40 años con, 40 años sin
Franco, ese monigote
Desde hace 15 años Francisco Franco es una presencia familiar para mí. Esta frase pronunciada en ciertos contextos sería dramática, peligrosa. O ilegal. No creo que sea así en mi caso: mi Franco familiar es un monigote, una venganza póstuma contra un dictador al que hemos tenido la fortuna de convertir en un payaso. Por otro lado, no todo lo familiar es necesariamente positivo; seguro que saben a qué me refiero.
Como decía, hace ya 15 años que convertimos a Franco en un personaje humorístico. Su estreno fue en el programa Minoria absoluta, que arrancamos en RAC1 en el 2000 con Toni Soler y Queco Novell. Se trata por supuesto de un arquetipo de fascista, que extrae sus gags de dos fuentes distintas. Por un lado, los referentes propios de la historia del franquismo, recordados por el público de más edad, pero que también pueden conectar con la gente más joven porque muchos de sus lugares comunes son muy reconocibles (iba a decir «populares», pero he intuido posibles malentendidos que me han aconsejado cambiar de adjetivo). Por otro, el Franco de Minoria absoluta y Polònia (y ahora, también, de El matí de Catalunya Ràdio) es un reflejo cómico de tics franquistas que aún detectamos en la política de hoy. Es curioso cómo, a veces, las dos fuentes se combinan en un chiste con contenido histórico que, una vez pronunciado, resulta inquietantemente vigente.
Por mi parte, lo admito, doy gracias por poder divertirme tanto como lo hago cada vez que abduzco al decrépito autócrata y lo ridiculizo. Imitar a Franco me permite un ejercicio estimulante: sobre tal o cual asunto ¿qué es lo que yo nunca opinaría? Pues ahí va, eso es lo que dirá el personaje. También les confieso que la idea de convertirme ocasionalmente en una figura histórica se me hace muy atractiva, a pesar de que la figura sea la que es.
De vez en cuando alguien cuestiona la pertinencia de hacer reír con un dictador del tamaño de Franco. Comprendo el desconcierto inicial, pero si escuchamos lo que el personaje dice, difícilmente podremos concluir que se le está absolviendo de nada, más bien al contrario. Franco como títere es humor negro, y ya saben lo que eso significa: temas negros pero tratados de manera que provoquen la risa. Una risa que en ningún caso significa benevolencia con nada.
Soy tan mayor que en mi juventud existía la mili obligatoria, pero logré pillar por los pelos la ley de objeción de conciencia. Soy objetor. ¿Quién me iba a decir, cuando recibí la licencia definitiva del ejército al que nunca serví, que me iba a pasar todo lo que llevamos de siglo vestido de militar?
Manel Lucas recrea al personaje de Franco en 'Polònia' (TV-3) y 'El matí de Catalunya Ràdio'.
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