Ciclismo
La París-Roubaix bate todos los récords de espectáculo
La edicición más veloz del ‘Infierno del Norte’ desde 1896, a casi 46 por hora, la ganó Dylan van Baarle. Fue el primer triunfo del Ineos
Sergi López-Egea
Periodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. Ha seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
Hay que empezar a contar los días que faltan para el 6 de julio. Porque entonces volverán los ciclistas sobre los adoquines, sobre la magia de la clásica de las clásicas, el Infierno del Norte, la París-Roubaix. Tramos que enfilarán dentro de dos meses y medio los corredores del Tour para revivir el espectáculo de ayer, tan magnífico como rápido y tan espectacular como maravilloso para batir todos los registros del más bonito de los monumentos del ciclismo.
Volvió el público con la pandemia controlada. Y hubo masas humanas sobre el césped del bosque de Arenberg o junto a los campos de cultivo del Carrefour de l’Arbre. Porque es allí donde los adoquines del departamento del Norte de Francia se convierten en barreras que entorpecen el pedaleo de los ciclistas que rebotan sobre la bici y que se manejan con habilidad para sortear las piedras, seis millones nada menos en los sectores que condenan al éxito o al fracaso a lo largo de 257 kilómetros.
Viento para endurecer la prueba
Fue la París-Roubaix más rápida (casi 46 km/h) desde que se creo la carrera en 1896, entonces por caminos donde solo transitaban los carros con bueyes. Hoy solo se conservan los adoquines para el ciclismo, para el infierno y para los miles de cicloturistas que cada año quieren imitar a los héroes que llegan muchas veces solos, como le sucedió ayer a Dylan van Baarle, un neerlandés de 29 años, al velódromo de Roubaix para obsequiar al potente Ineos con la primera victoria en tan sensacional carrera. El equipo ciclista más poderoso del planeta nunca había ganado la carrera, ni tampoco lo había hecho su marca de bicis, las famosas Pinarello, las que impulsaron a Miguel Induráin en cuatro de las cinco victorias conseguidas en París.
Hubo no solo piedras, sino viento y hasta instantes para revivir el siempre majestuoso duelo entre dos titanes llamados Wout van Aert (segundo en Roubaix) y Mathieu van der Poel, que cayó derrotado ante su rival de fatigas. Ciclistas que se baten sobre el barro del ciclocrós, las clásicas de primavera y que darán vida y carácter a los primeros días del Tour hasta que la montaña asome en el horizonte de la ronda francesa.
De los españoles, por desgracia, y del Movistar, casi sin noticias. Ivan García Cortina , el mejor, cruzó la meta en 25a posición
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