Brasil, sin Neymar, demuestra que es la favorita nº 1
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
Cuentan Vicente del Bosque y José Antonio Camacho, dos seleccionadores de postín, que España consumirá durante este Mundial de Qatar 22.000 millones de pipas. No me extraña con jornadas como las de este lunes (la novena), en las que hubo dos diluvios de goles más que vistosos (2-3 le ganó Ghana a Corea del Sur, mientras Camerún y Serbia empataban a tres), un partido pletórico de la Portugal de Bruno Fernandes, que ya ha tomado el relevo de Cristiano Ronaldo, que ahí sigue, sí, al ganarle 2-0 a la Uruguay de Luis Suárez y la demostración, más práctica que brillante, pero demostración al fin, de que Brasil, la pentacampeona, la que empieza por el ‘abuelo’ Casemiro (30 años) y acaba por el pipiolo Vinicius Júnior (22), que parece haber decidido coger los galones de Neymar Júnior, va muy, muy, muy en serio. Como siempre.
Es evidente que buena parte de esos 22.000 millones de pipas se consumieron el domingo en el España-Alemania, uno de los mejores partidos de estas nueve primeras jornadas, pues frente al televisor se sentaron 17 millones de españoles para ver como el equipo de Luis Enrique demostraba que puede haber alguna que otra selección tan buena como ellos, pero no mejor. Es evidente que el ejército de L.E. no lo va a tener fácil, pero resulta también muy claro que ganarle a Busquets, Gavi, Pedri y compañía tampoco será tarea sencilla.
Las tres primeras
De momento, hay tres selecciones que sí han demostrado poder hacerlo: Francia, Portugal y Brasil. Ellas son, ya clasificadas, las únicas que han sido capaces, hasta ahora, de ganar los dos partidos que han jugado. La selección de Didier Deschamps, que, desde luego, juega mucho peor que ‘la roja’, tiene a Kylian Mbappé y con eso está todo dicho, pero es que, de la mano de este ‘mister’ aburrido solo ha perdido un partido de los últimos 14 que ha jugado en Mundiales. Y, encima, dicen, que Benzema puede regresar un día de estos a Qatar. Para jugar, sí.
La selección española enganchó el domingo, ante el televisor, a 17 millones de compatriotas. No son pocos.
Lo de Portugal, con un Cristiano Ronaldo ya de capa caída pero en la línea reivindicativa de Leo Messi, persiguiendo el sueño de un Mundial, es realmente espectacular, pues anoche protagonizó un partido redondo ante la Uruguay de Luis Suárez, también en su despedida. La suerte que tienen nuestros vecinos es que Fernando Santos, que dirige ese equipo con guante de seda, tiene a tipos como Bruno Fernandes, que se cargan el equipo a sus espaldas y lo llevan a la cima del grupo, con Pepe, con 39 años, en plan jabato.
Y ayer vimos al Brasil más práctico de todos, al Brasil que juega como quiere, cuando quiere y donde quiere. Nacer futbolista en Brasil significa aspirar desde la cuna a ganar la Copa del Mundo, que es la única competición que les interesa a esos chicos, nazcas en el rincón de ese maravilloso país que nazcas, juegues allí o en Europa, seas veterano o zagal. Y es que nada más enfundarte esa camiseta, que no me negaran es la más hermosa de todas, tu pensamiento y obligación es ganar el Mundial. Lo demás no cuenta. O cuenta menos. Poco.
Esa pentacampeona
Brasil no regala nada cuando juega el Mundial. Brasil no concede, no está para trampas, ni trucos, ni ‘biscottos’. Brasil no queda eliminado, en una primera fase de un Mundial, desde Inglaterra-1966 y ha perdido solo un partido de los últimos 41 que ha disputado en fases previas, con 32 victorias, 8 empates y 1 derrota, la que le infringió Noruega, en Francia-1998, cuando ya no valía, cuando la selección amarilla estaba ya clasificada y se dejó ir (por una vez).
Brasil ayer encontró a faltar, sin duda, la magia de Neymar Júnior, que, cuentan, trata de acelerar su recuperación con una bota fabricada por la NASA para reactivar su tobillo dañado. Pero esa alegría, ese movimiento, ese baile, ese ritmo, ese querer que representa la estrella (perdón, una de ellas) del PSG, tuvo su respuesta en un racimo de delanteros integrado por el vivaz ‘Vini’, al que el VAR le anuló un golazo; Raphinha, que sigue sin estar del todo inspirado; Richarlison, que no tuvo su tarde; Gabriel Jesus, que salió tarde; y Antoni, que lució poco. Pero todos, todos, intimidaron lo suyo.
Por detrás de todos esos delanteros, estuvo, como siempre, el incombustible, el sargento de Oficial y Caballero, el soldado eterno, Casemiro. No marcaron ninguno de los cinco delanteros, pero el quinto defensa, el cuarta centrocampista, el eterno, llámenle como quieran, Casemiro, el escapado a Old Trafford, metió un golazo tremendo, con una elegancia, una elasticidad, una electricidad, una precisión, una determinación, una potencia y una colocación, con el empeine exterior de su pie derecho, prodigiosa.
Fue el gol del ‘abuelo’ que, como Leo Messi o Cristiano Ronaldo, quiere poner el broche de oro a su carrera levantando la Copa del Mundo, que es, insisto, el único trofeo que ilusiona a un brasileño. Con 30 años y recién llegado al descontrolado y en resurrección Manchester United, Casemiro, poseedor de cinco Champions y tres Ligas, se siente “como un joven de 18 o 20 años”, tras marcar 31 goles en sus 336 partidos con el Real Madrid y ayer celebrar su séptimo gol en 66 encuentros con la selección brasileña.
Les decía que Brasil juega con los que quiere, como quiere, cuando quiere y de la manera que le apetece porque ayer, ante Suiza, todo un hueso, dio una demostración de lo que Luis Enrique pidió a sus soldados, tras ponerse por delante en el marcador ante Alemania, y los chicos de ‘la roja’ no supieron o no pudieron hacer, que era controlar el partido, pararlo y que, en los últimos 10 o 15 minutos no se jugase a lo que quería el rival.
Alemania sí pudo y le empató a España, pero Brasil, tras el golazo de Casemiro (minuto 82 con 10 segundos), apretó de lo lindo, arrinconó a Suiza en su campo y no le dio posibilidad alguna de hacer su fútbol, elaborar una contra o acercarse a su portería. Esa asignatura también forma parte de la escuela del pentacampeón. Cinco estrellas sobre ese escudo son muchas estrellas.
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