las primeras cuestas
Un Rally de Montecarlo en plan ciclista
El Tour afronta el domingo una etapa de montaña con cimas por encima de los 1.500 metros, entre ellas el famoso Turini automovilístico
Sergi López-Egea
Periodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. Ha seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
Sergi López-Egea
El Tour, en lo deportivo, que debería ser lo único que importase, no se anda con bromas. Atrás han quedado las costumbres de antaño cuando un montón de etapas llanas, que siempre acababan en esprint y con un montón de caídas y abandonos por el camino, servían para calentar piernas a modo de motores. Y nunca mejor dicho, porque la segunda jornada de este año se convierte en un auténtico Rally de Montecarlo pero yendo en bici en lugar de coche.
Nunca hasta ahora, desde que se creo la carrera en 1903, a la segunda etapa se programaban puertos por encima de los 1.500 metros, toda una exigencia que ha obligado a los ciclistas estos días a olvidarse de rodar plácidamente por el Paseo de los Ingleses y contemplar la playa -se ha hecho, pero poco- y comenzar a entrenar por las cuestas que rodean la ciudad de Niza.
Cannes y Mónaco
La capital de la Costa Azul está cercada por montañas. Solo se encuentra el llano si se busca la costa, en dirección a Cannes. Pero ya si se quiere cruzar la frontera y visitar el vecino Mónaco hay que atravesar montes, y en bici colocar el plato pequeño.
El Tour comienza este sábado en el centro de Niza para buscar una etapa en un circuito de ida y vuelta, con un paso intermedio por la ciudad, también con la compañía de las cuestas, pero con el propósito de que todos, avisados y entrenados, consigan mantenerse firmes en la disciplina del pelotón a la espera de una llegada masiva en el Paseo de los Ingleses, en la zona habitual donde cada mes de marzo acostumbra a terminar la París-Niza.
Las citas de la París-Niza
Este año no pudo ser porque se canceló la última etapa y con ella todo el ciclismo hasta finales de julio.Se aparcaron las bicis y estalló la pandemia. La última etapa de la París-Niza suele ser una auténtica jornada de toboganes por las cimas que el Tour visitará mañana. La más famosa es el col d’Eze, porque muchos años sus cuestas sirvieron para celebrar una cronoescalada donde se decidía el vencedor dela carrera y el ciclista que se vestía de blanco, la prenda que entonces servía para identificar al ganador de la denominada 'Carrera del Sol'. Pero llegó el Tour y la compró y como es lógico cambió el blanco por el jersey amarillo, idéntico al que los esprínters se jugarán este sábado en la llegada de la primera etapa.
Muy distinta, por lo tanto, será la segunda. Posiblemente, los favoritos guardarán fuerzas porque queda mucho Tour y una tercera semana exigente con las cuatro citas de montaña consecutivas, una en los montes del Jura y tres en los Alpes. "Hay que ser precavido. No se pueden malgastar fuerzas porque sí y hay que reservarse para esas cuatro etapas finales porque allí será donde se jugará el destino del Tour", dijo este viernes Mikel Landa.
Cita en el Turini
Pero como se le ocurra a alguno liarla hay terreno y bajadas peligrosas, como la del Turini, para comenzar a poner el Tour patas arriba. Precisamente, el Turini es la montaña que siempre se ha asociado al Rally de Montecarlo, aunque sin trayectoria ciclista importante. Su cima se encuentra a 1.607 metros de altitud y la montaña presenta un desnivel medio del 7,4%, o sea bastante exigente.
Puede ser un día propicio para corredores como Alejandro Valverde, quien afronta el Tour con 40 años, con ganas de divertirse y que lleva desde el 10 de agosto sin ver a sus cuatro hijos, concentrado en altitud para entrenar pero, sobre todo, para driblar al virus. Y también para Julian Alaphilippe. El corredor francés afincado en Andorra sabe que jornadas como la de mañana son idóneas para él y mucho mejor que las grandes citaas de montaña diseñadas para la fase final del Tour.
No hay tregua que valga. Niza, como París, bien vale una fiesta aunque sus habitantes parezcan que estén peleados con la mascarilla. Ven a un policía, que de hecho vela por su salud, y se la ponen y en cuanto el agente se ha despistado se la quitan. Mejor que no lo sepan los corredores porque a buen seguro les preocuparía. Ellos pueden haber tenido episodios negros con el dopaje en el pasado, pero en temas de cuidarse pocos deportistas los superan. Y está demostrado.
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