Exposición en el Coac

Barcelona reivindica Montbau, la huella más decente del alcalde Porcioles en BCN

El barrio se levantó, entre 1958 y 1964, siguiendo los postulados de la arquitectura moderna europea de la época

La gestión de la parcelas cayó en manos de cooperativas, lo que aseguró la calidad constructiva y la diversidad social 

Uno de los rincones de las 'Cases blanques' de Montbau, construidas en la tercera y última fase del polígono.

Uno de los rincones de las 'Cases blanques' de Montbau, construidas en la tercera y última fase del polígono. / Manolo Laguillo

Natàlia Farré

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“Ahí Porcioles hizo las cosas bien hechas”. Aunque parezca mentira no es un oxímoron sino una realidad palpable. Ahí es Montbau. El barrio que entre 1958 y 1964 se levantó de la nada en la falda de Collserola. Para ello, el alcalde franquista por excelencia, el mismo que impulsó La Mina o Ciutat Meridiana, por poner dos ejemplos de lo que no debe hacerse en urbanismo, y el mismo que no tuvo reparos en cargarse el modernismo esquinero de medio Eixample o afear la ciudad con las antiestéticas 'remuntes' , no escatimó recursos intelectuales en Montbau. El resultado fue “un barrio en el que no solo se construyeron viviendas excelentes sino también se construyó ciudad” y un barrio que es “un gran ejemplo de relación entre hábitat, o sea territorio, y habitante, o sea sociedad”. Afirmaciones todas de Fernando Marzà -también las alabanzas a José María Porcioles: ”En este caso lo hizo bien, si no se reconoce esto, se pierde toda credibilidad respecto a lo que hizo mal”-, comisario de la exposición sobre la creación de Montbau que despliega el Col·legi d’Arquitectes de Catalunya (Coac) con planos de sus arquitectos y fotografías de Oriol Maspons, Manolo Laguillo y Joan Martí.  

Plano de Montbau realizado por Xavier Subias, Guillermo Giráldez y Pedro López Iñigo.

Plano de Montbau realizado por Xavier Subias, Guillermo Giráldez y Pedro López Iñigo. / Coac

En 1958, cuando se puso la primera piedra, el alcalde llevaba un año en el cargo y aún mantenía las ganas de hacerlo bien. Así que desvió la mirada hacia lo hecho en Madrid dos años antes, el Concurso de Viviendas Experimentales: y encargó lo propio a un grupo de arquitectos catalanes recién salido de la facultad: Xavier Subías, Guillermo Giráldez y Pedro López Iñigo, pero ya con un premio FAD bajo el brazo por la Facultad de Derecho de Barcelona. Porcioles también focalizó en lo que acontecía en Europa y hacia Alemania envió al trío de profesionales. Ahí se celebraba la Interbau, la exposición sobre la reconstrucción del barrio de Hansa de Berlín devastado durante la Segunda Guerra Mundial, y en la que participaron todos los grandes: Walter Gropius, Alvar Aalto, Oscar Niemeyer,  J. H. van den Broek, Jaap Bakema… La influencia fue tanta que en Montbau no solo hay edificios que beben directamente de la experiencia alemana sino que durante años se defendió que su nombre derivaba del de la exposición. Falso. El bautizo tiene como padrino a la riera de Montbau, torrente que marca uno de los límites del polígono de viviendas bajo el actual nombre de la calle de Arquitectura, la otra frontera la pone la antaño riera Duran y ahora calle de l’Harmonia. De ahí el nombre de la exposición: 'Entre Arquitectura y Harmonia'. 

Los 70, el peor momento

Otra de las decisiones acertadas del proyecto fue la gestión de las parcelas por parte de cooperativas, no de especuladores. Con eso se consiguió tres cosas: que primará el buen hacer frente al máximo rendimiento económico; que la tipología de las viviendas fuera variada y que el perfil de los habitantes de Montbau fuera mezclado. Se quería evitar a toda costa crear un barrio exclusivamente obrero por aquello de las reivindicaciones sociales, así que se dio juego a cooperativas diversas, desde asociaciones de taxistas a asociaciones de funcionarios. El barrio fue bien hasta los 70, entonces Montbau vivió su peor momento, cuando las crisis de la década lo dejaron muy tocado. Pero se recuperó y ahora es una zona de clase media con un vecindario muy arraigado. Es incluso burgués en la parte más alta, la de las Casetes blanques.

Uno de los rincones de Montbau con los edificios diseñados en forma de L y levantados en la segunda fase.

Uno de los rincones de Montbau con los edificios diseñados en forma de L y levantados en la segunda fase. / Oriol Maspons

Brutalmente verde

Esta es la última fase de construcción, en ella se optó por un conjunto de viviendas unifamiliares ensambladas de manera que forman un edificio, pero no uno que crece en altura sino en horizontalidad, paralelo al suelo. La propuesta, firmada por Joan Bosch, es influencia de los edificios alfombra (mat-building) de George Candilis y de los postulados arquitectónicos del Team X, que abogaban por añadir la coordenada inquilino a las premisas de la arquitectura funcionalista (sol, ventilación y mínimo espacio). De manera que Bosch, en su proyecto,  integró el espacio público en el propio edificio. Un paso más al realizado en la fase dos, con Antoni Bonet Castellana como arquitecto estrella y el trabajo de otros tres reconocidos profesionales (Josep Soteras, Francesc Bassó y Joaquim Gili). Entonces se optó por  edificios en forma de L que creaban pequeñas plazas públicas para fomentar la convivencia. En la primera fase, la de Subias, Giráldez y López Iñigo, la apuesta fue por los edificios lineales y una gran plaza como punto de encuentro. 

“Las tres fases son diferentes pero hay una cosa que funciona de pegamento: la naturaleza. Es un barrio brutalmente verde”, asegura Marzà al tiempo que afirma que Montbau ha aguantado “muy bien” el paso del tiempo. “Cuando un edificio tiene una calidad excelente, las pequeñas modificaciones que se puedan hacer no lo afean en absoluto. La cerámica puede no ser la original de Cumella, pero el edificio sigue siendo igual de bueno. Y la gente igual de feliz”. En total se construyeron 2.500 viviendas, y el barrio fue inaugurado por Franco en 1962. Lo explica la exposición y se puede ver in situ en los itinerarios guiados que organiza el Coac.

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