Ciclismo

Volta a Catalunya: un Evenepoel furioso atrapa a Roglic en la general

El campeón del mundo gana en La Molina e iguala en tiempos al ciclista esloveno al frente de la clasificación de la ronda catalana.

Evenepoel La Molina

Evenepoel La Molina / SOUDAL QUICK STEP

Sergi López-Egea

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Protesta Remco Evenepoel. Acaba de atacar a poco más de cuatro kilómetros para la cumbre de La Molina. Protesta porque ha vuelto a reventar el pelotón y solo Primoz Roglic ha aguantado el tirón. Él es el joven y Roglic el veterano. Le pide relevos, pero su rival no se los va a dar. Si puede, siempre quedará la duda, no le conviene tácticamente. Le da igual lo que hagan los demás porque de ellos es la gloria de la Volta. Victoria del campeón del mundo, que viste de blanco porque es el líder de los jóvenes de la ronda catalana, y el que atrapa a Roglic en la general para salir ambos de los Pirineos empatados a tiempos.

Los demás parecen no contar. Quizá, con la eterna mala suerte que siempre persigue a Mikel Landa, Giulio Ciccone, si aguanta el viernes en los altos de Tortosa, le puede privar al ciclista alavés de una tercera plaza, con el consiguiente premio de consolación del podio. Landa, como Ciccone, como el resto de los ‘humanos’ que disputan la Volta, no pueden responder a Evenepoel. El ataque del campeón del mundo ha sido fiero, potente, enérgico; una brutalidad, como todo lo que hace este fenómeno belga, todavía 15 meses más joven que Tadej Pogacar. ¡Ah! cuándo llegará esta temporada un duelo entre estos dos prodigios.

Ataca Evenepoel y Roglic responde, aunque le cuesta. Se quedan solos. Evenepoel quiere abrir hueco. A Roglic le da igual porque es el líder y porque bastante ha hecho con seguirlo. Le reclama relevos. Roglic, aunque es esloveno, se hace el sueco. Y los dos se presentan solos en la cuesta final de La Molina, allí donde ganaba Alejandro Valverde. Y es el lugar donde cede, por poquito, por muy poquito, Roglic y la meta en la que Evenepoel exhibe su pecado de juventud. ¿Por qué levanta los brazos para celebrar la victoria? ¿Por qué deja de pedalear como un loco? ¿Por qué se entretiene en degustar el triunfo? Por el desliz sólo saca dos segundos a Roglic y permite al ciclista esloveno salir con el jersey verdiblanco de líder de la Volta en la cuarta etapa, que acabará en Sabadell, con presumible tregua y esprint masivo anunciado.

De haber seguido, de haber pensado que lo importante no era ganar en La Molina sino el domingo acabar en Barcelona al frente de la general, por lo menos tendría uno o dos segundos de margen con Roglic y sería el nuevo patrón de la Volta.

Es una locura lo que hacen ahora los reyes del ciclismo. Solo Ciccone privó en Vallter 2.000 de una victoria a Roglic o a Evenepoel. El resto solo puede mirar, si no está Pogacar en acción o esa pareja de chiflados, con todo el cariño, los llamados Mathieu van der Poel y Wout van Aert, que se enfrentan en el barro, en la arena, con piedras, con asfalto y con lo que haga falta. Los demás, incluido Jonas Vingegaard, el vencedor del Tour, al menos por lo que se vio en la París-Niza, solo pueden conformarse en verlos en la distancia y tratar de pelear por esos huecos que dejan en los escalones más bajos de los podios.

Son como magos sobre la bici, fenómenos increíbles, con Evenepoel y Pogacar a la cabeza. El campeón del mundo no lidera la Volta por un desliz. Pero en La Molina hizo un doble trabajo físico y psíquico. Porque le dejó claro a Roglic que estaba fuerte como un roble, que había desenterrado el hacha de guerra y que se prepare el viernes en Lo Port donde las rampas son más duras que en la Cerdanya porque no ha cerrado el libro de esta carrera, ni mucho menos. Queda espectáculo y el último grito, lanzado a golpe de pedal, que seguramente ya está preparado en la garganta de Evenepoel. Y, por supuesto, en sus piernas.