VELA TRANSOCEÁNICA

Solos ante el temible Atlántico

Siete navegantes españoles toman la salida este sábado en la Mini Transat

Los representantes españoles en la Mini Transat.

Los representantes españoles en la Mini Transat. / periodico

NEUS JORDI / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cruzar el Atlántico a vela en una cáscara de nuez, en solitario e incomunicado. Esto es la Mini Transat, la regata iniciática para todo navegante oceánico. La vigésima edición de esta aventura extrema da comienzo este sábado en Douarnenez, en la Bretaña francesa, y hasta siete patrones españoles estarán en la línea de salida para poner rumbo a las islas caribeñas de Guadalupe, dispuestos a cumplir un sueño, pero también a enfrentarse a sus miedos. «Es mi segunda Mini Transat y ahora me siento más preparada -explica Pilar Pasanau-, pero sé que habrá momentos de miedo que tendré que afrontar. Es una competición medio salvaje en la que surge tu instinto de supervivencia, y al final seguramente demostraré que soy más fuerte de lo que creo». En la flota de 72 participantes solo hay cuatro mujeres, y una de ellas es esta patrona barcelonesa.

Además de Pasanau, participan el mallorquín Nacho Postigo, muy experimentado en otras modalidades; el guipuzcoano Aitor Ocerín, también con una buena trayectoria; el gaditano Jesús Jiménez, primerizo en esta regata, y el tarraconense Guillermo Cañardo, médico de profesión, todos ellos proceden de la Base Mini Barcelona que ha montado la aclamada navegante Anna Corbella. Los otros dos españoles van más por libre: el joven santanderino Fidel Turienzo y el guipuzcoano Carlos Lizancos, de 56 años.

Tomar la salida es ya un éxito. Es un recorrido de 4.021 millas náuticas (7.447 kilómetros), con escala intermedia en Lanzarote. El primer tramo es de 1.257 millas, que recorrerán en unos diez días. Desde Canarias el 31 de octubre se dará la salida de la etapa reina, con 2.764 millas por delante y una veintena de jornadas de solitud, mar, viento y olas. Un mes de navegación a bordo de embarcaciones de solo 6,5 metros, con un habitáculo interior de unos 2 metros cuadrados, como un coche utilitario. En la cabina de los Mini 6.50 -así se llaman- ni siquiera pueden ponerse de pie por altura.Tampoco es aconsejable, por lo que bailan estos veleros al son de las olas atlánticas.

MIEDO Y FRÍO

A ritmo atlántico los navegantes duermen, cocinan, se alimentan, planifican la estrategia, arreglan las averías, llevan el timón y se ocupan de su máxima preocupación, que es llegar a la meta. «El barco es realmente una cáscara de nuez -admite Pasanau-, pero es suficiente para vivir y navegar. Uno se conciencia de que aquí hay que pasar un mes». Para ella, la mayor incomodidad es la humedad: «El interior del barco no es estanco y todo acaba mojado. La humedad se te mete en el cuerpo y por mucho que te abrigues pasas mucho frío y la piel se irrita y agrieta».

Descansan en períodos de 20 minutos, prácticamente casi siempre con un ojo semi abierto por lo que pudiera pasar, porque la sensación de miedo siempre está presente. «Cuando navegas de noche en solitario, con la vela a todo trapo y un vendaval, cuando bajas las olas planeando a gran velocidad y no ves a dos metros de tu proa, cuando sabes que puedes chocar contra un contenedor semi hundido en cualquier momento... Sí, pasamos miedo, todos en la Mini pasamos miedo» explica Carlos Lizancos, el abuelo de la flota. «Tengo 25 años más que la mayoría, y sé que va a ser muy duro. Pero mi objetivo es terminar la regata, porque ya lo intenté una vez y rompí. Este es mi segundo y último intento».

La Mini Transat es exigente a nivel físico, pero sobre todo psicológicamente. Porque, además de correrse en solitario, de tener que afrontar temporales y los temidos objetos flotantes, no se produce ningún contacto con tierra. Sin llamadas, sin correos electrónicos. Las únicas noticias que les llegan se limitan a un boletín meteorológico y a una clasificación al día. A bordo, como medio de comunicación solo está permitida la radio marina VHF, con un alcance de apenas diez kilómetros.

Así, al principio, las conversaciones entre marinos son frecuentes, pero a medida que la flota se estira se vuelven raras. De hecho, en la anterior edición Benoit Marie se enteró de que ganaba la Mini Transat cuando poco antes de cruzar la meta pareció en su camino una embarcación con fotógrafos: llevaba casi una semana sin hablar con nadie.