El Tourmalet

El Tourmalet: ¡que vivan los Pirineos!

La cordillera pirenaica es sinónimo de gestas, las que hicieron los legendarios héroes del Tour como Merckx, Poulidor, Thévenet, Hinault e Induráin.

Vingegaard y Van Aert

Vingegaard y Van Aert / JUMBO VISMA

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Circulaban por la autopista a su ritmo. Dos mujeres conducían el Mercedes, años 70, de esos que llevaban los turistas alemanes que venían a bañarse al Mediterráneo hace 50 años, y el coche, a su vez, arrastraba la caravana. Las dos mujeres llevaban días a golpe de embrague por las carreteras paralelas a la que utilizan los ciclistas para competir de la salida a la meta..

Lo curioso era la decoración del vehículo, hasta el punto de creer si era una réplica o el auténtico. El Mercedes era el del equipo Molteni que seguía el siglo pasado a Eddy Merckx y la caravana era la que utilizaba el mejor corredor de todos los tiempos para cambiarse, gozar de un poco de intimidad y refugiarse del acoso de los aficionados. Esas cosas se ven en el Tour para convencerse de que existe una religión entorno a la carrera. Compran un viejo Mercedes, lo llevan al planchista artesano, lo pintan con los mismos colores que impulsaron a Merckx en sus gestas y siguen en la vejez del gran campeón belga la ronda francesa en la que ya podría estar corriendo uno de sus nietos si no se hubiera dedicado al hockey hierba.

De Merckx a Hinault

Y fue Merckx quien pasó el testigo, en su retirada a Bernard Hinault, quien hasta su jubilación fue el responsable de las relaciones públicas del Tour. Era él quien ordenaba el podio, quien recibía a los invitados. Quien a veces se peleaba, fuerte carácter que tiene el hombre. Se fue, estuvo un par de años al margen de la carrera, pero el gusanillo ha vuelto a cautivarlo y este 2022 ha regresado como imagen de una de las firmas comerciales que patrocinan la prueba. Bernard Thévenet, dos Tours y con la leyenda a cuestas de haber sido el ciclista que tumbó a Merckx, lo que no consiguió Luis Ocaña porque se cayó en Menté, es otro de los benditos 'enfermos' de la carrera. Nunca la ha dejado. Fue la voz experta de la televisión francesa en las retransmisiones de la Grande Boucle hasta que lo reemplazaron por Laurent Jalabert y entonces cogió la plaza de Hinault. Y aquí lo tenemos repartiendo sonrisas entre los huéspedes del Tour.

En cambio, a Miguel Induráin no hay quien lo convenza para que regrese por sus territorios. Dice que él ya es historia. Se equivoca. Es leyenda. No hay forma de que se acerque al Tour. Hace años que no aparece ni siquiera cuando hicieron ‘maillots’ amarillos conmemorativos, en 2019, para celebrar el centenario del jersey que distingue con su color al primer clasificado de la general. Cada etapa llevaba un motivo. Y, claro está, el día que debía correrse con su imagen tenía que ser él quien entregase el jersey, por aquel entonces a Julian Alaphilippe. No vino. Prefirió quedarse en Pamplona.

Esencia de la carrera

Raymond Poulidor, ya maltrecho de salud, decidió no perderse el Tour de 2019. Acudió a todas las rondas francesas desde que colgó la bici. Y siempre iba vestido de amarillo, algo que nunca consiguió en su apogeo deportivo. Vestía de este color porque era la imagen de la entidad bancaria que patrocina la prenda. Murió a los cuatro meses de recorrer Francia por última vez.

¿Y por qué recordar ahora todos estos nombres que son leyenda pura del Tour? Merckx, Poulidor, Thévenet, Hinault e Induráin. Porque ellos en algún momento de su carrera deportiva, mientras marcaban con las ruedas de sus bicis una trazada legendaria en las carreteras, tuvieron a los Pirineos como escenario de sus éxitos. Merckx no sería Merckx si en 1969 no hubiese puesto la carrera patas arribas con una escapada memorable a través de las grandes cimas de la cordillera. Induráin tampoco habría sido Induráin si en 1991 no se escapa camino de Val Louron, que se sube el miércoles, en compañía de Claudio Chiappucci en el primer día imperial por el Tour.

Las subidas pirenaicas son menos agresivas que las alpinas, más cortas, normalmente más calurosas, pero no por ello menos legendarias. Sin Pirineos no habría Tour. Ni leyenda. Fueron los montes que debutaron en 1910 cuando Octave Lapize llamó  “asesinos” a los creadores de la carrera porque en aquella época, sin desarrollos en unas bicis que pesaban como un alma con remordimiento, había que subir a pie.

Todo ocurrió en esta cordillera, que ahora anuncia vibrante duelo este año, por cuestas legendarias donde solo hace falta gritar ¡que vivan los Pirineos!