FIGURA IMPRESCINDIBLE DEL TEATRO

Margarita Xirgu, la diva republicana

La biógrafa de la mítica actriz desgrana su leyenda en el 50º aniversario de su muerte

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Antonina Rodrigo

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Margarita Xirgu se formó en los cuadros de aficionados al teatro de los Ateneos Obreros. Su labor artística se distinguió  por la pluralidad de géneros y su contenido intelectual. Interpretó todo el teatro de su lengua vernácula, el catalán, desde el drama al vodevil: Guimerá, Iglesias, Rusiñol... Se interesó por el teatro contemporáneo y lo introdujo en su repertorio: Bataille, Hoffmansthal, Zola, Lenormand, Pirandello, Sardou, Shaw, Rice, Camus. La Xirgu, intuitiva, audaz, pasional, de grandes recursos creadores cultivados en los exiguos escenarios de sus comienzos. Cuando llega a Madrid, en mayo de 1914, la crítica la saluda como la actriz moderna y renovadora. Y no defrauda. Su nombre va a quedar ligado a los acontecimientos escénicos más importantes de la época. Apuesta por formas de expresión anticonvencionales: Valle-Inclán, Pérez Galdós, Unamuno. Y descubre nuevos valores: Federico García Lorca, Rafael Alberti, Alejandro Casona.

La actividad de Margarita Xirgu desbordó las fronteras del universo escénico de su tiempo. Su actuación como adelantada, constituyó desde sus principios un desafío a las normas tradicionales dramáticas. En sus personajes rozó, a veces, sus propias creencias religiosas. En 'Fermín Galán', Alberti ponía en manos de la Virgen (Xirgu) una bayoneta, en defensa de los revolucionarios, mientras arengaba: "Yo defiendo a la República y a los revolucionarios / ¡Abajo la monarquía! / Salid conmigo a los campos/ ¡Dadme un fusil o un revolver, una espada o un caballo! / Quiero ser la coronela de todos los sublevados...".

La otra 'religión'

Conscientemente, la actriz sirve a su otra 'religión': el teatro. Su apuesta por la estética interpretativa, con opciones ideológicas, tal y como preconizaban Piscator y Brecht, la llevaron a menudo a situaciones conflictivas, que asumió conscientemente.

Margarita Xirgu no perdería tampoco la ocasión de interesarse por el otro teatro, el de la vida, en entrevistas, manifestaciones, participando en homenajes a obreros represaliados, visitando en las cárceles a presos políticos, cediendo su casa a personalidades republicanas perseguidas, anulando una gira a Italia, con Federico García Lorca, como protesta por la invasión de Abisinia por las tropas fascistas de Mussolini en 1935, para incidir con su contribución personal en el desarrollo de los acontecimientos con trasfondo político-social.

Las heroínas lorquianas tuvieron una excepcional intérprete en Margarita Xirgu, quien estrenó y llevó a escena gran parte de las obras del poeta. La actriz, como elemento básico del espectáculo, dando vida y agitando las pasiones y tragedias de los personajes nacidos de la capacidad creadora de García Lorca. El dramaturgo poniendo en pie ensueños, inquietudes, frustraciones, esperanzas, rebeldías, todas las pasiones y miserias humanas de ese intransferible y trascendente universo lorquiano: mítico y primitivo, culto y popular, capaz de innovar en ámbitos trillados. Pero siempre, actriz y dramaturgo, desde el nivel más hondo y sentido más radical: exponentes de la justicia y la lilbertad. Por la que Xirgu, encarnó a Mariana Pineda, la Fantasía en 'La zapatera prodigiosa', la obsesión por la maternidad y la honra, en 'Yerma'; lo atávico en 'Bodas de sangre', la sumisión en 'Doña Rosita la soltera', la opresión en 'La casa de Bernarda Alba'.

El amor y la libertad

El amor y la libertad, en la dramaturgia lorquiana, era un tema anunciado desde sus albores literarios, tanto en su lírica como en su teatro, porque el amor y la libertad eran para Lorca dos valores íntimamente unidos y esenciales para la liberación del ser humano, la mujer en particular. En boca de sus personajes reales o de leyenda pone, fundamentalmente, la expresión de sus ideas y de su compromiso con la sociedad. Algo que comparte con Margarita Xirgu desde que se conocen, y acepta meterse en la piel de su drama 'Mariana Pineda', mujer revolucionaria, que luchó contra la tiranía absolutista de Fernando VII, quien la condenó a morir en garrote vil en la Granada de 1831. La obra había sido rechazada por otras actrices, ante posibles repercusiones políticas de la dictadura de Primo de Rivera.

Lorca denuncia la frustración del mundo de la mujer, que generaba la opresión y la sumisión por unas estructuras sociales y formas de vida anquilosadas. Margarita Xirgu le daría voz a esa galería de mujeres desvividas por la espera y la desesperanza de sus íntimos fracasos amorosos, que desfilan ya por las páginas de su primer libro 'Impresiones y paisajes'. En la temprana poesía 'Elegía' (1918), aparece la "Venus del mantón de Manila, incensario de deseos con la carne oscura de nardo marchito y el sexo potente sobre tu mirada".

