Esa estrella me tiene frita
Juan Carlos Ortega
Acabo de regresar de la isla de La Palma, donde he estado visitando con mi hijo el GTC (Gran Telescopio Canarias), el mayor telescopio óptico del mundo. Bajo su gigantesca cúpula, uno tiene la sensación de estar en la Capilla Sixtina de la razón. Los ángeles han sido sustituidos por hexágonos perfectos y el dedo de Dios por una obertura blanca que deja ver uno de los cielos más sorprendentes de la Tierra.
Allí, por encima de las nubes, a más de dos kilómetros de altura, trabajan algunas de las personas más inteligentes del mundo. Se les ve alegres porque han descubierto que la felicidad no está dentro de ellos, como dicen los libros de autoayuda, sino fuera, en ese universo que se empeñan noche a noche en conocer.
Los científicos no mencionan ni una vez el 'reto soberanista' ni la 'podemización del PSOE'. El telescopio les conecta a la realidad
Mientras mi hijo imagina que controla el telescopio simulando manejar un ordenador (mueve los dedos a distancia, tecleando el aire, porque le han dicho que no se puede tocar nada) yo escucho a Héctor Socas y a Marian Martínez, dos prestigiosos físicos de nuestro país. Tremendamente concentrados, hablan de una estrella, una sola entre las miles de millones que pueblan nuestra galaxia. Se han fijado en ella porque, al parecer, hace cosas un poco raras. Especulan y lanzan hipótesis para explicar su extraño comportamiento en la línea espectral del silicio. "Esa estrella me tiene frita", comenta Marian. Esa frase, para mí, lo simboliza todo. No denota hartazgo, como puede parecer a primera vista, sino la expresión feliz de un reto intelectual.
Socas me dice, emocionado, que el Gran Telescopio Canarias es una obra humana comparable en genialidad e importancia a las pirámides de Egipto. Al instante añade divertido: "Bueno, en realidad el telescopio es más importante aún, porque las pirámides ya están amortizadas".
Comí y cené con ellos y otros científicos de primer nivel. Les escuché hablar de muchas cosas. Pero, ¿saben qué? En ningún momento hablaron de política. Ni una sola mención a Pablo Iglesias ni a Puigdemont ni a Rajoy. Ningún comentario, ni siquiera de pasada, al "reto soberanista", ni al "choque de trenes", ni a la "podemización del PSOE".
Pensarán ustedes que esos individuos están desconectados de la realidad, que en su cabeza solo tienen sitio para estrellas, ecuaciones y galaxias, pero yo les aseguro que la realidad es precisamente la contraria. Si no hablan de referendums ni de Errejones, si no mencionan a Sorayas o Puigdemones, si no discuten de política como tuiteros sabelotodo o tertulianos de la Sexta, no es porque estén desconectados de la realidad, sino porque ese gigantesco telescopio les ha conectado irremediablemente a ella.
De verdad, créanme; son ellos, los científicos que conocí, quienes tienen contacto directo con la realidad. La aman de manera apasionada y por eso quieren saber cómo es. No pretenden deformarla, como si hacen los políticos y su sectaria y ciega legión de seguidores, desde la derecha hasta la izquierda. Son ellos, los Héctor y las Marian, los que logran que el mundo sea cada día mejor.
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