Rugbi sin tabús

Integrantes del Madrid Titanes realizan estiramientos durante uno de los entrenamientos.

Integrantes del Madrid Titanes realizan estiramientos durante uno de los entrenamientos.

ANTONIO MERINO
MADRID

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No tienen una danza tribal como los All Blacks de Nueva Zelanda, aunque puede que se lo planteen más adelante. De momento, el Madrid Titanes, el primer equipo gay inclusivo (que no rechaza ninguna orientación sexual) de rugbi en España, tiene otras intenciones. Con un año de vida y una plantilla de más de 50 jugadores, de los que el 90% son gais y entre los que se encuentra una mujer, lo integran personas de distintas edades y procedencia. Su objetivo está enfocado a las personas que sufran algún tipo de agresión o acoso por su sexualidad, raza o religión.

Diluvia sobre el césped del campo de la Universidad Autónoma de Madrid, pero el entrenamiento es sagrado. La gran mayoría de los jugadores acaba de salir del trabajo y llega en un tren de cercanías a Cantoblanco para ponerse a las órdenes de Gonzalo Sato, el entrenador, que no cobra un euro. Madrid Titanes pertenece a la IGRAB (International Gay Rugby Association and Board) y se prepara para encarar varios torneos. El primero en Berlín, en mayo. El siguiente será en junio, en Montpellier, una de las muchas ciudades que acogen torneos internacionales en Inglaterra, Francia, Bélgica, Alemania y Noruega. «En todos esos países hay mucha más tradición de rugbi», dice David.

Teresa, la talonadora

Precisamente en Montpellier podrá jugar Teresa Alexandra West, la número 18, jugadora argentina de 22 años a la que la reglamentación española no permite jugar con el Titanes. «Lo llevo bien. Puedo entrenar con ellos, pero no jugar. Lo haré en Montpellier porque allí es normal que haya equipos mixtos», afirma Teresa, talonadora, que se muestra sorprendida por «la unidad y la hermandad que crea el rugbi». Un compañero suyo colombiano destaca su fortaleza mental y física: «Juega igual que nosotros. Le echa un par de huevos».

Titanes nació en marzo del 2013, de la mano de Víctor Granado, de 31 años. Fue el fundador, presidente y también jugador. El nombre surgió de los Titans de la NFL norteamericana, que fue el primer equipo que juntó a jugadores blancos y negros. Hace un año reunió a cinco amigos con la intención de jugar al rugbi. Lo hacían en el parque del Retiro. Poco a poco, el equipo fue creciendo hasta superar los 50 jugadores. No había ninguna condición para entrar, ni física ni de ningún otro tipo.

«Cada día veía cómo se entrenaba el equipo de rugbi de mi universidad, pero mis propios prejuicios sobre el rugbi, mis complejos e ideas preconcebidas sobre mí y sobre lo que era capaz o no de hacer me impedían dar el paso y unirme. Alguien me sugirió que creara un equipo para gente como yo y así nacieron los Titanes», recuerda. Ahora hay jugadores de entre 20 y 40 años, desde directivos de empresa, estudiantes o chavales en paro con distinta orientación sexual. Pertenecen a diversas nacionalidades. Hay venezolanos, colombianos e italianos.

«No vamos contra nadie»

«No somos un grupo cerrado. Todo lo contrario. No vamos contra nadie. Formamos parte de la federación internacional de rugbi gay y queremos darle normalidad a todo lo que rodea el equipo. Me cuesta entender que una entidad colectiva tenga la misma orientación sexual. Sabemos que la homosexualidad es tabú en el deporte y lo primero que pregonamos es el respeto por el rugbi para hacer que la vida se parezca a este deporte. El otro gran objetivo es luchar contra la homofobia en el deporte», afirma Víctor.

La naturalidad con la que afrontan su inclusión en este deporte provoca que sus rivales, de distinta orientación sexual que la gran mayoría de titanes, les admitan con todo respeto. «La acogida ha sido fantástica. Compartimos con ellos los terceros tiempos tras los partidos con una gran cordialidad», afirma Víctor.

Mientras, el entrenamiento continúa, pero Rafael Zubiete no puede participar en él. Es el último delantero que conecta con la zona de tres cuartos. Tiene un esguince en la rodilla que sufrió tras un placaje, pero no se pierde las evoluciones de sus compañeros. Todos hacen un esfuerzo por mantener el equipo. El alquiler del campo les cuesta 300 euros al mes y las fichas federativas que tendrán que formalizar en septiembre alcanzan los 1.500 euros. También los seguros médicos resultan caros. «Ponemos 10 euros al mes cada uno, pero con eso no hay bastante. Tenemos que hacer alguna fiesta para recaudar más dinero», dice Rafael, que añade que lo que le hace falta al equipo es encontrar un patrocinador. También se han encargado ellos de diseñar la equipación.

El paso adelante dado por este equipo hace inevitable hablar de la homosexualidad en el mundo del fútbol, un deporte en el que apenas aparecen jugadores que asuman su condición homosexual. «El fútbol está más metido en el armario. No llega a este tipo de tolerancia», afirma Rafael. También tiene muy claro que el rugbi es el deporte de contacto por excelencia, algo que podría inducir a ciertas sospechas a la hora de entrar a formar parte en el equipo de Titanes. «Claro que hay contacto, pero no se le da una etiqueta gay. Además, si alguien viene buscando el ligue fácil debe saber que este no es el lugar adecuado», dice Rafael.

Sin experiencia en rugbi

Nada de eso prima en este equipo, que no busca más notoriedad que luchar contra la homofobia y los prejuicios basados en la orientación sexual. En su programa social también persigue el acoso en las escuelas por cuestiones de sexo. «La condición de equipo gay inclusivo hace referencia a que en él no existe una sola orientación sexual», dice el fundador de este equipo que se presentó el 25 de abril en la Dirección de Deportes de la Comunidad de Madrid. Los Titanes estuvieron arropados por el presidente de la Federación de Rugbi de Madrid, José Manuel Pardo. También asistió al acto Pablo Salazar, director de Deportes de la Comunidad de Madrid. Ambos mostraron su apoyo «a un proyecto único en España».

En el plano deportivo, el equipo se entrena dos días a la semana. De momento solo ha disputado partidos amistosos. «Estamos empezando. El 95% no teníamos ninguna experiencia en rugbi cuando empezamos», dice Rafael, que recuerda que en el programa de las Olimpiadas gay no se incluye el rugbi.

El entrenamiento continúa. La exigencia es máxima. Sato está pendiente de cada movimiento y cuando se cae un balón hay castigo en forma de una serie de abdominales. «No se puede caer la pelota. Corran, corran. Se están parando. Necesitamos concentración»,  grita Sato.