HOMENAJE A NIETO

El álbum de un ángel

Emilio Pérez de Rozas escoge varias fotos especiales de Nieto como homenaje tras su fallecimiento

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Emilio Pérez de Rozas / Brno (Enviado especial)

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Era el único capaz de pasearse por el 'paddock' de la catedral de Assen, en Holanda, con una camiseta con 21 chicas dibujadas graciosamente mostrando todo tipo de pechos y que nadie reparase en la estampación. O sí y le guiñase el ojo con la complicidad que vivíamos los encuentros con el ya mítico Ángel Nieto.

Era el único capaz de regresar de unas vacaciones en la República Dominicana y aceptar el reto de lucir esa zamarra en Assen después de que un colega de batallas miles (sí, alguna nocturna, pues, como dice Valentino Rossi "Ángel era capaz de noquearnos a todos a las cinco de la madrugada") le regalase la camiseta y le retase, cómo no, a que la luciera en la catedral.

Una ciudad de 2.000 habitantes

Ángel formaba parte de nuestras vidas en el Mundial de motociclismo, una ciudad de 2.000 habitantes, que se monta y desmonta 18 fines de semana al año en los lugares más recónditos del mundo. Y ahí estaba Nieto, con su motito eléctrica, casi de bolsillo, paseándose por el paddock, pendiente de todo, como si buscase que alguien le necesitase y no solo mirando por el rabillo del ojo cómo les iba a sus hijos mayores, Gelete, 'coach' del team Avintia, y Pablete, mano derecha de Rossi en el equipo VR46 de la Academia de Tavullia.

Nieto, que nos ha dejado tras no poder superar el accidente más absurdo que se ha producido en la fiestera y bella isla de Eivissa, que nos ha dejado como nos dejaron Michael Schumacher (o casi) y Nicky Hayden, es decir, chocando poco a poco, esquiando, en bici o en quad, después de pasarse la vida a 300 kilómetros por hora (¡las motos peligrosas! ¡la F-1 temible! ¡el peligro está en la vida diaria!), solo fue intervenido mientras corría en una ocasión, en 1984, después de ganar su último título.

17 huesos fracturados

Había sufrido, como contaba, la fractura de 17 huesos (clavículas, escafoides, tibias, pelvis…) y solo los malditos escafoides le habían retenido en el banquillo durante seis meses, pues no había manera de que los huesos, los injertos, se pegasen y esa muñeca dorada volviese a retorcer con eficacia el puño del gas. De esas cosas y mucho más, del progreso de su pequeño Hugo, el chaval de ahora 15 años que va para tenista, fruto de su segundo matrimonio con Belinda, era de lo que Nieto hablaba con nosotros y, por supuesto, con sus amigos campeones, como Sito Pons, que sí tiene el Príncipe de Asturias (1990), Jorge Martínez Aspar, uno de sus favoritos, Àlex Crivillé, al que no cesaba de mimar y Emilio Alzamora, al que había convertido en campeón.

Con ellos y con todos los que nos acercábamos para compartir su sabia y mundana, casi callejera, sabiduría. Por eso, cuando te lo encontrabas en mitad de una exposición, en memoria de las carreras (podría decirse casi de sus carreras) en Jerez, él se partía de risa tras explicar una de sus miles de anécdotas, que había repetido, cómo no, miles de veces, con audiencia distinta cada vez. La misma que captó cuando, esa misma mañana, le pidieron que se subiese a un flamante descapotable rojo y compartirlo con otro de sus chicos mimados, Marc Márquez. "Este chico es pura pasión, por eso me encanta".

Fotos y sonrisas

Es posible, muy posible, bueno, seguro, que en esa foto en la que comparte sonrisas ¡esos Nieto nunca han perdido la sonrisa! con sus hijos, Pablete, Gelete, Hugo, delante de todos, marcando el futuro, y el divertido Fonsi, su sobrino del alma, les contase que él, de pequeño, jamás tuvo Reyes nuevos. "Mis juguetes –solía contar Ángel—estaban hechos a mano. En casa éramos muy humildes, pero mis padres se desvivieron para que jamás nos faltase un plato en la mesa. Y mis hermanos estudiaron, yo era otra cosa. Yo solo pensaba en las motos. Pero sí, los Reyes Magos y Papa Noel pasaban poco por casa. Yo fui fontanero, electricista, carpintero y, ahora mismo, soy el rey del bricolaje. Empecé a currar con 12 años e, incluso, trabajé en una farmacia, ¡lo sé todo!, pero en cuanto entré en Derbi empezó mi auténtico sueño".

Ese sueño, cuyo final empezó en ese pequeño vuelo desde el quad, tuvo como colega de viaje, amigo y, a veces, rival, al mismísimo Giacomo Agostini, que el jueves, a las 21.35 horas, lloró amargamente cuando le comuniqué lo que ya le había anunciado el mismo día en que Nieto ingresó en la Policlínica de Nuestra Señora del Rosario: tu amigo está mal, Ago, muy mal. Nieto y Agostini se cruzaban en cada circuito y siempre, siempre, se reservaban un cuarto de hora de gloria para compartir su visión del motociclismo actual, donde, cómo no, Valentino Rossi y Marc Márquez eran sus elegidos, a partes iguales, con idénticos elogios, pero con los matices que supone la manera de pilotar de cada uno de ellos.

Faltaba algo

Cuando no estaban ellos, nos faltaba algo. Nieto y Ago, los dos máximos campeones de la historia, mediterráneos ambos, divertidos, dicharacheros, organizaban cada año, el viernes del Gran Premio de España, que se celebra en Jerez, una fiesta en la finca que Agostini posee muy cerquita del trazado andaluz. Y ahí, los dioses de las dos ruedas se dejaban manosear por sus amigos y también, sí, por los chicos que, a la mañana siguiente, intentaban imitarles sobre el asfalto. Pero ser Nieto o Ago no es fácil. Uno puede parecerse a ellos en la pista, sí, e, incluso, acercarse o hasta igualar sus marcas, sus récords, pero ese tarannà tan suyo, tan de ellos, es inigualable, se tiene o no se tiene.