DOCUMENTAL EN HBO

Theranos, el gran timo de la biotecnología

HBO estrena 'The inventor', de Alex Gibney, sobre Elizabeth Holmes y el falso invento que tenía que revolucionar los análisis sanguíneos

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Juan Manuel Freire

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¿Quién no ha soñado con una modalidad de análisis sanguíneo que no incluya pinchazos dolorosos? Elizabeth Holmes lo hizo, y a lo grande, al estilo de Ícaro. A los 19 años dejó Stanford para empezar su propia compañía, Theranos (fusión de 'therapy' y 'diagnosis'), cuyo producto estrella, revolucionario, sería la caja Edison, no más grande que una impresora doméstica, pero capaz de hacer hasta más de doscientas pruebas a partir de la poca sangre que puede extraerse de un pinchacito en el dedo.

La comodidad no acababa en cambiar aguja intravenosa por alfiler. El paciente podría someterse al examen en una farmacia, en lugar de tener que desplazarse al hospital, y recibiría los resultados en pocas horas.

Suena brillante, pero también suena a ciencia ficción. Y dio pie a todo un thriller médico-tecnológico que el documentalista <strong>Alex Gibney</strong> relata con buen pulso en 'The inventor', propuesta irrechazable de HBO desde el martes, día 19.

Una montaña de secretos

'The inventor' es una inmersión subyugante en los interiores, o mejor, las apariencias de una empresa que hacía peor el mundo mientras alardeaba de estar revolucionándolo para bien: gran parte de su metraje son imágenes cedidas a Gibney por un 'insider' de la compañía, incluyendo mucho material promocional que se prestó a rodar (de algo hay que vivir) el documentalista de prestigio Errol Morris.

Una de las primeras frases que oímos decir a Holmes en dicho material es: "No tengo muchos secretos". Harto discutible, como sabremos en breve. En realidad, ella es solo la penúltima en la larga lista de personalidades idolatradas con pies de barro que ha retratado Gibney durante su carrera, después de, por ejemplo, los responsables del escándalo financiero de Enron, el gobernador demócrata Eliot Spitzer o el ciclista Lance Armstrong.

La fundadora
de Theranos
quiso estudiar
medicina, pero
le daban miedo
las agujas. De
ahí su proyecto

Para destapar los (sí) muchos secretos de su antiheroína, Gibney entrevistó a antiguos empleados de Theranos (incluyendo algunos heroicos delatores), académicos, periodistas… Entre estos últimos figura Roger Parloff, quien tuvo que retractarse de un laudatorio reportaje de portada en 'Fortune', y firmas más escépticas como Ken Auletta de 'The New Yorker' o el (dos veces) ganador del Pulitzer John Carreyrou, cuyas investigaciones para el 'Wall Street Journal' despertaron al mundo al fraude de Theranos.

Musa a seguir

Si la 'start up' llegó tan lejos como llegó (hasta estar valorada en 9 mil millones de dólares), fue todo gracias a la perfección de un personaje. Holmes, Elizabeth Holmes. Una mujer con una gran historia para contar; algo que, hoy en día, vale más que cualquier evidencia científica. Su padre supervisó trabajos de ayuda humanitaria a través de agencias gubernamentales y ella quería seguir su camino, hacer buenas obras. Inspirada por su tatarabuelo, el cirujano Christian Holmes, decidió meterse en la medicina. Pero descubrió que tenía miedo a las agujas. De ahí su gran proyecto.

Y no solo era lo que contaba, sino cómo lo contaba, con increíble seguridad, imponente (e impostado) tono barítono, sus grandes ojos azules muy abiertos, sin apenas pestañear, algo que siempre inquietó a sus empleados. Según se dice, solo dormía cuatro horas al día, concentrada en completar su gran obra; o mantener vivo su autoengaño. Si vestía siempre el mismo conjunto negro, era para poder dedicar toda su energía al trabajo.

A base de historia e imagen, consiguió que mucha gente invirtiera en Theranos sin saber muy bien cómo iba a funcionar la impresora-máquina de diagnosis, ni comprobar las cuentas de la compañía.

Explicación 'cómicamente vaga'

Quien sí insistió en saber cómo iba la máquina fue Ken Auletta, para el artículo que publicó en 'The New Yorker' a finales del 2014. La explicación de Holmes fue, escribió el plumilla, "cómicamente vaga". Decía así: "Se realiza una química para que ocurra una reacción química y genere una señal a partir de la interacción química con la muestra, que se traduce en un resultado, que después es revisado en laboratorio por personal titulado".

Se dice que la
jefa dormía solo
cuatro horas y
vestía siempre
de negro para
dedicar toda
su energía
al trabajo

La Edison nunca llegó a funcionar como fuera que debía funcionar. Los resultados no eran precisos y, en muchos casos, se conseguían secretamente con maquinaria de otras compañías. Tras el artículo publicado por Carreyrou en el 'WSJ' en octubre del 2015, la Comisión de Bolsa y Valores abrió una investigación. En marzo del 2018, Holmes llegó a un acuerdo con la agencia que incluía el pago de medio millón de dólares y la renuncia a cualquier puesto directivo en una compañía pública durante una década.

Pero aquí no acabó su castigo. El junio siguiente, el Departamento de Justicia declaró que un gran jurado había acusado a Holmes y el exdirector de operaciones de Theranos, Ramesh Balwani, de nueve cargos de fraude y dos de conspiración. Un total de 20 años de cárcel es la pena a la que ahora se enfrentan. 

Parecidos razonables

No es difícil establecer parecidos razonables entre Elizabeth Holmes y otras figuras icónicas de Silicon Valley. El conjunto que, invariablemente, vestía cada día la empresaria en Theranos incluía un jersey negro de cuello alto en tributo a uno de sus ídolos: Steve Jobs, el cofundador de Apple. Quizá también por parecerse a Jobs, Holmes no llegó a licenciarse. También tomó de él su forma de enfrentarse a los desafíos: si el iPhone tenía problemas, solo era cuestión de seguir adelante hasta conseguir resolverlos. El problema es que, en el caso de Theranos, lo que estaba en jaque no era la conectividad de la gente, sino su salud. 

Otro que tampoco se licenció fue Mark Zuckerberg, del que solo le separan unos meses en cuestiones de edad; él tiene 34, ella ya 35, pero recién cumplidos. Como el fundador de Facebook, Holmes habla a veces como una iluminada y otras veces no sabe qué decir. (En tres días de declaración ante la Comisión de Bolsa y Valores en verano del 2017, dijo «no lo sé» más de 600 veces).

También es fácil relacionar a Holmes con Billy McFarland, cocreador del peor festival musical de la historia, el Fyre. Como él,  realmente creía en su visión. También como él, parecía inmune a los comentarios juiciosos y problemas de sus colaboradores. Con ambos personajes se ha hablado de tendencias sociópatas. «Una de esas tendencias –explicó John Carreyrou en ‘Vanity Fair’– es la mentira patológica. Creo que esta mujer empezó a contar pequeñas mentiras poco después de salir de Stanford, cuando fundó su compañía, y las mentiras se fueron haciendo más y más grandes».