El 'Romancero gitano' es ya una coral de voces femeninas que gritan, a veces en silencio, la injusta y desesperada soledad de su carne en flor. En el 'Romance sonámbulo', la niña sueña y espera en la verde baranda. Hay en el 'Romancero' mujeres insatisfechas (La casada infiel), desasosegadas como la Soledad Montoya del 'Romance de la pena negra', que confiesa estremecida: "¡Qué pena! Me estoy poniendo de azabache, carne y ropa. / ¡Ay mis camisas de hilo! / ¡Ay mis muslos de amapola!". Estas quejas de la tragedia soterrada de la mujer en acecho y espera del amor, tenían en Margarita la fuerza pasional y estremecida de la tragedia del desamor en sus jóvenes vidas.

El alto concepto que como persona e intérprete tenía Lorca de la actriz, dentro y fuera del teatro, lo fue desgranando a lo largo de los años de su colaboración, en declaraciones, escritos y poemas. Durante los ensayos de 'Yerma', le declaraba al periodista Alardo Parats, del diario 'El sol': "Es una mujer extraordinaria y de un raro instinto para apreciar e interpretar la belleza dramática, que sabe encontrarla donde está. Va a buscarla con una generosidad inigualable, haciendo caso omiso de toda consideración que pudiéramos llamar de orden comercial".

Fanatismo de arte

Y tres días antes del estreno, cuando la Xirgu está ya metida en la piel de 'Yerma', el dramaturgo la define, a Alfredo Muñiz, para el 'Heraldo de Madrid': "Margarita Xirgu es un caso extraordinario de talento; talento que se impone a la ñoñería actual de nuestro teatro en batallas constantes de inquietudes interpretativas. Con emoción auténtica, con fanatismo de arte, acogió mi obra, y con ternuras maternales va cuidando día a día, en el ritual casi religioso de los ensayos, los detalles más nimios de su puesta en escena. Cada tarde, en la penumbra fría del escenario, me sorprende el arte genial de Margarita con un nuevo matiz, conseguido la noche anterior en el silencio estudioso de sus insomnios... Tendrá en 'Yerma' un éxito grande. Como siempre, como merece".

Lorca creía que: "...el teatro necesita que los personajes que aparezcan en escena lleven un traje de poesía y, al mismo tiempo, se les vean los huesos, la sangre". Y añadía que "han de ser humanos, tan horrorosamente trágicos y ligados a la vida y al día con una fuerza tal, que muestren sus traiciones, que se aprecien sus olores y que salga a los labios toda la valentía de sus palabras llenas de amor y de ascos". Esta realidad palpitante para el teatro, la compartía Margarita, que aspiraba a que los poetas y los autores se inspiraran en la realidad cotidiana. Así lo definía la actriz en su conferencia: Impresiones personales sobre el Teatro Nacional.

A finales de enero de 1936, Xirgu, al frente de su compañía, salía de Santander para iniciar una gira de seis meses por América. Lorca debía ir con ella para asistir al estreno de 'La casa de Bernarda Alba' en Buenos Aires. En los últimos días, Federico desistió de acompañarla, con la promesa de que se reuniría con ella más tarde en Buenos Aires. Un mes después del golpe de Estado militar del 18 de julio de 1936, el poeta era fusilado. Culminaba la que hemos llamado en calificar su etapa catalana de 1925-1935, más extensa que las de Nueva York, Buenos Aires y Cuba.

Perseguida hasta en el exilio

La actriz según sus propias declaraciones, vivió ya para siempre "abrumada por el increíble asesinato de Lorca". Xirgu no regresaría jamás a España, no por ello el régimen franquista dejó de perseguirla en el exilio. En 1940 era procesada por el Tribunal de Responsabilidades Políticas, con la confiscación de todos sus bienes y el extrañamiento a perpetuidad. En Montevideo, la actriz fue delegada del Gobierno catalán en el exilio.

"Es una mujer que,
por el mero hecho de estar en un lugar, crea alrededor un clima", escribió Josep Pla

Hispanoamérica, iba a ser su última singladura artística, de 1936 a 1969, recorrió Cuba, Colombia, Perú, Chile, México, Argentina y particularmente Uruguay, donde dirigió  Escuelas y Comedia Nacionales de Arte Dramático. Xirgu desarrolló una valiosa labor dramática y pedagógica, despertando y orientando vocaciones. La actriz enseñó de acuerdo con planteamientos, técnicas y métodos fruto de su experiencia creadora y visión personal. Como en España, estuvo vinculada a los jóvenes autores de vanguardia.

El 27 de mayo de 1949, estrenaba 'El malentendido', de Albert Camus, en el Teatro Argentino de Buenos Aires. La prensa bonaerense comentaba el magisterio teatral de la intérprete. Sin embargo, tres días más tarde, las autoridades peronistas suspendían la obra. La Sociedad Argentina de Escritores hizo pública su protesta en las columnas de 'Clarín'. Camus le escribía a la actriz una carta en la que le expresaba su admiración y solidaridad, y le hacía saber su renuncia a dar unas conferencias programadas en Argentina.

El 25 de abril de 1969 moría en Montevideo. Su labor había polarizado durante 33 años el entusiasmo escénico, posibilitando con su interpretación y magisterio un aliento renovador de plenitud dramática al frente de Escuelas y Comedias Nacionales. Josep Pla, que la conoció en sus últimos años, escribió: "Es una mujer que, por el mero hecho de estar en un lugar, crea a su alrededor un ambiente, un clima... Esta clase de personas son raras, apenas abundan".

Si la memoria de Margarita Xirgu sigue fascinando hoy a gentes que no conocieron su perfil humano, ni admiraron su dimensión artística sobre un escenario, es porque su compromiso con la sociedad, como mujer e intérprete, sobrevoló los horizontes de su época.