APUNTE

Cuando juega la mente

Mónica Marchante.

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De esta jornada intersemanal en la que ni Real Madrid ni Barça se hicieron daño, vuelve a quedar la imagen del Vinicius desquiciado que llevamos viendo durante todo el campeonato, especialmente a domicilio. Y francamente, llama la atención que un futbolista capaz de mejorar tantos aspectos en su juego, entre ellos la puntería, de superar las peores críticas, chistes y memes en su primer año, de convertirse en indiscutible y determinante en este Real Madrid, de lograr, cada año, subir escalones de dos en dos y de estar tan cerca de los mejores del mundo, no logre controlar sus emociones, su ira y su boca en cada partido que juega en la Liga. Sí, en la liga, porque en la Champions esa ira no aparece y su rendimiento es aún mayor.

El pasado año metió 17 goles en 35 partidos de liga. Dio 10 asistencias. Este año lleva 10 goles en 29 jornadas y 8 asistencias. Es el jugador del Real Madrid que más amarillas ha visto, 9. Y en Girona debió ser expulsado.

Pero el clima que se viene creando desde hace meses en redes sociales y medios próximos al club blanco, fomentando una imagen de Vinicius como víctima y mártir del sistema, subrayando el número de entradas que recibe, sí, pero obviando el recital de gestos del brasileño en cada partido menospreciando a rivales, provocando al público y retando a los árbitros, no hace más que perjudicar a un futbolista que, sin todo eso, sería mucho más de lo que ya es. Así no le ayudan.

Miedo enfermizo

En la Champions la pasada temporada hizo 4 goles en 13 partidos. Esta lleva 6 en 10. Sus números han mejorado en Europa, ¿no es significativo?

Nada que no tenga solución la actitud de Vinicius. Con trabajo psicológico, claro. Más complicado y triste parece lo de Ansu Fati, incapaz de parecerse minimamente al futbolista que irrumpió en la liga de la pandemia, enquistado en un miedo enfermizo que le condena a salir del Barça.

Hace poco vi en 'El Día Menos Pensado' como Enric Mas era incapaz de bajar los puertos del Tour por una especie de fobia. Un mes después, en la Vuelta, ni rastro del miedo, bajaba a saco. Un buen especialista y las ganas de superarlo fueron el secreto. Todo está en la mente.

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