Un cementerio muy especial
Nueve tumbas romanas y visigóticas salen a la luz en las obras de Via Laietana
Las excavaciones sacan a la luz parte de la zona funeraria que rodeaba el mausoleo que aún se conserva en el subsuelo de la plaza de Antoni Maura
Ernest Alós
Coordinador de Opinión y Participación
Periodista
Cuando las murallas de Barcino se quedaron pequeñas, un potentado romano construyó hacia los siglos II o III, justo fuera de ellas, su casa, una 'domus', en la actual plaza de Antoni Maura. Sus descendientes se convirtieron al cristianismo y acabarían donándola para convertirla en un monumento funerario que albergó las tumbas de personajes prominentes allá por el siglo V (especulaciones, unas líneas más abajo) y un mosaico de 25 metros cuadrados conservado pero actualmente no visitable (para novedades inminentes, seguir leyendo). En el exterior de ese monumento creció un cementerio ya cristiano del que acaban de salir a la luz, durante las obras de reforma de la Via Laietana, siete tumbas de periodo tardorromano (siglos IV a V) y dos tumbas tardoantiguas (del periodo visigótico, entre los siglos VI y VII), que se suman a dos halladas hace unos meses al otro lado de la Via Laietana.
Durante las obras de Via Laietana se han excavado arqueológicamente las áreas donde el subsuelo debía ser removido o ocupado por elementos que habrían imposibilitado el acceso en el futuro. Si en esta esquina (frente al antiguo consulado americano, para los 'boomers') se hubiese decidido plantar plantas de romero o petunias, la excavación habría quedado para tiempos mejores. Pero afortunadamente para los arqueólogos, que sabían que ese era un punto prometedor, justo allí se había decidido plantar un árbol. Con sus raíces. Así que hubo permiso para excavar más hondo. Y bajo los restos de muros medievales y modernos (con pavimentos, un pozo cubierto por una rueda de molino rota, algunos silos) aparecieron las tumbas.
Ese área sepulcral en torno a ese monumento funerario, que se extendía hacia la plaza Ramon Berenguer y Santa Caterina, merecía algún respeto especial: durante varios siglos no se superponían una tumba sobre otra sino que se respetaban las inhumaciones previas. La cercanía con el conjunto episcopal desarrollado desde la cristianización hasta la alta edad media (el palacio del obispo en la plaza de Sant Iu, el baptisterio frente a la catedral, el aula episcopal bajo el Museu Marès) ha hecho especular que se tratara del lugar de entierro de los primeros obispos de Barcelona (se halló un anillo que apuntalaba esta hipótesis). Y con menos fundamento, incluso, que podría haber sido el mausoleo del pequeño Teodosio, fallecido en Barcelona, hijo del visigodo Ataúlfo y la hija de emperador Gal.la Placidia que podría haber tenido un destino prometedor. Un lugar de lujo a la vera del cual ser enterrado.
Dos letras de una inscripción en mármol
Joan Garriga, director arqueológico de la excavación, explica que lo hallado ayudará a entender cómo funcionaba ese espacio. Las siete tumbas tardorromanas, trinchadas por los muros medievales y con fragmentos de sus respectivos difuntos (uno tiene la cabeza a un lado de una pared y las piernas al otro), tienen suelo y paredes de teja y ladrillo rebozado y seguramente estaban coronadas por tejas a dos vertientes o pequeños monumentos funerarios. Las visigóticas estaban excavadas directamente en el suelo sin más. No ha aparecido ajuar funerario pero si un trozo del fuste de una columna acanalada, dos fragmentos de una inscripción de mármol (con una I y una N) y restos de estuco con pintura de colores. Estos restos podrían corresponden a las tumbas o al derribo parcial de la 'domus': Garriga recuerda que la excavación aún está en curso, por lo que no solo pueden aparecer más hallazgos sino que, de momento, todas las dataciones y conclusiones son provisionalísimas.
La 'domus' (no villa: aunque extramuros era un edificio urbano, en el suburbio, no rural) y su mosaico, accesibles a través de una escalera tapiada desde hace años, se esperaba que fuesen visitables el pasado mes de marzo, tras restaurar el mosaico y con motivo del 80º aniversario del Museu d'Història de Barcelona, titular del espacio. Las filtraciones de agua y una restauración discutible en los años 70, con una base de mortero, lo habían dañado. Pero cuando empezaron las excavaciones en esta parcela anexa, la losa de hormigón que lo cubre empezó a temblar. Momentos de pánico. Se protegió el mosaico con tablones para evitar que cayeran cascotes pero, pese a la alarma, se ha llegado a la conclusión de que el hormigón, con algunos apaños para consolidar los fragmentos caídos, tras impermeabilizar las filtraciones de agua y eliminar un ventilador que hacía más mal que bien, resistirá. Y en otoño, cuando acaben las obras, estará en condiciones de ser visitable de nuevo.
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