CLAVES PARA ENTENDER UN FENÓMENO

Corea del Sur más allá de 'Parásitos'

La oscarizada película de Bong Joong-ho ha disparado la curiosidad por este pequeño país asiático que anega al mundo de coches, electrónica y cultura pop

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Georgina Higueras

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Bienvenido sea el éxito de 'Parásitos' para ponernos Corea del Sur en el foco. Entre lo llamativo de este país de Asia nororiental cabe destacar algunas similitudes con España: un pasado de dictadura, un presente de democracia imperfecta y una caterva de políticos en la cárcel; un desarrollo económico acelerado en las últimas cuatro décadas; una población y una renta a per cápita similares (ellos son unos pocos más, 51.635.00, y su renta es un poco más alta, 28.229 euros en el 2018, frente a los 25.730 de los españoles); grandes empresas con proyección internacional (Inditex, bancos y constructoras aquí; automovilísticas y electrónicas allí); una más que notable presencia militar norteamericana (más decisiva y omnipresente allí que aquí); una deshumanización que se disfraza de progreso, una penetración cultural extranjera que amenaza las señas de identidad propias y una lacerante desigualdad social, donde el abismo entre los que más y los que menos tienen no deja de agrandarse.

Entre las diferencias más visibles se encuentra el tamaño. La superficie de Corea del Sur es un quinto (100.339 kilómetros cuadrados) de la de España.

La península coreana, colonizada por Japón en 1910, fue dividida por la mitad, el paralelo 38, justo después de la segunda guerra mundial, para que no se encontraran las victoriosas tropas estadounidenses que entraban por los puertos del sur y las soviéticas que descendían por tierra desde el norte. La división nacida como temporal se oficializó en 1948, con un régimen comunista en el Norte y una dictadura en el Sur, que en 1950 se enzarzaron en una guerra, apoyadas la una por China y la otra por EEUU, que duró tres años y finalizó en un armisticio.

¿Qué hacer con el vecino?

Es la gran pregunta del Sur, sobre todo para el Gobierno y las personas mayores, preocupadas por la situación (algunas incluso con familiares) de quienes viven en el país más aislado del mundo y bajo un régimen opresor del que poco o nada se sabe con certeza. La amenaza de un ataque o la desintegración del régimen, que obligaría al Sur a absorber un país extremadamente pobre y con 25 millones de habitantes que viven anclados a un mundo predigital, es la auténtica espada de Damocles que pesa sobre Seúl. 

Colonizada por
Japón en 1910,
la península
fue dividida
en dos tras la
segunda guerra
mundial

Moon Jae-in, de 67 años e hijo de norcoreanos, el mismo día que ganó la presidencia hace tres años con una gran victoria electoral, tendió la mano a su homólogo Kim Jong-un para firmar un acuerdo de paz y tratar de pacificar la península. Moon fue el principal hacedor de las cumbres Trump-Kim que, pese a los esfuerzos diplomáticos regionales, no consiguieron el desarme nuclear del Norte. Moon sigue empeñado en un acercamiento a través del paralelo 38, pero se ve forzado a la contención que le impone el patrón estadounidense, que tiene estacionados en Corea del Sur 27.000 soldados.

Bong Jong-ho & Cia.

Los jóvenes surcoreanos no pierden el sueño por lo que ocurre en el Norte, ni por cómo se resolverá el futuro de la península. El presente es tan competitivo que concentra toda su atención. Les inquieta mucho más la creciente desigualdad, el tema de fondo de 'Parásitos', donde se reivindica el derecho de los de abajo a tomar al asalto la fortaleza de lujo y riqueza de los de arriba. Tal vez esta característica sea la que explica su éxito global, porque los de abajo, ya se sabe, son mucho más numerosos que los de arriba.

De repente, descubrimos el cine de Corea del Sur. Y todo por una película, 'Parásitos', de la que habla todo el mundo, que triunfó en Cannes y arrasó en los Oscar, pero que está lejos de ser un fenómeno de masas, aunque disfrute de una segunda vida, rescatada de su hábitat natural: los festivales internacionales y el circuito o gueto de la versión original.

