PROBLEMA GLOBAL

Vecinos de Sant Antoni denuncian un narcopiso en una vivienda de la Iglesia

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Helena López

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En algunas ventanas del 163 de la calle de Tamarit, en uno de los extremos del recién renacido mercado de Sant Antoni, aparecieron hace algunas semanas tímidas pancartas. No denunciaban, como es lamentablemente cotidiano, la <strong>expulsión de vecinos</strong> o la subida inasumible de los alquileres, mal muy extendido en la ciudad en general que ataca a este enclave con especial crueldad. Señalaban otro fenómeno que también ha marcado, a mal, la vida de la ciudad en los últimos años, aunque hasta ahora al otro lado de<strong> la ronda de Sant Pau, en el Raval.</strong> "Narcopís del Bisbat", rezaba la más llamativa y reveladora. Y es que el caso del 163 de la calle de Tamarit, los vecinos no solo alertan de la presencia de un piso okupado para la venta de heroína, sino que introducen otro factor. El piso que quita literalmente el sueño a esta comunidad no pertenece a un fondo buitre, sino al Arzobispado de Barcelona.

La realidad es aún más compleja. El piso, el entresuelo primero, para más señas, técnicamente no es aún del Arzobispado, sino que este es el heredero, pero aún no se ha acabado de resolver la aceptación de la herencia, según asegura un portavoz del Arzobispado, que señala que pusieron una doble denuncia, primero a los Mossos y después en los juzgados. Pero lo hicieron cuando conocieron la okupación, algo que tardó en suceder más de lo que los preocupados vecinos desearían, ya que, aseguran, no tuvieron noticias de la misma hasta que se lo comunicó la Fundació Sant Josep Oriol, entidad que gestiona la residencia geriátrica que acoge a los curas durante sus últimos años. El piso en cuestión era, efectivamente, "la casa del cura".      

La historia, la pesadilla para quienes peor lo llevan, empezó el 16 de diciembre del año pasado, cuando apareció el cristal de la hasta entonces tranquila portería abierto. Un vecino comentó días después que esa noche oyó ruidos en el entresuelo de madrugada. Desde entonces, los vecinos relatan la presencia de personas ajenas a la finca en la escalera "con evidentes síntomas de drogadicción" y/o "aspecto amenazante". "El día 1 de enero el suelo del portal apareció con manchas de sangre y el cuarto de contadores en un estado lamentable de suciedad, abundante sangre y restos de pipas para fumar crack", relata una vecina que prefiere no dar su nombre, con pruebas gráficas en su teléfono de todo lo que explica.

Tras estos hechos, algunos vecinos colgaron en sus balcones las pancartas que ilustran esta noticia, pero, tras amenazas de los okupantes, decidieron quitarlas, según señala una portavoz vecinal, quien asegura que, tras algunos días de calma después de unas Navidades tensas, con movimientos y gritos cada noche, la madrugada de este jueves han intentado abrir el piso de enfrente, también en desusuo, lo que ha vuelto a tensionar a una comunidad que no entiende como nadie puede hacer nada para solucionar el problema.

El caso de Tamarit, 163, en Sant Antoni, coincide en el tiempo con la denuncia de los vecinos del Raval del empeoramiento de la situación en el barrio. La plataforma vecinal Acció Raval denunció via Twitter hace solo algunos días que, pese a los<strong> operativos policiales,</strong> vuelven a operar en el barrio 30 narcopisos. "Se ha demostrado que el fenómeno existe debido a la especulación y la falta de compromiso de los propietarios ante este problema, amparado por la falta de voluntad política. El problema no se soluciona solo con más policía", señalaba el colectivo.