Radiografía de una metrópoli

La 'decadente' Barcelona alcanza cifras récord de ocupación laboral

Con el paro en cotas inéditas desde 2008, la ciudad cerró febrero con 1,1 millones de altas a la Seguridad Social, su tercer mejor registro de la historia

Barcelona. 18.03.2022. Barcelona Turistas paseando en el paseo de Gracia.

Barcelona. 18.03.2022. Barcelona Turistas paseando en el paseo de Gracia. / JORDI COTRINA

Carles Cols

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

De Barcelona mucho y malo se ha escrito estos últimos meses. Sucia, genuflexa, decadente, aturdida, intrascendente, pueblerina… Añada aquí cada cual calificativos los que crea que faltan, sean ciertos o no, pero hay un par de datos que apenas ya nadie consulta en ese mar de datos que es el departamento municipal de estadística y que resitúan el debate. Barcelona cerró el pasado febrero con su tercera mejor plusmarca histórica de afiliados a la Seguridad Social, 1.146.956 personas, y despidió el mes, es es el segundo dato, con una cifra total de parados inaudita desde antes del cataclísmico 2008, año de inicio de la última gran crisis económica mundial, solo 63.937 personas.

Fue en mayo del 2004 la primera vez que Barcelona superó la barrera psicológica del millón de afiliados a la Seguridad Social. La ciudad, aunque con todas sus contradicciones, se presentaba entonces ante el mundo como un cohete en plena propulsión. Los pisos ya eran carísimos y el ‘mileurismo’ estaba latente. La palabra no se acuñaría hasta 2005, pero la desproporción entre el coste de la vida y los salarios de las nuevas generaciones que se incorporaban al mercado laboral era de proporciones preocupantes. Con todo, aquel mes y aquel año se cruzó el umbral del millón de afiliados a la seguridad social, una cifra que, entre otras cuestiones, constataba lo obvio, que la ciudad era excedentaria en puesto de trabajo. Su población en edad de trabajar no llegaba ni a las 800.000 personas.

Los cuatro siguientes meses, la cifra retrocedió, pero a partir de octubre de 2004 y de forma ininterrumpida ese millón de altas se mantuvo hasta julio de 2010. La crisis económica desestabilizó entonces los cimientos económicos de Barcelona. El paro entre los empadronados en la ciudad escaló a partir de 2010 hasta situarse por encima de las 100.000 personas. A partir de 2015 comenzó un lenta pero incuestionable desescalada, hasta llegar a 2019, cuando el paro quedó estancado entre las 65.000 y las 69.000 personas. No debería hacer falta recordarlo, pero la salida definitiva de la crisis casi se solapó con la crisis sanitaria de la pandemia. Es a partir de ese momento cuando sucede lo imprevisible y, desde el punto de vista de análisis historicoeconómico, algo que merecerá más profundos análisis. Con meses de confinamiento de la población y en los que la actividad económica se aproximó a los cero grados Kelvin, desde el punto de vista laboral la situación jamás fue peor que durante lo más hondo de la crisis económica anterior. Es más, no solo la cifra de afiliados a la Seguridad Social del pasado febrero es la tercera más alta de la serie histórica, sino que además los únicos dos meses que han superado esa cima son noviembre de 2019, con 1.148.982 afiliados, y noviembre de 2021, con 1.150.992. Como dice el concejal del área de presupuestos de la ciudad, Jordi Martí, “si esto es la decadencia, como dicen algunos, bienvenida sea”.

La mala salud de hierro de Barcelona, puesto el pasado mes de febrero bajo la lupa, revela algunos otros detalles llamativos. Se firmaron ese mes 72.445 contratos, lo cual es un 31% más que en el mismo mes del año anterior. Con todo, ese aumento no es lo más destacable. Lo que despunta es el gran peso que en ese paquete de 72.445 contratos tienen los indefinidos. Son 21.707 del total, es decir, ni siquiera una tercera parte, pero en comparación con febrero de 2021 son 119,8% más que entonces.

La pregunta inevitable en estos casos es, por supuesto, a qué precio. Aún es pronto para estadísticamente saberlo. Los registros de salario medio de la ciudad se publican con más lentitud. La última referencia disponible es la de 2020, en que alcanzaron los 30.593 euros anuales, en un universo que incluye solo a los afiliados a la Seguridad Social y con contrato durante todo el año. Son unos 2.000 euros más que 10 años atrás. En 2010, esa media era de 28.444 euros.

Lo dicho al principio. Hay una hoguera alrededor de la que de forma algo catártica baila una parte de la opinión pública local. Barcelona se hunde. Esa es la tesis. El problema radica en que hay también una parte creciente del censo de la ciudad que ejerce la ‘barcelonidad’ de una forma distinta, fuera de los canales habituales de comunicación. Un 29% de los barceloneses, por ejemplo, ha nacido en el extranjero, y el porcentaje crecer año tras año. Es más, más de la mitad de los barceloneses (un 51%) lleva menos de 15 años en la ciudad.

Ese tipo de variables pueden ser interesantes a la hora de comprender por qué ese aparente clima depresivo entra en contradicción en ocasiones con las cifras. Por ejemplo: los datos de que dispone la Conselleria de Treball revelan que el colectivo entre el que más creció la contratación en febrero fue el de los extranjeros residentes en Barcelona, un 84,9%, mientras que ese incremento entre los ciudadanos con pasaporte español fue solo del 19,3%.

Lo que las estadísticas confirman año tras año es que, de forma cada vez más acentuada, la sociedad barcelonesa es un ‘trencadís’ no siempre evidente a ojos vista. El Ayuntamiento de Barcelona radiografía periódicamente el sector comercial de la ciudad a través de una exhaustiva encuesta. El último informe de resumen de ese trabajo de campo se refiere a 2021. Una opinión general periodística sobre cómo anda de salud el sector de la restauración será siempre incompleta si solo recaba opiniones de propietarios españoles de negocios, porque, según esa encuesta, un 40% de los restaurantes de la ciudad tienen dueños extranjeros. En 2020 era un 26%. Son datos de encuesta, no de censo oficial, pero son claramente orientativos. En ese colectivo, la ensalada de nacionalidades es muy variada, pero, eso sí, con un notable peso de la comunidad china, que regenta un 16% de los establecimientos de restauración de la ciudad.

Suscríbete para seguir leyendo