Messi salva al Barça

El gol del astro brinda la victoria sobre un Málaga intenso y mejor excepto en el remate

Messi remata y consigue el segundo tanto del Barça sin que Kameni pueda evitarlo

Messi remata y consigue el segundo tanto del Barça sin que Kameni pueda evitarlo

JOAN DOMÈNECH / MÁLAGA

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Por enésima vez, alguna menos de las 431 ocasiones en las que ha marcó antes, Messi, ha salvado al Barça. De nuevo salió al rescate el héroe para evitar el trágico destino que se dibujaba ante la chica. En este caso, que merecía el Barça, que en ningún caso fue la victoria. No ha contraído suficientes méritos para llevársela por juego; los ha sumado al acertar un poco más que el Málaga en la suerte final del remate. Una diferencia mínima. Aunque sea abismal la que separa a Charles de Messi.

O la que separa al Málaga del Barça. El once local supo recortar todas esas distancias para pelear de tú a tú y superar al encopetado visitante en muchas fases. No ha necesitado mucho: ardor guerrero, entusiasmo, garra, velocidad, y una buena preparación táctica al desconectar algunos de los mecanismos que tiene el equipo azulgrana para ir construyendo su leyenda.

EL FACTOR IMPREVISIBLE

Javi Gracia ya había demostrado lo mucho que sabe complicar la vida a Luis Enrique. El año pasado se llevó 4 de los 6 puntos en juego, y en el Camp  Nou solo perdió por la mínima (1-0). Como ayer. El equilibrio en el terreno de juego saltó por los aires por la incidencia del factor imprevisible. Es decir, el descomunal e incontrolable factor Messi, que tampoco ha protagonizaado la actuación de la temporada. Solo se ha arrimado. Sin girar la cara del fastidio por la desagradable tarde que les ha dado el Málaga durante hora y media.

De Messi salió el pase vertical que ha habilitado a Suárez para pergeñar el primer gol, y suyo hasido el remate de cuchara para batir a Kameni, que luego ha evitado un 1-3 que habría sido más injusto instantes después de que Bravo volviera a neutralizar un remate (en la primera mitad se alió con el poste) y Sergi Roberto estorbara a Charles lo suficiente para que empatara. Antes lo hizo Juanpi en una cadena de errores defensivos azulgranas en la salida de la pelota. Estudiadísima por Gracia, el entrenador local: tres pases apurados de Bravo, Busquets y Mascherano colocaron a Juanpi solo ante el meta chileno, que se lució más con las manos que con los pies.

EL GEN DE LOS CAMPEONES

Ganar sin merecerlo dicen que es una de las virtudes que adornan a los campeones. Quizá sea el gen competitivo que les socorre en los malos días. En todo caso, fue el recurso al que se agarró el Barça para saltar por encima de una casilla de penalidad en el tablero de este mes para atender, indemne, dos asuntos más cruciales: el pase a semifinales de la Copa del miércoles y la visita del Atlético al Camp Nou el sábado, donde estará el liderato en juego.

En Málaga se vio una de las peores versiones del Barça de la temporada golpeado a los 40 segundos con una entrada que recibió Vermaelen, premonitoria de lo que se avecinaba y en contraste con el solecito amodorrante que iluminaba La Rosaleda. El Málaga salió a buscar una victoria que el Barça creyó que encontraría como resultado de una solución inequívoca: el mejor gana,

SEIS CAMBIOS

Los seis cambios que introdujo Luis Enrique respecto a San Mamés han desnaturalizado al equipo. Sobre todo, porque cinco de ellos incidían en los primeros nombres que se recitan de la alineación. La defensa ha cambiado por completo y ha sufrido horrores por la escasa personalidad de sus componentes y la falta de ayuda de las otras dos líneas.

Los delanteros se han dedicado a sestear tras celebrar su triunfal entrada en el campo, a los 63 segundos, y el centro del campo se ha visto metido encajonado en una franja donde saltaban chispas. Hasta Busquets se ha contagiado del marasmo general, impensable excepto cuando aparecen Gracia y su Málaga, frescos por el descanso copero tras haber sido eliminados por el Mirandés.

Pie fuerte, presión alta e intensidad han sido las armas con las que quiso el Málaga amargar al Barça. Nada que no tenga cualquier equipo del mundo. Solo hace falta aplicarlo en grado máximo. Incluso con una dosis de intimidación añadida y algún brazo suelto, por parte andaluza.

Quienes peor lo han pasado, paradójicamente, han sido los defensas del Barça: a las dificultades que opuso el Málaga en su presión se añadían las de sus propios compañeros, que no se ofrecían para recibir la pelota, así que el Barça no ha jugado, limitándose a dejarse llevar por donde le condujera el Málaga. Fue tan evidente el sometimiento a la voluntad blanquiazul, que ningún azulgrana escurrió la evidencia tras pasar por la ducha.

La patética primera mitad era fácilmente corregible. Más allá de quitar al pobre Vermaelen. El acierto había sido mínimo, fugaz, y se repitió. Ente Messi y Bravo sostuvieron el andamio entre a las áreas, a la espera de que los demás se fueran sumando y entre todos arrimaran el hombro. Atención en el juego y orgullo para no dejarse avasallar, ningún culé pedía nada más después de que el héroe hubiera recuperado el tesoro de la ventaja. 

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