Motor

El hijo piloto de la actriz Mónica Pont persigue el sueño de la F-1

Javier Sagrera, de 18 años, relata su dura experiencia tras dos años de aprendizaje en Gran Bretaña para abrirse camino en monoplazas

Javier Sagrera

Javier Sagrera / Javi Ferrandiz

Laura López Albiac

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El largo y difícil viaje hacia la F-1 suele cobrarse muchas ‘víctimas’ por el camino. Jóvenes con talento y ambición, dispuestos a sacrificarse lo que haga falta por cumplir su sueño, que por desgracia se ven obligados a renunciar por falta de ayudas y financiación. Otros, con suerte, pueden intentarlo. Es el caso del catalán Javier Sagrera (Torroella de Montgrí, 2004), que a sus 18 años se encuentra en un punto crucial de su carrera, justo el que define quién tiene probabilidades de llegar y quién debe pasar página.

Hijo de un conocido empresario de la Costa Brava y de la actriz Mónica Pont, podía haber elegido una vida fácil, seguir con sus estudios (lo dejó en primero de Bachillerato) y salir de fiesta con sus amigos. Sin embargo tomó un rumbo muy diferente al de los chicos de su edad, decidido a abrirse paso entre la nueva generación de pilotos españoles que se imaginan compartiendo parrilla con Fernando Alonso y Carlos Sainz un día no muy lejano.

“Desde que era pequeño siempre me ha tirado muchísimo la gasolina y la velocidad. Mi padre corría en rallies y con mi madre veíamos todas las carreras de F1 por la tele. De cuando Alonso ganó sus títulos apenas tengo consciencia, ya que nací un año antes de su primer campeonato, pero crecí viéndole pilotar y emocionándome con sus éxitos”, relata Javier, que se siente un privilegiado por la oportunidad que le dio su familia de iniciarse en los karts.

Del fútbol a los karts

 “De pequeño empecé en el fútbol, como muchos niños. Un día le pregunté a mi padre si podría jugar en el Barça con Messi. “No, no eres lo suficientemente bueno, si quieres probamos en los karts”, me respondió. "Me llevó al karting de Regencós y como no llegaba a los pedales me tenían que poner algo en la espalda y buscar trucos para poder correr. Con el tiempo el responsable se fijó en mí y me dijo si quería empezar con algo más serio, más profesional. No me lo pensé”, asegura.

Después de brillar en esa primera etapa en los karts y en F-4, Javier se encontró ante otra encrucijada. Si quería dar el paso a monoplazas tenía que subir la apuesta. Especialmente la económica. “Mis padres no podían seguir sustentando mi carrera y necesitaba patrocinadores. No soy de los que intentan hacer dos cosas a medias, así que hablé con ellos para que me permitieran aparcar mis estudios para centrarme en la competición. Les dije: 'Los coches tienen un cierto periodo de años, y si se acaba tu tiempo, ya no puedes volver. Es ahora o nunca'. Con 16 años me instalé en un piso de Londres y empecé una nueva aventura en la F-3 británica”, recuerda.

“La F-1 es mi prioridad, sé que puedo llegar. Pero si por alguna razón no lo consigo, también habrá valido la pena”, afirma

La experiencia resultó muy positiva, pero también demoledora: “Mientras mis amigos se preparaban para ir a la universidad, yo tuve que dejarlo todo atrás para perseguir mi sueño de la F-1. Tuve que espabilarme, aprender a moverme por el mundo y hacerlo todo yo solo, desde poner lavadoras y cocinar hasta reunirme con empresarios ingleses para venderles mi proyecto y convencerles de que me patrocinaran. Han sido dos años duros que me han servido muchísimo a la hora de madurar y crecer como piloto y persona”, subraya Javier, que argumenta su elección por el Reino Unido.

Todos los días organizados

“Sabía que allí tendría más horas de rodaje y podría trabajar de forma diaria con el equipo”, dice. Pasó por Carlin y Elite Motorsport y destaca, por encima de todo, el aprendizaje que recibió, tanto en los buenos como en los malos momentos: “Desde que firmas el contrato tienes todos los días organizados. Es como estar en una academia o hacer una jornada laboral normal. La rutina comenzaba a las 8.30 en la fábrica, con sesiones de simulador y charlas con los ingenieros y mecánicos, además de dos días para las sesiones de entrenamiento en pista y otros dos días de viaje hacia los circuitos para competir”. 

Javier se define como “un piloto muy ambicioso y agresivo, al que no le gusta perder a nada y siempre lo da todo, sin pensar en el riesgo”. Y no duda a la hora de establecer sus preferencias: “Mis dos ídolos son Alonso y Hamilton. Fernando es uno de los pilotos con más mala suerte en la competición, pero también uno de los mejores de la historia. Y a Lewis nadie puede discutirle su palmarés. Creo que a pesar de las turbulencias cuando estuvieron juntos en McLaren en 2007, los dos son bastante parecidos”.

"Mis ídolos son Alonso y Hamilton. Fernando es uno de los pilotos con más mala suerte en la competición, pero también uno de los mejores de la historia. Y a Lewis nadie puede discutirle su palmarés"

No hay nadie mejor que Alonso en las primeras vueltas, leyendo la situación de la carrera. Hamilton es bastante frío en pista, cuando te crees que ya no tiene nada, de repente saca un ritmo que no esperas. De Verstappen me encanta su agresividad, desde la primera vuelta va al límite. También me gusta mucho Carlos Sainz, tiene mucho talento y ha llegado donde ha llegado porque es súper trabajador y esa es una cualidad que todo deportista necesita”, analiza.

Tras dos años en Londres, Sagrera estudia sus opciones de futuro. “La F1 es mi objetivo, la prioridad absoluta. Siempre he tenido confianza en mí mismo y sé que si trabajo más que los demás, no tiene por qué no salir. Sé que puedo hacerlo. Pero si por alguna razón no lo consigo, también habrá valido la pena. Y no sería el fin del mundo. Por suerte en el automovilismo hay otras vías interesantes, en Estados Unidos o Japón, como ha demostrado Álex Palou. De momento vamos construyendo año a año el presupuesto”, señala. 

Abordar las categorías antesala de F-3 y F-2 resulta extremadamente complicado sin patrocinio. “Correr el Mundial de F-3 cuesta entre 1,5 y 2 millones de euros y a eso hay que sumarle los daños en el coche por accidentes, los viajes y los días de test. No es viable para muchos y eso hace que se pierda mucho talento por el camino”, lamenta Javier, que reconoce sentir “envidia sana” de las notables ayudas que reciben los pilotos británicos frente a las cantidades “más que discretas” que se barajan en la federación española. “Por suerte tengo esponsors ingleses que creen en mí y sé que si pongo de mi parte como hasta ahora, no hay nada imposible”.

Suscríbete para seguir leyendo