La jornada de Liga

Messi doma el volcán

El Barça sobrevive con genio y carácter en una noche de locos para remontar el gol de Aranda

Messi marca el gol de penalti, el segundo de su cuenta personal, anoche en La Romareda

Messi marca el gol de penalti, el segundo de su cuenta personal, anoche en La Romareda

MARCOS LÓPEZ
ZARAGOZA

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Solo el orgullo de un gladiador y la clase de un genio podían domar un volcán para darle al Barça la novena victoria consecutiva y batir el récord de goles de la era Guardiola. Suma ya 161. En un partido de locos volvió a aparecer el capitán (Puyol) y el artista (Messi) para demostrar que no solo de fútbol vive el campeón. Cuando no tiene el balón o le torturan, sea a patadas como el Zaragoza o con un césped infame, el Barça tiene carácter para sobrevivir. Diga lo que diga Guardiola, ellos no dan la Liga por perdida. Nunca. Ni siquiera cuando la noche se hace tan inhóspita que cualquiera podría haber tenido la tentación de dimitir.

Nadie dimitó. Y eso que no fue un partido de fútbol. Fue un volcán alrededor de una pelota, que no tenía dueño, desprendiendo lava por el césped, perdón por el jardín con hierba alta y seca, muy seca, que preparó Manolo Jiménez para recibir al Barça. En ese volcán, el equipo de Guardiola salio malparado porque a la media hora de partido ya perdía. Y suerte tuvo de Valdés, manos milagrosas en el penalti, cuerpo de goma en un par de prodigiosas paradas, antes de que Aranda generara un rebote con la cabeza para abatirlo de forma extraña.

BUSQUETS, XAVI, INIESTA, SUPLENTES / A Guardiola, que volvió a la idea de Pamplona (allí descansaron Xavi, Iniesta y Busquets), el partido se le había ido de las manos. Si él se equivocó, él lo arregló. O, tal vez, el genio de un Barça que se resiste a abandonarse incluso en sus peores noches. Quitó el técnico a Keita los mandos de la nave, se los dio a Thiago, adelantó al centrocampista africano como interior zurdo, cambió a los extremos de banda (Alexis se fue a la derecha y Pedro se vino a la izquierda) para agitar a un equipo dormido. Tan dormido que ni lo despertó que Valdés parara el penalti hasta dos veces. Al Barça le faltaba el balón. Se sentía huérfano. Desprotegido. Con la pierna débil ante el vigor del Zaragoza, que llevó el duelo hasta los límites del reglamento (se quedó con 10 antes de acabar la primera parte) y sin control futbolístico alguno.

En esa montaña rusa, la pelota iba y venía sin control alguno, aunque tras el 0-1 y las modificaciones de Guardiola, el Barça demostró que también encuentra otros caminos para ganar. En el tanto del empate, el balón quemó las manos de Roberto, que concedió un generoso regalo en su área y allí estaba un tipo que sirve para todo. Puyol cazó, tal que un goleador de toda la vida, ese balón y con la zurda silenció La Romareda. En tres minutos, el Barça le dio la vuelta al volcán con un contragolpe de cine. Alves estaba tumbado en el área de Valdés, derrumbado por un zapatazo del Zaragoza, cuando Alexis se puso a cabalgar de punta a punta hasta que oteó al otro lado a Messi. El chileno se la dio, claro. Y la estrella, tras enredar al torpe Da Silva, se sacó un latigazo con la zurda para destrozar la red.

CÓRNER Y CONTRAGOLPE / De la nada, o de casi nada (un córner y un contragolpe), el Barça levantó un partido que tenía perdido. Y luego, cuando el tesón y la obstinación de Alexis provocó que el Zaragoza se quedara con 10, tampoco supo manejar esa lava que inundaba el jardín mal cuidado de Jiménez, que también fue expulsado, víctima de su propia agresividad. Con uno menos, el Barça siguió sufriendo. Y Guardiola se desesperaba. Con Busi, eso sí, retornó la calma y el fútbol.

Mientras, todo el estadio gritaba «¡sí, se puede! ¡sí, se puede!» al comprobar que el Barça sin balón es tan terrenal como cualquiera. No gestionó en ningún momento como debía el partido, viviéndolo al borde de un ataque de nervios, jugando con fuego. Ah, y Messi, a lo suyo. Inventando jugadas únicas para que Adriano fallara. Tan extraño resultó todo que hasta Messi falló un gol que no falla nunca, pero luego no solo marcó un penalti con una violencia insólita sino que regaló el gol a Pedro para que se redimiera. Tras domar Messi el volcán, hasta pareció fácil. Pero no lo fue.