Los cinéfilos no se sorprenden. Ya apreciaban a Bong Jong-ho, y destacaban su habilidad para captar los claroscuros y desigualdades de su país, su acercamiento al 'noir' y su capacidad para conjugar lo artístico con lo comercial, como mostraba su filme más conocido hasta la fecha, 'The host', que arrasó en la taquilla surcoreana. Y quien sabe, tal vez al rebozo del éxito de 'Parásitos' se abra el camino a otros cineastas como Yeon Sanhg-ho ('Tren a Busan'), Lee Chang-dong ('Burning') y el no tan desconocido Kim Ki-duk ('Hierro 3'). 

Hay leyes que
prohiben
discriminar a
la mujer, pero
los sindicatos
no las protegen

La pujanza industrial y tecnológica de la 11ª economía del mundo se refleja en los enormes cambios habidos en términos culturales y sociales. De ahí que, aparte de las películas y sobre todo de las series televisivas que han conquistado Asia, otra manifestación artística genuinamente surcoreana, se haya proyectado al exterior: el K-pop, que fusiona estilos tan diversos como el rock, el rap o la música electrónica, que arrasó en todo el mundo en el 2012 con el tema 'Gangnam Style'. 

El precio del avance

El avance económico no ha salido gratis a los surcoreanos. Los valores tradicionales están amenazados, el primero de todos, la familia. Con menos de un hijo (0,98) por mujer en edad fértil –frente al 1,25 de España–, el país se enfrenta a un rápido descenso de población si la llamada 'generación Sampo' sigue en sus trece: ni relaciones sentimentales, ni bodas, ni hijos. Las más reacias a tener descendencia son las mujeres porque, aunque existen leyes para evitar que se las discrimine al quedar embarazadas o si se casan y están en edad fértil, la realidad es que las empresas no las aplican y los sindicatos no las protegen.

A los jóvenes,
les inquieta más
la desigualdad
que la
posibilidad
de un ataque
nuclear del
Norte

También pierde terreno la cultura del esfuerzo, que incluye la obsesión de padres y alumnos por el ránking en las pruebas de acceso a la universidad, un desgaste personal y económico que devasta la sociedad por el alto índice de suicidios. Muchos han descubierto que hay otras formas de triunfar en la vida más allá de un título, aunque es la competitividad la que se encuentra detrás del drama: el suicidio es la primera causa de muerte entre los surcoreanos de 15 a 24 años. 

Conquistados

De repente, nos damos cuenta de que otra falsa frontera se viene abajo: la idea de que coreanos, chinos, japoneses, vietnamitas y otros asiáticos nos son ajenos, que no compartimos realidades y valores con ellos, que no les entendemos porque son de otra galaxia.

En el caso concreto de Corea del Sur, no hacía falta que llegase 'Parásitos' para darnos cuenta de la imparable la simbiosis Oriente-Occidente, porque desde este lado del mapamundi, casi sin percatarnos, nos hemos dejado conquistar –utilizamos móviles, ordenadores, frigoríficos, lavadoras y lavavajillas Samsung y LG, conducimos automóviles Hyundai, Kia y Daewoo–, sin que suframos lo más mínimo por ello. Igual pasó con Estados Unidos, cuyos valores llevamos asumiendo tantas décadas que casi nos parece que nacimos con ellos. 

El suicidio es
la primera
causa de
muerte de los
surcoreanos
entre los 15 y
los 24 años

Marcas occidentales

A su vez, Seúl, Busan, Incheon y otras grandes ciudades se han llenado de tiendas de marcas occidentales y franquicias de café de mil variedades y preparaciones diferentes que arrinconan a las teterías de toda la vida. Las discotecas de estilo occidental rebosan de bullicio las noches de los fines de semana. Será para bien o para mal, pero es lo que hay, y la idiosincrasia de los personajes que pueblan 'Parásitos' se nutre de esta realidad y quizá dota al filme de una trascendencia que ni siquiera es seguro que pretendiera su propio director.