Un choque espectacular

El Espanyol se lo curra

Los blanquiazules y tres postes frenan al Barça

Euforia perica por el gol de Álvaro ante la decepción de Valdés, Puyol y Keita.

Euforia perica por el gol de Álvaro ante la decepción de Valdés, Puyol y Keita.

JOAN DOMÈNECH
CORNELLÀ DE LLOBREGAT

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Un gol, tres postes y un penalti por mano de Raúl Rodríguez en el tiempo añadido acreditarían los merecimientos del Barça por llevarse el derbi. Pero como en el fútbol también importan las maneras, y los azulgranas son paladines en defender el aspecto formal, el campeón no hizo todo lo que debía para sumar los tres puntos. Por su inoperancia y su frialdad, pero también porque el Espanyol se lo curró. No juega tan bien ni tan bonito, pero derrochó tanta ilusión, tanto empuje y tanta fe -y acertó tanto como su rival-que conservó con absoluta justicia el punto inicial.

Nadie como el vecino más cercano para conocer y hurgar en las debilidades del prójimo. Pochettino supo hacer daño al Barça y a Guardiola, al que superó en la pizarra analizada la actuación de ambos equipos. Frío y desangelado el visitante, ardiente y ambicioso el local. Un tormento como pocos esta temporada pasó el Barça en Cornellà, donde exhibió debilidades hasta ahora desconocidas. Se le consideraba un once inviolable y anoche tuvo que arrastrarse por el suelo para sumar un punto pese a que tenía los tres en la mano a seis minutos del final. En realidad los tenía en el marcador, no en el campo.

CESC, INIESTA Y POCO MÁS / Medio desnudo, el Barça estuvo casi todo el partido tiritando, sin llegar a enfermar del todo porque Cesc le dio abrigo con el gol inicial. El de Arenys tuvo que multiplicarse para paliar las dimisiones de algunos de sus compañeros, incómodos por la refriega que quiso imprimir el Espanyol al duelo. Como a día de hoy no se sabe exactamente dónde juega y a qué, el don de la ubicuidad de Cesc permitió al Barça combinar en la mitad de la parcela blanquiazul. Pero siempre en zonas inofensivas. También lo era, o debía serlo el borde del área en un remate de cabeza. El violento testarazo del mediocampista se escabulló por debajo del cuerpo de Cristian Álvarez.

Ese fue el salvavidas al que se agarró el Barça para mantener a flote el resultado. Su victoria momentánea no cambió el guión del partido por lo que se vio antes y después, más allá de que los recogepelotas se volvieran diligentes para devolver el balón. Antes Valdés había evitado el gol de Verdú (otro cabezazo menos enérgico, junto a la escuadra) y después impidió el de Sergio García; antes el cuerpo de Piqué salvó un remate de Verdú, el mejor blanquiazul, y después fue el de Puyol el que frenó el intento de Thievy. Después faltaron manos y troncos para impedir un cómodo remate en plancha de Álvaro en el área pequeña.

LA COARTADA / En las ocasiones falladas habría encontrado la coartada el Espanyol. Lo mismo podría decir el Barça, que contó los postes de Cesc, Messi y Piqué, pero ayer anduvo desesperante en la construcción y desangelado en el repliegue. Tarde y mal retrocedieron los azulgranas, que cayeron víctimas de su calculada anarquía. No construyeron bien y, por tanto, defendieron de pena corriendo detrás del rival y del balón. Como el más común de los equipos, despojados ayer de esa aura celestial que les envuelve (y que con tanta justicia se han ganado).

Al lado de Cesc estuvo Iniesta, cuyo retorno se reveló imprescindible para que el equipo mantuviera la racha, que no el tono de juego. Tan importante es el de Fuentealbilla para Guardiola que lo metió de titular tras recibir el alta. Con Iniesta repitió el once del Bernabéu, aunque ahí acabaron todos los paralelismos. El fino interior estuvo extraordinario, en la conducción y en el regate, sin que nadie le pudiera robar un puñetero balón. Su papel se convirtió en crucial visto el papelón de otros.

SIN NOTICIAS DE MESSI / De Messi no hubo noticias, como si ayer si hubiera estado enfermo de verdad. Un gol anulado por mano y un remate al poste con la derecha es un balance raquítico para el generoso manantial de fantasía que fluye de sus pies.

También fluye, de otra manera, el fútbol de Busquets, otro de los desconocidos por la inseguridad que mostró y transmitió a los demás. El Espanyol lo detectó, perdió el miedo y se estiró por los huecos que había entre la defensa y los centrocampistas del Barça, descolocados casi siempre. Le faltó un 9 hasta que apareció Álvaro Vázquez. Pochettino tiene un equipo tierno pero valiente que no se dejó impresionar por los oropeles del vecino, que ayer se dejó una ventana abierta.