Una exposición indispensable

Iberos, la primera gentrificación

El Museu d'Arqueologia de Catalunya se aventura en los grandes enigmas de la primera civilización genéticamente autóctona, víctima de las disputas entre romanos y cartagineses

BARCELONA 29 04 2021  Barcelona El Museu d Aqueologia de Catalunya ( MAC) refunda su planta baja y la dedica esta vez monotematicamente a los iberos  con la exposiion  L enigma Iber   FOTO de RICARD CUGAT

BARCELONA 29 04 2021 Barcelona El Museu d Aqueologia de Catalunya ( MAC) refunda su planta baja y la dedica esta vez monotematicamente a los iberos con la exposiion L enigma Iber FOTO de RICARD CUGAT / RICARD CUGAT

Carles Cols

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Segunda reencarnación del Museu d’Arqueologia de Catalunya (MAC) en menos de dos años. La primera, en la que se puso en la piel de los artistas de la prehistoria, fue en febrero del 2020, pero con la pandemia, qué lástima, pasó por momentos desapercibida. Ha renacido esta vez el museo con el cuerpo de los iberos, las primeras gentes de por aquí, tipos de los que se mofaban los grandes escritores clásicos, como Aristófanes, al que le parecían feamente peludos, pero gentes de las que quedan tantas incógnitas por despejar que resultan fascinantes. Fueron testigos, víctimas y combatientes en ambos bandos de las dos guerras mundiales que enfrentaron a romanos y cartagineses, asistieron en directo e incluso se sumaron al paquidérmico desfile de Aníbal camino de Roma, forjaron la falcata, poca broma, temible espada de la antigüedad que obligó a los romanos a mejorar sus defensas para no ser partidos como sandías, esculpieron pudorosas esculturas que jamás mostraban partes desnudas del cuerpo, o sea, en las antípodas del contemporáneo explícito arte griego y, además, tenían una lengua que, en lo que tal vez es una metáfora de los tiempos políticos que corren hoy en día, es posible hablar pero no entender. Todo eso y mucho más es ‘L’enigma iber’, la nueva reencarnación del MAC.

Hay una poderosa razón para no pasar por alto la nueva oferta cultural de este museo a los pies de Montjuïc. En febrero del 2020, lo dicho antes, refundó su planta principal para exhibir una exposición titulada ‘Art primer’. Se iniciaba así una nueva era de exposiciones monográficas. Con tanto ingenio exploró las nuevas fórmulas de mostrar el pasado que el MAC se coló en la final de los Global Fine Art Awards, los ‘oscar’ de la museología, que se anunciarán a mediados de mayo, codo con codo con referentes mundiales como el British Museum, el Met de Nueva York, el Louvre de Abu Dahbi y el J. Paul Getty de Malibú. ‘L’enigme iber’, de la mano de Jusèp Boya, el director, nace con idéntica ambición de cautivar al visitante con algunas delicias narrativas estupendas.

Unos 500 objetos procedentes de una treintena de museos de España y Francia se reúnen bajo un mismo techo, el del MAC, que destina así casi todo su espacio noble disponible, unos 1.000 metros cuadrados, a tratar de responder, aunque solo sea parcialmente, seis grandes enigmas que aún perduran sobre la cultura ibera. Entre ellos, ¿en qué creían los habitantes de esos poblados que decoraban la puerta principal de sus poblados con un cráneo ensartado en un clavo y que, por cierto, recientes estudios demuestran que alguno era de mujer? ¿Se fundó la colonia romana de Barcino sobre un anterior e importante poblado ibero? ¿Qué ruta siguió el ejército de Aníbal, con sus 90.000 soldados a pie, 12.000 jinetes y 60 elefantes?

La exposición, queda claro, no es solo una mirada sobre la estética de lo hallado en varias decenas de yacimientos iberos. Hay piezas realmente muy hermosas. El tesoro de Tivissa lo es. También la variada y abundante cerámica encontrada. Lo interesante es también lo que relatan las 500 piezas expuestas y los lugares inexplorados a los que han llegado los organizadores en una exposición de este tipo. Uno muy destacado de esos destinos, por ejemplo, es el análisis genético realizado a los escasos restos humanos que se han conservado hasta el presente.

Un brazalete, parte del tesoro de Tivissa que un payés encontró mientras araba sus tierras.

Un brazalete, parte del tesoro de Tivissa que un payés encontró mientras araba sus tierras. / RICARD CUGAT

Los iberos no inhumaban a sus fallecidos. Los incineraban. Eso es una pésima práctica para la arqueología moderna. Pero gracias a las cabezas claveteadas y al misterioso hábito de enterrar recién nacidos en el subsuelo de los hogares ha sido posible seguir el rastro genético de los iberos y llegar a una reveladora conclusión. De todas las culturas que se han asentado en la costa levantina de la península (fenicios, griegos, romanos, visigodos, musulmanes, turistas..) esta es la única aparentemente autóctona. Se descarta, como en alguna ocasión se había sugerido, que fuera una etnia procedente de otro lugar, de África o de la Europa continental. Sencillamente, estaban ahí en el tránsito de la prehistoria a la historia hasta que, terminada la segunda guerra púnica, su civilización se disolvió. Según se mire, son los primeros gentrificados de la historia local.

Viaje inmersivo a un poblado romano, uno de los recursos narrativos más elaborados de la exposición.

Viaje inmersivo a un poblado romano, uno de los recursos narrativos más elaborados de la exposición. / RICARD CUGAT

‘L’enigma’ iber’ es una propuesta cultural sin precedentes en España en el último cuarto de siglo. El 99% de las piezas son originales, pero incluso las copias, como tres fieles reproducciones de la Dama de Elche, la Dama Oferente del Cerro de los Santos y la Dama de Baza (todos ellas muy recatadas y que no han viajado por razones de seguridad) aportan su dosis de emoción. Incluso lo minúsculo lo logra, como la rica colección de textos, nada del otro mundo, cierto, inscripciones comerciales y funerarias sobre todo. No hay, que se sepa, una literatura ibera, como tal vez la hubo, aunque nada se sabe de ella, cartaginesa, sobre la que llegó a fabular Jorge Luis Borges. Pero eso no impide que el MAC haya explotado el filón de la inclasificable lengua de los iberos con un recurso narrativo estupendo. El visitante se tiene que situar frente a una estela funeraria descubierta en Santa Perpetua de la Mogoda. Sobre su cabeza, una campana semiesférica proyecta el sonido. Una voz lee el texto al mismo tiempo que se iluminan las letras. ¿Qué dice? Nadie lo sabe. La fonética ibera está descifrada, pero en ausencia de una ‘rosetta’ que ayude a entender su significado, aquella cultura continuará siendo un enigma.