la ciudad 'bee friendly'

¿Por qué mueren las abejas entre flores de tipuana?

En plena Oktoberfest del Néctar aflora una misterio: es este árbol una maldición para las abejas

Carles Cols

Carles Cols

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Reparó en ello Pau G, apasionado, por lo que dice en su cuenta de Twitter, de los “pájaros y los bichos”. Fotografió nueve abejas melíferas muertas junto a una flor marchita de tipuana, esa especie vegetal originaria de Suramérica que estos días está alfombrando, preciosamente, por cierto, calles, plazas y parques de Barcelona y el área metropolitana. También grabó videos de algunos ejemplares en plena agonía, como si fueran Molière, dando pábulo a leyenda de que el amarillo trae mala suerte cuando se sale a escena. La pregunta, así, quedó en el aire. ¿Es tóxica la flor de la tipuana para estos himenópteros? Vaya la respuesta en el primer párrafo. No.

Lo que Pau G. (gracias por ello) ha entreabierto con su curiosidad es una puerta a una materia poco tratada. ¿Es Barcelona un desaconsejable ecosistema para las abejas? Pues parece que no del todo. Es una ciudad, según se mire, ‘bee friendly’. Así lo sostiene Gerardo Caja, profesor responsable del proyecto UABee que lleva a cabo la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) para desentrañar los misterios del llamado síndrome de desaparición de las abejas, esa brutal mortandad que padece esta especie desde hace años y que pone en peligro, mucho más de lo que cabría suponer, la biodiversidad en la Tierra.

“Al revés, las tipuanas no son perjudiciales para las abejas”, aclara. No solo eso, han sido localizadas ya en la ciudad colmenas con miel de tipuana. A las abejas, en realidad, las está matando en Barcelona y en el resto del área metropolitana un parásito, la varroa, un ácaro minúsculo, con el aspecto de un centollo, que se acomoda en el dorso de las abejas para consumir su grasa. No es un huésped ocasional. Es una plaga. Las varroas infectan las colmenas. Dentro de sus celdas, las larvas pueden crecer ya con parásitos que limitan su crecimiento. Ocurre aquí, pero también en el resto de Europa, Asia y América. Los apicultores saben bien a qué se enfrentan. Hay tratamientos para sanar panales, pero en algunos casos son productos químicos que mal medidos entrañan riesgos.

A los pies de algunas tipuanas, por responder más concretamente a la pregunta de Pau G., puede haber decenas de cadáveres de abejas porque desde el punto de vista de esta especie la floración de este árbol es una suerte de Oktoberfest del néctar. Es una oportunidad de recolección que no desaprovechan. Puede que estén débiles por el daño que les causa la varroa, pero no dejan de trabajar. Son abejas.

Más amenazas se ciernen sobre ellas. Este verano se teme un crecimiento exponencial de los nidos de avispa asiática, otro problemón mayúsculo para las abejas. Cada día que sale de caza, una avispa regresa al nido con el tórax desmembrado de unas 25 abejas. Son el sustento de sus crías. La vida animal en la ciudad es muy animal. Pero siempre se puede mirar el vaso medio lleno. Hay vida animal en la ciudad.

En cierto modo, la presencia de abejas, esa etiqueta de metrópoli ‘bee friendly’ antes mencionada, se puede atribuir en parte a una feliz decisión que tomó el Instituto Municipal de Parques y Jardines hace un cuarto de siglo. Dentro de su plan de reducir el monocultivo de plátanos, asignó árboles de flores vistosas para los chaflanes de distintos barrios del Eixample. Sóforas en Sant Antoni, cercis en la Esquerra del Eixample, tilos en la Dreta, cinamomos en Sagrada Família y jacarandas en Fort Pienc. Aunque aquel proyecto no se completó al 100%, sus resultados, medidos en presencia de abejas, son felizmente evidentes.

TEMAS