ingeniosa diversión

'Escape room' singulares de Barcelona

Algunos juegos de escape se desarrollan en lugares como un obrador o una juguetería maldita

Carles Galimany

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Silvia Alberich

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Lo que empezó siendo una mera diversión y un reto personal se ha convertido en mucho más. Los 'escape room', es decir, las habitaciones de escape en las que un grupo de personas han de solucionar una serie de enigmas para escapar en un tiempo determinado se han convertido en un auténtico fenómeno que cuenta incluso con un itinerario propio: la Ruta Norte de Salas de Escape. Este recorrido, que incluye 12 salas que se extienden desde Santander hasta Pamplona, es todo un estímulo para los aficionados a este juego, que cada día suma adeptos.

Nacidas en Japón hace tan solo una década, las habitaciones de escape se han extendido por todo el mundo y ciudades como Barcelona han multiplicado sus salas y oferta. La capital catalana ofrece múltiples y originales opciones que trasladan a los participantes a otra época e incluso los convierten en protagonistas de su película favorita. Ponerse en la piel de Indiana Jones, sobrevivir a una invasión alienígena o intentar escapar de una juguetería maldita son algunos de los tentadores retos que ofrecen las salas de escape.

Entre 60 y 90 minutos

Aunque existen innumerables tipos, todas tienen en común que el tiempo juega en contra. Ya sea una hora, 75 o 90 minutos, durante el tiempo disponible los participantes potencian aptitudes como la habilidad, la lógica y el trabajo en equipo mientras intentan descifrar los enigmas y entresijos que les plantean a lo largo del estimulante recorrido.

Algunos de estos juegos tienen lugar en un ambiente tan singular como un obrador. Esta experiencia es la que se puede vivir en el escape room de la emblemática pastelería Kessler Galimany (Cros, 4), ubicada en Sants. Concretamente, en un almacén situado enfrente de la cafetería. 

No hace falta que los participantes sean expertos en los fogones. Sin embargo, quienes decidan vivir esta aventura entre hornos y harina deberán agudizar su ingenio para descifrar cuál es el ingrediente secreto de una receta. Una tarea nada fácil. "Es un juego bastante difícil y hemos necesitado pistas para resolver el entresijo", confiesa Laura Pellicer, una joven de 21 años, que se sumergió en este 'escape room' con tres amigos. Uno de ellos, Daniel Barràs, de 28 años, tiene claro que "es una cuestión más de habilidad que de inteligencia".

Una merienda de premio

Todos coinciden en la dificultad de este juego y en que es una buena opción probar alguna antes de enfrentarse a este reto, cuyo premio final es un almuerzo o una merienda en la cafetería. Eso sí, solo lo consiguen quienes no piden ninguna pista y logran salir en un tiempo límite de 75 minutos. “Para muchos, la merienda es la principal motivación”, confiesa Carles Galimany, pastelero y organizador de este 'escape room', en el que pueden participar entre dos y seis personas y está organizado en distintos niveles. "Los aniversarios y las despedidas de soltero son el mayor reclamo de este juego", explica Galimany.

Existen también espacios menos agradables para quienes buscan emociones extremas. Horrorbox (Industria, 268) ofrece vivencias terroríficas como jugar a la ouija, revivir el horror de los protagonistas de la película “Saw” e incluso experimentar la recreación de tu propio funeral.

También atemorizan las epidemias. Si se trata del terrible virus del Ébola y este transforma a la víctima en un zombi, el asunto se complica y el intento por encontrar una vacuna que salve al mundo de estos muertos vivientes se convierte en el objetivo de quienes se sumergen en Epidemia Z (Castillejos, 287). Un juego de escape para intrépidos. “A diferencia de otros, en este escape todo es automático y está controlado por un programa de ordenador”, explica Daría Pantyukhina, directora de esta actividad, creada “para jugadores avanzados”.

Juguetería de terror

También deberían de serlo quienes se sumerjan en The Witching Hour, un juego de escape con una temática muy particular. “Somos la única juguetería de terror en España”, afirma Marc Monclús, uno de los 3 propietarios de la actividad, en la que incluso hay que resolver puzzles “bajo tensión”. Quienes deciden vivir esta experiencia no la olvidan. “La reacción de la gente al salir es de máxima tensión por el final trepidante”, asegura Monclús. No apto para cardíacos, sin duda.