Lorenzo martillea a Rossi en el estreno del Mundial de MotoGP
Exhibición del tricampeón, que triunfa con Dovizioso y Márquez a su rebufo
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
EMILIO PÉREZ DE ROZAS / DOHA (Enviado especial)
Vencieron todos, pero perdió dios. Triunfaron todos, pero fracasó el icono. Los dos grandes candidatos al título de MotoGP se subieron al podio, pero el preferido emprendió el camino del boxe sin sonrisa alguna en su golpeado rostro. El Mundial arrancó ayer, en la noche catarí, con una demostración del poder de los dos enemigos que Valentino Rossi (Yamaha) se construyó en invierno. El mallorquín Jorge Lorenzo (Yamaha), brillantísimo ganador, y el catalán Marc Márquez (Honda), tercero, protagonizaron dos carreras magistrales, prodigiosas, mientras el Doctor lo pasaba fatal en la cola de los mejores, siempre en la cola.
Entre ellos, un resucitado Andrea Dovizioso, gracias al inmenso, se diría que interminable, poder de su intratable motor, que le permitía alcanzar los 350 kms/h., mientras los demás (por ejemplo, Márquez, que por eso perdió la plata al final) solo podían coronar la recta a 337 kms/h. Rossi, insisto, hizo lo que pudo, que fue mucho, pero no le dio para subirse al cajón de los magníficos, aunque siga siendo dios, el icono de este deporte, el puto amo, que hace que un público desconocedor de todo, incluso de la más mínima educación, pite a Lorenzo y Márquez en la parrilla y los vuelva a abuchear en el podio, mientras su ídolo, el que ha provocado todo este ruido, el que elevó el motociclismo a los cielos y acabará estrellándolo, se lamía las heridas en su boxe, con los chiuauas.
LOS PILOTOS SILENCIOSOS
La carrera de Doha, el bautismo de un año que promete ser excitante, fue el premio que recibieron los dos pilotos que se han mordido la lengua en los últimos meses. A Lorenzo, que lo último que le ha llamado Rossi es cobarde, este triunfo lo mantiene como el principal candidato y, encima, le recuerda a Movistar y a Yamaha, que si quieren un campeón, si quieren al tricampeón, deberán renovarle.
Lorenzo fue tan grande, tan bestia, que hizo la vuelta rápida de carrera, ¡ojito al dato!, en el giro 20, es decir, cuando faltaban dos vueltas, agarrándose al asfalto cuando menos goma le quedaban a sus ruedas. Ahí clavó el 1.54.927 minutos, que le coronaba como ganador. Y, como diría Rossi, Lorenzo ha ganado con un par de pelotas, sí.
EL VIACRUCIS DE MÁRQUEZ
Y aunque detrás de Rossi se clasificó Dovizioso, la realidad es que se clasificó un misil, un cohete con ruedas, que fue esa Ducati voladora a la que, si acaban quitándole las alitas de su cúpula, igual despega un día de estos. Porque detrás del tricampeón quien se clasificó, quien lo persiguió, quien se jugó el tipo, fue el bicampeón más joven de la historia de MotoGP. Márquez, que venía del barro, que venía de un auténtico viacrucis de pretemporada, no solo salvó los muebles en un circuito que no le gusta sino que convirtió en bronce una moto que empezó siendo una máquina de hojalata.
Para alguien como el campeón de Cervera, concluir los dos peores meses en muchos años en el podio, mirando al infinito, haciendo oídos sordos a los tontos que le pitaban por haber osado enfrentarse al manipulador Rossi, suena a música celestial. Porque hace un mes y medio, Márquez hubiese firmado ser séptimo, y sexto, y quinto, y cuarto. No se veía en el podio y ayer vivió a rebufo de Lorenzo y se codeó con Dovi y su misil, distanciando siempre al creador del biscotto, al que se inventó que había pactado con Lorenzo evitar que ganase su décimo cetro. Ayer, en la noche catarí, no hubo acuerdo, como tampoco lo hubo entonces. Ayer, bajo cientos de focos, la luz iluminó a los mejores y, cuando se apagaron, no estaba Rossi.
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