El Tourmalet

Cuando no existía la tele en el Tour de Francia

Pogacar, podio

Pogacar, podio / LE TOUR

Sergi López-Egea

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Hasta 1964 la televisión francesa no retransmitió el Tour en directo. Hasta entonces la carrera se resumía a una serie de noticiarios que se emitían en los cines y a los primeros resúmenes en los telediarios en blanco y negro. Francia explotó de alegría y la gente buscaba desesperadamente un televisor hace 57 años para no perderse el duelo entre Jacques Anquetil y Raymond Poulidor. El astro normando se llevó el premio en el Parque de los Príncipes de París, el quinto Tour, y 'Pou-Pou' el cariño y admiración de toda Francia.

La televisión empezó a entrar poco a poco en la carrera, primero unos pocos minutos, los kilómetros finales, luego las dos últimas horas de carrera hasta llegar a la retransmisión íntegra de todas las etapas, desde el recorrido neutralizado hasta las declaraciones de los triunfadores del día. A diferencia de otros deportes, se corta la retransmisión unos minutos para ofrecer la publicidad en diversos lotes repartidos a lo largo de la carrera.

Los tiempos de Coppi y Bartali

Pero el ciclismo, y sobre todo el Tour, debe parte de su fama, de la creación de mitos, de las viejas leyendas, precisamente al hecho de que no había cámaras en directo, ni la gente veía lo que pasaba mientras Fausto Coppi y Gino Bartali se peleaban por ganar en París y se daban un bidón para calmar la sed en los Pirineos. Louison Bobet se hizo grande, mucho más por lo que se contaba de él, que por lo que realmente hizo en la carrera. Y en 1959, en España, la gente estaba pendiente de la radio y al día siguiente había cola en los quioscos para conocer las hazañas de Federico Bahamontes en su victoria. Y la radio tampoco daba la carrera en directo sino que recibía la información que le llegaba por agencia para recrear luego las gestas del 'Águila de Toledo' hasta convertirlo en el mejor escalador de todos los tiempos.

Nadie veía nada y había que creer lo que se contaba desde Francia. Y hasta los periodistas que seguían el Tour tenían que hacer caso a lo que explicaban los ciclistas en la meta aunque aumentasen de tamaño los éxito, como aquellos pescadores que presumen de haber capturado con su caña ejemplares magníficos que luego hay que calibrar con lupa.

Un pastís con Picasso

Así creció, así se hizo grande el Tour, así le gustaba a Pablo Picasso que le contasen en agosto sus aventuras, porque eran aventuras, los hermanos Lazarides mientras tomaban unas copas de pastís en una terraza de la Costa Azul.Y si algún ciclista decía que una etapa había sido dantesca, aunque solo hubiesen caído cuatro gotas mal contadas,, había que creerlo.

La televisión es como el algodón que descubre las motas de polvo en la pared o en un mueble. Si Tadej Pogacar ataca a 36 kilómetros de la meta de Le Grand Bornand es porque allí ha demarrado y nadie puede seguirlo. Hasta el ciclismo fue el primero que utilizó el VAR para descubrir infracciones en la etapa o cierres y empujones en las llegadas masivas. Y lo hizo mucho antes de que el fútbol plantease el sistema como ayuda arbitral.

Y sin escapadas publicitarias

En los años 50 difícilmente se producían las llamadas escapadas publicitarias, las que se realizan en los primeros kilómetros de carrera y que todo el mundo, sobre todo los fugados, saben que no llegarán a ninguna parte. Con la televisión los equipos modestos triunfan con unos kilómetros de fama, se ve su marca, la bici que llevan y hasta las letras pequeñas de los nombres de los segundos y terceros patrocinadores. Así consiguen, como dice Pedro Delgado, el minuto de gloria. Sin tele se quedarían en el pelotón administrando fuerzas para cuando llegasen los momentos duros de las etapas.

Y si las etapas terminan a media tarde es porque no se puedan instalar focos en la subida al Tourmalet, por ejemplo; de lo contrario acabarían programándose en hora nocturna de máxima audiencia como sucede en buena parte de otras disciplinas deportivas.

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