Concentración ecologista
Unas 10.000 personas claman en Barcelona contra la ampliación del aeropuerto de El Prat
El ecologismo presiona a los gobiernos para que entierren definitivamente las obras en el aeródromo y abogan por el decrecimiento económico
Gabriel Ubieto
Redactor
Periodista de economía, centrado en el mercado laboral. He crecido como redactor en El Periódico, pero antes hice prácticas en La Vanguardia y escribí durante seis meses desde Chile para Hemisfèria.cat. Ganador del premio Ramon Barnils (2015) por el reportaje "Els ultres prenen partit".
"Clima o muerte", esta ha sido una de las crudas dicotomías que el ecologismo ha situado en su manifestación de este domingo contra la ampliación de El Prat. Vecinos de Barcelona y de sus muchas urbes colindantes se han congregado para rechazar no solo las obras concretas que Aena y el Gobierno han acabado paralizando debido a sus diferencias con la Generalitat, sino el modelo económico y productivo expansionista que ven representado en ellas. "Estamos ante una emergencia climática", ha sido uno de los exigentes recordatorios que los asistentes han lanzado a sus gobernantes. Miles de personas, unas 10.000 según la Guardia Urbana, se han concentrado entre la plaza Espanya y la Estació de Sants para clamar por un decrecimiento económico y para recordarles a las autoridades lo que varios informes de la ONU han repetido recientemente: la crisis climática avanza y el ser humano es el principal responsable.
Las entidades convocantes, ‘Xarxa per la Justicia Climàtica’ y ‘Zero Port’, han planteado una jornada festiva, con familias, batucadas y 'bicicletadas' y donde gente de todas las edades se ha congregado para expresar su ‘no al aeropuerto’. "Yo de mayor quiero vida, no un 'hub'", se podía leer en la pancarta que sostenía uno de los muchos niños que han acudido a la concentración con sus padres. “Ni un palmo más”, “la única solución es el decrecimiento”, “contra el coronavirus ambiental” o “salvemos La Ricarda”, han sido otros de los lemas que han lucido carteles, camisetas, chapas y banderas este domingo en Barcelona.
Andrea, de 50 años y vecina de Rubí, considera que "la ampliación representa un modelo económico caduco. No tiene sentido, ni ahora, ni de aquí cinco años, ni en ningún lado. También estoy aquí para protestar contra la ampliación de los aeropuertos de Madrid y Palma", explica. Pues los convocantes han querido plantear la protesta en clave global, conscientes de que la crisis climática no va por barrios y que el aumento del tráfico aéreo en otras ciudades tendrá también un impacto en otros ecosistemas.
Las reivindicaciones han sido globales, pero el músculo asociativo que ha salido este domingo a la calle ha sido local. Los movimientos vecinales y múltiples plataformas sociales han hecho suya la convocatoria y han acudido en bloque y con sus propias pancartas a la protesta. Desde El Prat, la ‘zona 0’ de la de momento frustrada ampliación, ha salido una columna escoltada por momentos por tractores de agricultores locales.
Rafael, de 70 años, ha venido este domingo a la concentración con el peto naranja de la Marea de Pensionistas. El lunes estuvo en la concentración que cada semana organizan en plaza Universitat contra la reforma Escrivá y hoy está contra el aeropuerto. "Soy ecologista desde siempre. Cuando los políticos tienen que escoger entre la economía o el medio ambiente siempre acaban escogiendo la economía. He venido para que no se lo repiensen y volveré a salir, porque seguro que tendrán la tentación de repensárselo", afirma.
Prometidos 1.700 millones de inversión
Núria, de 23 años, ha venido en tren desde Palautordera para participar de la protesta. Esta joven ha interrumpido su rutina de estudio para las oposiciones de maestra que está preparando y se ha desplazado hasta Barcelona. "Tenía claro que tenía que estar. A todos nos gusta viajar, pero no por ello debemos hipotecar nuestro futuro", afirma. "No me creo las promesas de prosperidad que nos ha vendido el Gobierno", añade. Desde el Ejecutivo se cifró en 1.700 millones de euros de inversión para los obras y la creación de 83.000 empleos directos, más otros 365.000 indirectos, que estas generarían. "Lo que se quiere hacer es una aberración, totalmente innecesaria. Los 1.700 millones están muy bien, pero invertidos en otros sitios. Cercanías, sanidad, educación... todavía hay sitios en los que están en barracones. Los únicos que se hubieran beneficiado serían las grandes empresas constructoras y los grandes hoteles", denuncia Salvador, un vecino de Barcelona que ha acudido también a la manifestación.
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