vilda en la final del Mundial. / Afp

Hace unos meses, en uno de aquellos edificios impersonales de Manchester donde algunas de las futbolistas españolas que allí habitan buscaron mejores condiciones a cambio de días, tardes y noches de soledad, lluvia y morriña, la tristeza se apoderaba del lugar. Jorge Vilda, ex director deportivo, ex seleccionador español, y cacique de una selección en la que nadie le rechistaba, imponía su ley psicológica desde la distancia. Algunas de aquellas 15 futbolistas que se rebelaron contra el sistema -qué caprichosas, ¿no?- trataban de guardar silencio en la distancia al saber que cualquier gesto de más, cualquier palabra mal interpretada, acabaría por hundirlas. 

Jorge Vilda es el seleccionador que conquistó el primer Mundial femenino para España de la historia. De acuerdo. Pero lo hizo al frente de una selección descuartizada emocionalmente, donde las jugadoras tuvieron que unir los puentes que su entrenador había dinamitado. Unas mujeres que fueron obligadas a quedar separadas entre buenas y malas, conversas o enemigas, fieles o rebeldes. Un equipo en el que las futbolistas acabaron optando por la reivindicación, primero personal, luego grupal, por encima incluso del insistente protagonismo de un entrenador que buscaba en el abrazo de ellas un lugar donde perdonarse.

Alexia Putellas acudía al Mundial a regañadientes, con el gesto serio y arrastrada por esa industria que amenaza con encerrarla en una jaula de oro que ella no siente suya. No llevó el brazalete, tampoco Irene Paredes. Aitana Bonmatí, pese a que hubo en la Federación quien la tachó de "traidora" por atreverse siempre a defender sus derechos, una jugadora que desde niña se acostumbró a defenderse de quienes querían pisotearla, acabó imponiendo sus sueños. Y se convirtió en la mejor jugadora del Mundial, la mejor de Europa para la UEFA, además de abrir el paso definitivo hacia el Balón de Oro y, sobre todo denunciar ante el tieso Alexander Ceferin esos abusos de poder Rubiales, desde su gobierno de aplaudidores, tanto normalizó.

Pero mientras un buen puñado de mujeres luchaban por salvar sus cortas carreras deportivas, otras sufrieron el desprecio. Mapi León, Patri Guijarro, Claudia Pina, Lucía García, Nerea Eizagirre, Leila Ouahabi, Laia Aleixandri, Andrea Pereira, Sandra Paños, Lola Gallardo, Ainhoa Moraza o Amaiur Sarriegi se quedaron sin vivir un momento único que era tan o más suyo que de Jorge Vilda.

A una futbolista que se quedó sin jugar el Mundial, que se quedó sin vivir el momento de una vida, se le humedecían los ojos al pensar en Jorge Vilda. No puede haber peor daño que ese.

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